LA PROMESA

Jazmín estaba inquieta en la habitación.

No tenía nada que hacer durante todo el día.

Intentó dormir, pero el sueño se negó a llegar.

¿Se suponía que debía hacer esto durante los próximos once meses?

Iba a volverse loca.

Ahora estaba sentada junto a las grandes ventanas francesas de su dormitorio y mirando hacia la manada mientras todos continuaban con su vida.

Se sentía atrapada y sofocada.

Suspiró para sí misma mientras tocaba suavemente su estómago.

Un bebé.

Un pequeño cachorro propio.

Sonrió al pensar en su bebé.

Por primera vez en su vida, tenía algo a lo que realmente mirar adelante.

Hubo un golpe en la puerta y luego entró Fiona.

Ella suspiró aliviada.

—Gracias a Dios estás aquí —dijo Jazmín con deleite.

Fue un gran alivio ver ahora a otro ser humano.

—Lo siento, tardé tanto —se disculpó Fiona y unas tres criadas entraron con bandejas de comida.

Jazmín sonrió. —Mientras estés aquí, eso es todo lo que importa. ¿Toda esta comida?