Lo Que Desea El Corazón

—Silencio.

Izanami pasaba mucho tiempo disfrutándolo.

Ella no era realmente el tipo de mujer que necesitaba muchas comodidades. Ni una cama, ni mantas, ni libros, ni nada realmente.

Ella sólo estaba contenta de estar en un espacio donde no estaba siendo atormentada por su hermano para su diversión.

Los días en esta habitación la habían hecho serena. Se despertaba y miraba la pared y no pensaba en nada, a diferencia de los rampantes actos de asesinato divino.

Quizás fueron las sedas las que lo hicieron. O el aire acondicionado.

Izanami se sentó en su cama. Esto marcaba la primera vez que se movía de su posición en más de veinte horas.

Miró la puerta instintivamente, casi como si esperara algo. Pero no importa cuánto tiempo esperara, la puerta no se abría.

—Realmente se han ido —se dijo.

Se había acostumbrado un poco a que Eris pasara por aquí. Aunque nunca se lo habría admitido.