La claridad del crepúsculo bañaba el bosque, donde los rayos del sol atravesaban las intrincadas ramas, creando un juego de sombras que bailaban al ritmo del viento suave. En la parte norte, Cephal y Zukas se miraban fijamente, cada uno sintiendo el peso de la tensión en el aire. La atmósfera estaba cargada con la expectativa de una inminente batalla, y ambos combatientes sabían que el enfrentamiento sería implacable.
Cephal, con su constitución robusta y musculosa, se movía con la gracia de un depredador, sus ojos fijos en Zukas. Manejaba su espada hábilmente, la hoja brillando amenazadoramente con la luz moribunda.
—Veamos si puedes manejarlo —repitió, su voz sonando como truenos amortiguados.
Zukas, por su parte, se mantenía firme, su postura defensiva reflejando la confianza y la calma de un guerrero experimentado. Sus manos brillaban con una luz suave, y canalizaba su energía interna con precisión calculada.
—Estoy listo, Cephal. Comencemos.