—Esa es una gran idea, pero necesitamos poner esta caja en algún lugar que solo nosotros dos conozcamos —sugirió Lu Lian.
—Elige cualquier árbol de esos —instruyó Lu Qiang, señalando hacia la fila de palmeras.
—Ese —Lu Lian señaló el que estaba al lado derecho del banco.
Asintiendo, Lu Qiang se levantó para ir al árbol y se arrodilló en la base del árbol, donde recogió una rama caída y empezó a cavar.
Lu Lian también se arrodilló y ayudó a su hermano —¿Lo vamos a dejar aquí? —preguntó.
—Hmm.
—Como en las películas —se rió, sintiéndose emocionada por ello y preguntó—, ¿no se pudrirá aquí?
—Lo reemplazaré cada año —aseguró, y Lu Lian continuó sonriendo.
Lu Lian salió de esos recuerdos, llevando la misma sonrisa de aquel momento, pero las lágrimas rodaron por sus ojos.
—La caja está podrida porque él no está aquí para reemplazarla —dijo.