La belleza de ti - Parte 5

—Aún devorando su pecho con la boca, Reth inhaló profundamente y decidió que Elia sabía a miel y amor—. Se quedó atónito, maravillado de que ella fuera suya. Y se lo demostraría—le demostraría que no necesitaba temer que él perdiera su apetito por ella. Que ella era, para él, el único plato del que jamás se cansaría.

—Debió haber estado aguantando la respiración desde aquel gemido, porque salió precipitadamente cuando él la rodeó para sostener su trasero y la posicionó con su agarre, meciendo, deslizando, buscando esa deliciosa fricción entre ellos que siempre la hacía derretirse, rezando porque ella no estuviera aún demasiado tensa, o asustada—. Él nunca quiso que ella estuviera asustada.

—Luego ella inhaló de nuevo y ladeó sus caderas y él la encontró, rozando su núcleo. La tentación de sumergirse en ella era abrumadora. Pero aún era demasiado pronto.