El cielo carmesí se extendía vasto sobre la tierra, la oscuridad densa en el aire mientras Valeria surcaba a través de él, su pesada espada enfundada en su espalda.
Cada batir de su vuelo enviaba ondas de choque ondulando por el cielo, su presencia era una sombra inquietante moviéndose contra el atardecer sangrante.
Debajo de ella, la tierra estaba llena de movimiento: grupos de demonios de varios clanes, todos armados hasta los dientes, esperando como carroñeros rodeando a su presa.
Sus estandartes ondeaban violentamente en el viento, sus armas brillaban con poder infundido de maná.
¡Todos juntos sumaban alrededor de 50,000 fuerzas!
¿Su propósito?
Derribarla y capturarla.
Cazar a su rey que ya no tenía un reino que lo respaldara.
—¡Ahí está! ¡La protectora del Rey Inmortal! —gritó una voz ronca desde la horda.