—¿Quién eres? —gritó—. ¿Cómo entraste en el cuerpo de Belcebú?
—Oh, querida —Belcebú' inclinó su cabeza hacia un lado, haciendo que su siniestra sonrisa pareciera más oscura a medida que una sombra caía sobre un lado de su rostro—. Parece que hay un malentendido. Me acusas de algo que no he hecho. No estoy entrando en este cuerpo. Pero este cuerpo de verdad es mío —dijo el demonio.
Sus palabras ambiguas no ayudaron a Esther a comprender cómo podía haber una segunda persona en Belcebú.
—¿Tuyo? —preguntó Esther—. ¿Qué estupideces estás diciendo?
—Ay, esa boca sucia tuya es muy deslenguada a pesar de que tu rostro es muy hermoso. ¿No puedes domar un poco tu lengua, querida? —Belcebú apretó más su agarre, haciendo que los ojos de Esther dieran vueltas. Entre su desesperación por inhalar aire, podía ver la expresión emocionada brillando en los ojos rojos de 'Belcebú'.
No solo su cuerpo se entumecía, sino que su corazón también latía con dolor.