La luna colgaba baja en el cielo nocturno, un orbe plateado que vigilaba la Tierra. Las estrellas salpicaban los cielos como diminutas gemas centelleantes, su luz tenue pero constante. Bajo este dosel celestial, un grupo de mujeres volaba, sus formas siluetas tenues contra el telón de fondo de la noche.
A la cabeza del grupo, Aelina las encapsulaba en su Qi y las guiaba hacia adelante. Detrás de ella, seguían las sobrevivientes de la Secta Doncella de Batalla, sus cuerpos cansados, pero sus espíritus ardían con intensidad.
Los Ancianos sobrevivientes seguían no muy lejos de Aelina, cansados y heridos por la batalla, pero no se les había dado una opción como a los Discípulos. Había un entendimiento tácito entre los dos grupos que, si incluso pensaban en abandonar la Secta en estos tiempos difíciles, Aelina no dudaría en "eliminarlos".
Cualquiera en el Reino de Desprendimiento Mortal era un activo valioso para cualquier Secta, no solo en fuerza sino en conocimiento y sabiduría.