El amanecer llegó con timidez, apenas atreviéndose a ahuyentar la oscuridad que aún se cernía sobre el pantano donde se encontraban Alaric y Kaizen. El lugar tenía un ambiente sombrío, como si siempre fuese el crepúsculo.
El sotobosque, entrelazado con árboles esqueléticos, creaba formas fantasmales, mientras una espesa y casi sobrenatural niebla se elevaba desde el suelo, ocultando lo que pudiera acechar en las sombras.
Kaizen caminaba con cautela, sus ojos atentos a su entorno. Cada paso parecía hundirse ligeramente en la tierra húmeda, produciendo un ruido sutil pero constante. Estaba acostumbrado a terrenos difíciles, pero algo en este pantano ponía todos sus sentidos en la más alta alerta. Era como si el aire mismo estuviese cargado de tensión, con una silenciosa expectativa.