Los ojos de Mira se abrieron lentamente mientras la sensación de teletransportación se disipaba. Un abrumador silencio llenaba sus oídos. La vasta arena se extendía ante ella, con un suelo que se sentía tan maleable como la arcilla bajo sus pies. Levantando la mirada, un cielo vacío e intacto encontró su vista.
«Más que un cielo, es como un vacío sin fin.»
Su atención pronto fue captada por dos pedestales en el centro de la arena. Uno irradiaba un calor dorado, mientras el otro pulsaba con un frío tono obsidiana. Incluso desde la distancia, podía sentir las poderosas energías que emanaban de ellos.
«¿Por qué parece que tienen algo que ver con la creación y la destrucción?», se preguntó Mira. Nunca había sentido algo tan enigmático como «creación y destrucción», al menos en el sentido más puro, pero instintivamente lo entendía.
Esos pedestales eran únicos.
La voz antigua previa reverberó por todo el espacio: