Robarte no pudo evitar dejar de sonreír al ver el lío en el que estaba su hermana mayor.
—Deja de sonreír tanto. Ya he arrastrado tu nombre en esto —sonrió la mujer dándole una mirada que hizo desaparecer la sonrisa de su rostro instantáneamente—. Les dije que me has estado ayudando.
—Eso no puede ser cierto a menos que hayas dejado ir a uno de los cazadores de brujas que trabaja para las brujas negras —afirmó Robarte—. Dime que no lo hiciste —exigió a ella quien se rió. Mirando hacia el cielo, sonrió más.
—Estabas tomando tu dulce tiempo esta vez. ¿Cuánto ha sido esta vez?
—Solo un poco más que la última vez —respondió Robarte, quien echó un vistazo al cazador de brujas y luego comenzó a alejarse de él, seguido por Laurae.
—¿Un poco? —preguntó Laurae, consternada por ello—. Sus rasgos de bruja negra finalmente emergieron a la piel escamosa con la que nació—. Han pasado más de doce años —lo acusó.