Las condiciones no eran buenas. Lucifer estaba inconsciente mientras que Gabriel estaba envenenado. No fue muy difícil descubrir quién había hecho esto cuando la identidad de Ernesto se reveló. Pero su problema actual no era encontrar al culpable. Era detener la guerra que se avecinaba. Pero, ¿cómo?
Ian continuaba mirando a su tío con una expresión indescriptible antes de que sus ojos se angostaran.
—¿Hay alguna manera de que puedas llamar al abuelo, Orias? —preguntó Elisa. El Rey era la pieza vital para cualquier guerra y para ellos decidir si esta guerra comenzaría o no. Después de su última reunión con los ángeles enfurecidos, Elisa sabía que persuadirlos y explicarles la verdad sonaría como una excusa que no escucharían ni un minuto.
—Intentaré llamar a su majestad ahora —Orias se excusó y salió de la habitación a gran velocidad.
Elisa colocó su mano en la espalda de Ian, —Estoy segura de que estará bien —dijo e Ian se giró con un pequeño asentimiento como su respuesta.