Una ráfaga de aire cortó a través del saliente de la montaña, era tan fría como el hielo. Congelante si Neveah era honesta. Revoloteó el cabello de Neveah y arañó su vestido negro. Pero Neveah apenas notaba el frío, su atención estaba fija en Menarx, en la mirada hueca de sus ojos y la forma en que sus hombros se encorvaban bajo un peso invisible.
Se veía tan... pequeño. Tan frágil. Como si el viento pudiera hacerlo añicos si soplaba un poco más fuerte.
El pecho de Neveah se apretó dolorosamente, mientras sus ojos buscaban los de él, pero no encontraron nada... una pena tan absoluta, que no dejó rastros, nada. Había oído hablar de los efectos de la ruptura. El gran tributo que tomaba en un dragón, pero solo había pasado una hora... ¿Cómo había llegado a esto?