Zoey lloraba en la noche.
El bosque estaba completamente silencioso. El único sonido que resonaba entre los árboles eran los sollozos de una joven de cabello morado, una chica cuya belleza podría iniciar guerras.
Pero ahora mismo, no había nada bello en ella.
Su rostro era un desastre de lágrimas y espeso moco.
Sus piernas se habían rendido en el momento en que Atticus se fue, y había colapsado sobre la tierra suave.
Su frágil cuerpo temblaba, sus manos cubriendo su rostro mientras intentaba, desesperadamente, limpiar el interminable flujo de lágrimas.
Pero no importaba cuánto se limpiase, más caían, como una cascada impetuosa.
Su ropa estaba empapada en lágrimas.
Su cuerpo temblaba incontrolablemente.
Y por otra vez en su vida, Zoey lloraba sin restricciones.
Sentía todo.
Vergüenza.
Tanta vergüenza que apenas podía respirar.
¿Cómo podría volver a enfrentarse a él?
Atticus no había sido nada más que bueno con ella.
Había sido gentil. Atento. Cariñoso.