Karyk se sentía como si estuviera en todas partes. Flotaba en el vacío sin cuerpo, pero también estaba dentro del charco de sangre.
La estaca que apuñaló el corazón del Príncipe era una parte de él. Los demás no habían matado al Príncipe. Fue él quien había matado al Príncipe.
Karyk podía sentir cómo los recuerdos del joven niño eran devorados junto con su sangre. No solo sus recuerdos, sino toda su existencia estaba siendo consumida por este abismo.
Karyk vio desplegarse toda la vida del joven Príncipe frente a sus ojos, desde el momento en que el Príncipe nació hasta el momento en que escapó del Palacio y luego regresó, solo para morir.
Los recuerdos del Príncipe estaban siendo devorados, pero no estaban solos. Su alma y cuerpo también estaban siendo consumidos.
El cuerpo del Príncipe comenzó a desintegrarse en motas de luz, cayendo lentamente en el charco de sangre, descendiendo a las profundidades. Incluso sus lágrimas se convertían en luz y se fusionaban con la sangre.