Balder, aún sosteniendo el pergamino, dio un paso adelante y comenzó a leer las penas por un crimen de tal magnitud con una voz tranquila pero firme.
—Kaizen, hijo de Midgard, según las leyes de los dioses y el equilibrio de los reinos, la pena por asesinar a un dios primordial es la muerte.
Las voces crecieron en volumen y todas las miradas se volvieron hacia Kaizen, quien se mantuvo firme, aunque había un atisbo de preocupación en sus ojos. Sabía que su defensa no sería fácil y que su vida pendía literalmente de un hilo.
De repente, un sonido distintivo de pasos resonó a través de la sala, interrumpiendo lo que parecía ser un veredicto inminente. Loki, el dios del engaño y la astucia, se levantó de su trono con una sonrisa enigmática en sus labios. Sus ropas verdes y doradas centelleaban a la luz de las antorchas, y sus ojos brillaban con una mezcla de malicia y curiosidad.