Cortando Lazos-I

Belcebú encontraba atractivo este lado desobediente de Esther. Tiró de su muñeca lo suficiente para acercarla sin hacerla caer sobre su pecho.

Tirando de su mano, colocó las palmas de Esther sobre su pecho —No creo que pueda disgustarme nada de ti. Sin embargo, a pesar de cómo parezco, me encantaría que fueras dulce conmigo.

Los ojos de Esther se estrecharon y lo miró con astucia —Confío en que en esta posición esa debería ser mi palabra.

—No te preocupes —guiñó un ojo—. A diferencia de ti, sé contenerme bastante bien.

La lámpara de aceite en la habitación parpadeó cuando el viento sopló a través de las grietas y hendiduras de la pequeña cabaña. Las sombras de la pareja se proyectaron sobre la pared junto a ellos.

La ropa interior de Esther se había deslizado de su cuerpo, y el calor que ahora compartían se transmitía mutuamente al contacto de su piel.