Con la respiración agitada y el corazón acelerado, Kaizen mantuvo su lanza firme contra el pecho de Thor, su energía psíquica pulsando a través de cada fibra de su ser. El Dios del Trueno, con sus ojos azules brillando de determinación, no hizo movimiento alguno para apartarlo. El salón estaba completamente silencioso, los dioses presentes observaban la escena con una mezcla de admiración y miedo.
Cada músculo en el cuerpo de Kaizen gritaba de agotamiento, pero él sabía que este era el momento. Tenía que demostrarles a estos dioses que un mortal podía enfrentarse a uno de ellos como un igual. Su mente se debatía entre estrategias, pero había una parte de él que sabía que la lucha estaba lejos de terminar.
—Eres impresionante, Kaizen —dijo Thor, con su voz profunda y resonante retumbando a través del salón—. Pero esta pelea está lejos de terminar.