Para la hora del almuerzo, Lucía estaba sentada sola en la larga mesa del comedor. Ya había comida preparada por las sirvientas que no había visto antes.
—Señora Lucía, es posible que el Maestro Daniel no pueda venir a almorzar ya que todavía está en la reunión —informó Base, el mayordomo—. Él bajó la cabeza antes de situarse detrás de la silla de Lucía.
—Oh, está bien. No pasa nada —respondió Lucía incómodamente—. Agarró sus utensilios y comenzó a cortar el bistec, pero podía sentir el vómito subiendo desde su estómago.
Las imágenes de cuerpos desmembrados no dejaban de atormentar a Lucía desde que la memoria fue refrescada. Empujó el bistec y enfocó su atención en los vegetales cercanos.
—¿No es de su agrado el bistec? —preguntó Base al notar las acciones de Lucía.
Lucía negó con la cabeza. —Prefiero comer vegetales por ahora —respondió en voz baja, tomando un bocado de una zanahoria.