Cuestiones Familiares

—Papá, yo— —Damien empezó a decir.

—Ejem —el hombre mayor se aclaró la garganta—. Pero yo.

—No me hagas repetirme, hijo. Come. Podemos hablar después de cenar .

—No tengo hambre —murmuró Damien.

—No me importa. Come. Pasas tanto tiempo en tu estúpido juego que apenas comes comida sólida. Probablemente eso es lo que te ha vuelto tan débil mentalmente. Come, chico .

Damien apretó los dientes, forzándose a poner la comida en su boca, aunque su estómago se revolvía con la idea de tragar la carne. Su apetito había desaparecido hace tiempo.

Desde que esa maldita prostituta de Piroquinetica le había robado su gremio.

El solo pensamiento de su rostro hacía que su corazón latiera con ira. Sus puños se cerraron sobre los utensilios mientras masticaba de mala gana la comida en su boca.

La cena continuó, el padre comiendo como un caballero distinguido mientras el hijo apuñalaba la comida con sus utensilios y masticaba agresivamente.