Perdí los frenos

Para la mayoría de los que conocían a Cielo, era mejor no recibir una respuesta directa de ella sobre ciertas situaciones. Porque una vez que decía que las cosas habían salido mal, solo significaba que estaba mal.

—¿Qué pasa, Hera? —preguntó Hera nerviosamente—. ¿Qué es esta vez?

Cielo no respondió de inmediato, manteniendo su pie en el freno, pero no funcionaba. Ya había dejado de pisar el otro pedal, pero el carro seguía avanzando.

—Esto está mal —susurró ella, clavando sus ojos hacia adelante. Ignorando a Hera, presionó su auricular y habló—. Tengo un problema.

—¡Oh, no! ¡Otra vez no! —gritó Primo girando la cabeza hacia el asiento trasero para ver a sus enemigos acercándose—. ¿Qué problema tienes ahora? ¿No puedes resolverlo por tu cuenta? No me digas que Dragón se está resistiendo

—Perdí mis frenos.

El resto de las palabras de Primo se replegaron en su garganta, casi atragantándose con sus comentarios. Instintivamente presionó su auricular, ceño fruncido, ojos temblorosos.