—Mi sangre hervía de ira mientras Belinda estaba allí, sonriendo con suficiencia, su mirada desviándose hacia mis hijas. La osadía que tenía —de aparecer aquí, bajo las órdenes del Alfa Jared ni más ni menos, y de insinuar siquiera llevarme lejos de mis hijos— ya me había llevado al límite. Pero cuando sus ojos se estrecharon en Maeve y Vina, sus labios curvándose con esa sonrisa torcida, algo se rompió dentro de mí.
—Belinda —dije, mi voz baja y temblando de furia—, no pondrás un dedo encima de mis hijas.
Belinda inclinó su cabeza, imperturbable, pareciendo divertida por mi arrebato. Se acercó más, ignorando mis palabras mientras extendía una mano hacia Maeve y Vina, quienes se acurrucaban juntas, sus ojos grandes con miedo.
—Oh, no seas tan dramática, Selene —se burló con condescendencia—. El Alfa Jared simplemente está cuidando de ti. Quiere que te unas a nuestra causa, que estés donde perteneces.
Su mano se extendió aún más hacia Maeve, y eso fue todo.