María lloraba desconsoladamente ante el giro del destino.
¿Era porque aún no había concebido?
Solo llevaban un año casados y él realmente no había podido unirse a ella porque siempre estaba viajando.
¿Entonces esto era ahora culpa de ella?
Él había decidido acostarse con otra mujer y para empeorar las cosas, la había dejado embarazada.
Incluso la había traído a la manada.
María estaba furiosa, el odio la consumía.
Veneno, rabia e ira.
¿Qué iba a hacer?
Se sentía traicionada, maltratada y enfadada.
Se sentía humillada.
Su nombre estaba manchado, su ser estaba manchado.
Todo su ser estaba manchado.
Se abrazó a sí misma mientras lloraba.
No tenía idea de qué hacer exactamente.
Después de un rato de llanto y de no poder dormir ni comer, decidió mandar a buscar a su madre.
Acababa de terminar de escribir la carta invitando a su madre a venir.
Pero iba a haber un retraso.
Y necesitaba ver a su madre con urgencia.
Suspiró profundamente y decidió que iba a ir ella misma.