—¿Por qué? —Hera rugió, agarrando el cabello del hombre hacia arriba y luego estrellando su rostro contra el suelo—. ¡No mueras! ¡Aún no has terminado tu trabajo! ¿Por qué te estás muriendo? ¿Por qué? ¿¡Por qué?!
Ella golpeó su cabeza una y otra vez hasta que la sangre salpicó sobre ella. Estaba tan enojada que no se dio cuenta de que la puerta se abrió de golpe. Entraron precipitadamente algunos de sus hombres que oyeron los disparos provenientes de su habitación.
—¡Despierta! —Hera gruñó, viendo todo rojo—. ¡No te mueras aún! ¡Termina lo que viniste a hacer! ¡Levántate!
—¡Jefe! —Uno de los hombres llamó, solo para detenerse cuando Lobo levantó una mano.
Por un momento, aquellos que acudieron a Hera solo pudieron mirar cómo intentaba despertar al intruso aplastando su cerebro.
—¿Qué demonios? —Primo inhaló incrédulo ante la escena que ocurría dentro—. ¿Ella lo perdió, verdad?