—¿Qué? —preguntó él, sin palabras.
Ella tragó fuerte.
—Por favor, no me mates —ella le rogó.
—No voy a matarte —dijo él mientras la sujetaba firmemente de los brazos.
Parecía genuinamente confundido. —¿Por qué demonios crees que te mataría?
Sus labios temblaron mientras reunía el coraje para decirle las palabras.
—Y... y... tú piensas que no es tuyo —dijo ella—. No he dormido con nadie más que contigo. He escuchado los rumores. Nunca has dejado embarazada a nadie. No me creerás si te digo que realmente es tuyo.
Para entonces las lágrimas ya corrían por sus ojos.
Él parecía sorprendido por sus palabras.
Él tocó suavemente sus mejillas y secó las lágrimas.
—Jazmín, sé que el bebé es mío —dijo él, dejándola atónita.
Su boca se abrió, sorprendida.
Intentando entender lo que él acababa de decir.
—¿Eh? —dijo ella, ahora era su turno de estar perdida.
Él suspiró profundamente. —Jazmín, sé que el bebé es mío. No creo que hayas dormido con alguien más.