Al aterrizar, los últimos kobolds estaban siendo atendidos por las oleadas de no muertos bajo el control de David, y finalmente su camino estaba despejado.
—Todas estas vidas perdidas, todo por algo que aún no ha nacido —afirmó Kary, mirando a los cientos de monstruos muertos.
—Lo sé —respondió Alex, su rostro mostrando un atisbo de remordimiento.
—Oye, déjalo ya. Estos monstruos no habrían dudado en atacar a los humanos en el exterior si alguna vez hubieran salido de su mazmorra —dijo David con un tono duro.
—¿Lo habrían hecho? —preguntó Kary, dudando de que sus palabras fueran la verdad.
—Son drones sin mente bajo la estela de un monstruo mucho más poderoso y vicioso. Y aunque fueran libres de pensar por sí mismos, ¿crees que habría sido diferente? —respondió David, sus ojos mostrando confianza.
—Kary se encogió de hombros, dejando de lado la vacilación.
—Ya no importa, ¿verdad? —dijo ella, mirando la carnicería que los rodeaba.