Un par de semanas después de que el nuevo intruso se mudó, María había comenzado a sospechar y a luchar más y más por su territorio.
Era una desgracia total que ella, siendo la Luna T de la manada, estuviera en conflicto con un simple esclavo.
La enfurecía.
Sabía, por supuesto, que no podía enfrentarse a su esposo porque él no quería saber absolutamente nada al respecto.
Se enfadaba con frecuencia con los demás sirvientes y nadie quería cruzarse en su camino.
Todos la evitaban de la mejor manera posible.
Por otro lado, Red era amable y todo sonrisas con ellos.
Ella fue bien recibida, trabajaba y reía con ellos y a María le quemaba ver que todo por lo que había trabajado duro simplemente se había ido en un abrir y cerrar de ojos.
Esa mujer era hermosa y todo lo que ella no era.
Desde la llegada de Red, apenas había tenido la oportunidad de dormir con su esposo.
Aunque él ahora estaba mucho más frecuentemente en casa.