Kaizen sintió una ligera tensión en el aire mientras Elara se inclinaba hacia adelante. Sus ojos azules, ahora parcialmente ocultos por un mechón de cabello plateado que caía delicadamente sobre su rostro, lo analizaban con una mirada profunda y curiosa, casi como si intentara desentrañar los secretos que ocultaba bajo su capucha.
El suave crepitar de la chimenea en el fondo llenaba el silencio, mientras las sombras de las llamas danzaban en las paredes de madera tallada, otorgando a la habitación una atmósfera mística y envolvente. Aunque la taberna no estaba completamente llena, había una energía tranquila, casi reverente, como si cada persona allí presente fuera consciente de la importancia de ese momento.