La luna era una delgada astilla en el cielo negro como la tinta, ofreciendo poca luz mientras Xaden se sentaba junto al fuego, afilando su hoja con golpes lentos y deliberados. Él y sus hombres habían decidido que era hora de acampar después de viajar sin parar durante horas. Limpió su espada distraídamente mientras pensaba en Jazmín y su bebé por nacer. Había odiado ver cómo ella lo miraba cuando era hora de que se fuera. Como si sintiera que algo estaba mal. Él sacudió la cabeza para quitarse eso de la mente. Quería hablar con Erik al respecto y luego sintió alivio de que Erik no estuviera con él sino más bien en casa, en la manada. Así que Xaden suspiró y se volvió a sentar.