—Ian había entrado en la habitación como si fuera una de las salas de su castillo. El abismo no pertenece a nadie más que a la muerte y a Dios, mientras que los ángeles de la muerte son aquellos que protegen y organizan la situación dentro del abismo al mismo tiempo, eligiendo almas que podrían pasar al purgatorio y aquellas almas que se convertirían en un segador siniestro.
—La criatura suspiró. —Incluso si sois vosotros dos habrá consecuencias por entrar al abismo o esta habitación.
—Ian levantó la mano y del aire fino sacó el pergamino enrollado para luego arrojárselo a la criatura. Aunque la criatura parecía muy frágil con sus huesudas manos cubiertas de moho, hasta el punto de que parecía que podría romperse en cualquier minuto, tomó el pergamino que Ian lanzó con facilidad y en el momento preciso.
—La criatura no dijo nada y, en cambio, giró el pergamino para ver la firma familiar.