Los retratos en la pared

La actitud juguetona de Vanda se tambaleó ligeramente, su sonrisa desvaneciéndose. —¿Maquinaciones? Oh, Rosina, siempre tan rápida en asumir lo peor de mí —dijo, sacudiendo la cabeza en desaprobación.

Rosina no se inmutó por las palabras de Vanda. Se conocían desde hace mucho tiempo, así que sabía que Vanda tenía otros motivos. —No te metas conmigo —replicó ella, rodando los ojos.

—¿No puede una amiga pasar a saludar sin ser acusada de tener motivos siniestros? —Vanda exhaló sorprendida, haciendo pucheros.

Rosina se acercó, su tono bajo y mordaz. —Nunca has sido de las que hacen visitas inofensivas, Vanda. Cada vez que apareces, el caos te sigue. Necesito saber —¿qué quieres de Gastone?

Al oír las palabras de Rosina, Vanda no pudo evitar reír. —¡Oh por Dios! ¡Jajaja! ¿Estás escuchando lo que has dicho, querida Rosina? El caos no me sigue a mí... —dijo entre risas.

—Vanda... —Rosina habló con advertencia, refiriéndose a que Vanda no cruzara la línea.