Auralitianos

A pesar de la abrumadora fuerza detrás de sus golpes, ni Ático ni Yorowin cedían ni un centímetro.

Sus armas se moliendo una contra la otra, el sonido chirriante como uñas arañando la tela del mundo.

El azul y el púrpura chocaban con el carmesí puro, mezclándose en un tono vibrante y caótico de rojo violeta que palpitaba con energía desenfrenada. La colisión irradiaba poder en todas direcciones, sacudiendo la tierra y el cielo por igual.

Y aún así, ninguno se movió.

En medio de la devastación, la mente de Yorowin corría como una supercomputadora, sus ojos completamente abiertos con absoluto asombro.

—¿Qué es esa arma? —se preguntó.

Su mirada carmesí temblaba. Hasta este momento, Yorowin había creído que nada acerca de Ático podría sorprenderlo más.

¿Qué podría ser más impactante que un joven de 17 años resistiendo el poder de un parangón?

Pero se había equivocado.

Porque ahora, estaba atónito más allá de lo creíble.