Se convirtió en aquello que odiabas

Los vientos secos de las tierras baldías de Zalthor aullaban a través del desierto desolado, arremolinando polvo y arena a su alrededor mientras Rebeca, aún temblando por la Mirada de la Agonía, de alguna manera se obligaba a levantarse.

Sus piernas se sentían como plomo, su respiración entrecortada, sin embargo, se negó a colapsar. No frente a él. No frente al hombre que una vez vio como nada más que una cáscara desechada, un juguete para las frustraciones de su hijo.

—¿Y ahora?

Ahora era él quien la miraba así.

—Como si fuera algo frágil. Algo digno de lástima.

Sus fríos ojos rojos ardían de ira, incluso mientras un profundo dolor no expresado se enroscaba en el fondo de su estómago.

—No me mires así... —su voz salía entre dientes apretados, sus puños se cerraban a sus costados—. Como si fuera algún tipo de criatura patética. Soporté todo y llegué tan lejos para ser yo quien diera esas miradas. No al revés.