Sangre y Redención

La caverna latía con un ritmo antinatural, las mismas paredes respiraban con el peso de una historia largamente olvidada.

Rowena y Narissara descendieron aún más en el abismo, el tenue resplandor de la oscura vegetación apenas iluminaba sus alrededores.

Y entonces, por fin, la vieron.

En el corazón de la caverna, una cuenca tallada de los mismos huesos de la tierra acunaba una fuente casi estéril que aún parecía tener unas gotas de un líquido escalofriante y luminiscente.

El líquido latía en lentas olas rítmicas—un azul zafiro profundo y resplandeciente, como si estuviera vivo con poder.

El Elixir de los Ancestrales.

Rowena se detuvo, su mirada fija en el hipnotizante resplandor, el líquido cambiaba como una sangre espesada, remolinos como si contuviera los restos de algo divino... o algo maldito.

Narissara exhaló bruscamente, sus usualmente compuestas facciones traicionaban un destello de urgencia.

—Todavía queda suficiente —dijo aliviada, avanzando rápidamente.