No te disculpes conmigo

—Di tus oraciones —dijo.

Hera aflojó su agarre alrededor de Dragón. Esta vez, se lanzó en el asiento trasero, suspirando aliviada. Dragón, por otro lado, solo podía mirar a la mujer psicótica afuera. La comisura de sus labios se curvó en una sonrisa y antes de que lo supiera, le lanzó un golpe directo a la cara.

—¡Agh! —Dragón inclinó la cabeza hacia atrás, sosteniendo su nariz mientras sentía un dolor agudo en el puente de su nariz—. ¡Tú!

A pesar del dolor, Dragón intentó contraatacar mientras trataba de agarrar la muñeca de Cielo. Pero, ay, antes de que pudiera alcanzarla, Cielo retiró su brazo a tiempo. En su lugar, levantó con rapidez sus pies mientras sostenía la manija de la puerta para llevar todo su peso.

—¡Que te jodan! —gritó cuando ella saltó del coche de escolta al sedán con los pies por delante.