1 AÑO DESPUÉS
Chen Xiaotian, acompañado por un joven cultivador del clan llamado Chen Ming, caminaba por las animadas calles de Ciudad del Sol Naciente, el lugar donde se alzaba la sede del clan Chen. A pesar de su corta edad, Xiaotian ya mostraba una inteligencia y madurez inusuales para un niño de tres años.
Mientras paseaban entre los puestos y mercaderes, un anciano vestido con ropas harapientas se les acercó. Su rostro estaba cubierto de arrugas, su espalda encorvada, y sus ojos apagados.
—Señor, por favor… ¿podría darme una moneda, o un poco de comida? —murmuró con voz temblorosa.
Chen Ming frunció el ceño y gruñó con desprecio:
—¡Púdrete, viejo inútil!
Justo cuando el anciano se disponía a alejarse, Chen Xiaotian lo detuvo con voz suave pero firme:
—Hermano Ming… dale una moneda. Si lo haces, le diré a mi padre que te dé algo más de dinero.
Chen Ming se sorprendió por la astucia del niño, pero no quiso desaprovechar la oportunidad. Con una sonrisa falsa, sacó diez monedas de cobre y se las entregó al mendigo.
—Ten. No digas que el clan Chen es cruel.
El anciano tembló ligeramente al recibir las monedas. Luego, se acercó a Chen Xiaotian y le entregó un libro cubierto de polvo.
—No tengo mucho para agradecerte, pero este viejo tomo ha estado conmigo por años. Quizá te sirva más a ti que a mí —dijo, antes de desaparecer entre la multitud.
Xiaotian tomó el libro con respeto y respondió:
—Muchas gracias, abuelo. Cuídese.
Cuando el sol cayó y la ciudad comenzó a sumirse en penumbra, Chen Xiaotian regresó al clan.
Esa misma noche, en la residencia de Chen Tian
—¿Qué sucede, hijo? —preguntó el líder del clan, viendo llegar a Xiaotian con rostro sereno.
—Padre, para ayudar a un mendigo, le pedí a Chen Ming unas monedas. Le prometí que tú le darías el doble de lo que me dio… fueron diez monedas de cobre.
Un silencio incómodo llenó la sala. Chen Tian cerró los ojos lentamente, respiró hondo, y respondió con voz baja:
—Hijo… ve a descansar.
—Sí, padre —dijo Xiaotian, haciendo una leve reverencia antes de retirarse.
Instantes después, Chen Tian mandó llamar a Chen Ming.
—¿Sabes por qué estás aquí? —le preguntó el líder.
Chen Ming sonrió, confiado.
—Sí, maestro. Para darme el dinero prometido por su hijo.
Chen Tian negó lentamente con la cabeza.
—No te traje aquí para darte dinero… sino para matarte.
Antes de que Chen Ming pudiera reaccionar, el puño de Chen Tian impactó contra su pecho, destruyendo su corazón al instante. El cuerpo sin vida cayó al suelo sin emitir un sonido más.
Más tarde, en la habitación de Chen Xiaotian
El niño abrió el libro entregado por el mendigo. Estaba cubierto de polvo, y su portada apenas se podía leer. Luego de limpiarlo, unas palabras se revelaron:
[Creación del Mundo]
—¿Cómo es posible que un mendigo tenga algo así? —pensó.—¿Será una potencia oculta disfrazada… o no tenía idea del valor del libro?
Con cuidado, comenzó a leerlo. Cada página era compleja, profunda, casi imposible de comprender. Sin embargo, día tras día, Xiaotian avanzaba.
Después de un mes, apenas había comprendido una pequeña fracción de su contenido. Pero esa fracción bastó.
Su cuerpo se fortalecía lentamente, su memoria se agudizaba, y por alguna razón, cada línea que leía quedaba grabada en su mente con solo una lectura.
—Este libro… es más que una simple técnica. Es conocimiento puro. Y pronto… lo usaré para comenzar mi cultivo.