Capítulo 1: Un sueño que plasmó su realidad – Demian Windsor I  

Remia, Isla Rem, Palacio Real - 20 de Septiembre - Año 526

 

Demian se despertó a mitad de la noche. Sudado, y con lágrimas en sus ojos. Esos sueños no paraban, sin ir más lejos, habían acaparado su mente todas las noches hacía semanas. Aunque, más que sueños que denotaban una ilusión, parecían recuerdos, recuerdos que muy en el fondo de su alma anhelaba volver a vivir, sin motivo, sólo sentía esa angustia extenderse por su pecho y cerrar su garganta cuando se despertaba y se encontraba en esa oscura y silenciosa habitación del palacio.

 «No es sensato, Rygal me lo dijo, y yo concord黸 pensó, recordando aquello que Rygal le había dejado en claro cuando le hizo esa pregunta una semana atrás.

 Todavía enredado en cierta nostalgia ajena y confusión ante no reconocer de dónde venía esa sensación, se puso de pie. Al salir de la habitación se dirigió sin pensarlo mucho a la cima del palacio, donde se encontraba el balcón que muchas veces el rey utilizaba en actos protocolares frente a los habitantes de la Isla Rem. Él no se interesaba mucho en la historia de su nación, o de sus líderes, pero por lo que sabía, ese lugar fue usado por primera vez para tal función en la primera boda celebrada en el palacio, unos treinta años atrás... La de Rygal Di Rem y Clio Windsor.

 Él no quiso usar mucha lógica cuando Rygal le contó que Clio era su madre, o se lo dejó en claro a medias, había muchas cosas en su propia identidad que contradecían ciertos pensamientos que tenía. Él probablemente sí era el hijo de Clio Windsor, así como el hijo de Rygal Di Rem, y todo lo que haber nacido en esa familia conllevaba. Sin embargo, lo que más lo dejaba en una encrucijada entre sus sentimientos inconclusos y su deseo de no querer revivir instancias de su pasado era el hecho de que no paraba de soñar con su madre, con ella y su mirada, su voz, su sonrisa, y cada que volvía en sí, quería volver a soñar con ella, quería volver a recordar una etapa de su vida que creyó olvidada, y entre todo eso, su pasado iluminándose a cada instante en esa oscuridad que años atrás significó una laguna mental que lo convirtió en la persona que era en el presente.

 Al apoyarse en el borde del balcón, del mismo material que todo el castillo, su mirada se perdió en el horizonte donde el sol estaba saliendo, más allá del oeste de la isla, sobrepasando las compuertas que cerraban los inmensos muros que rodeaban Rem. En esa dirección se encontraba el resto de la nación, Remia, justo donde comenzaba la Bahía de la Libertad también se encontraba la ciudad de Crystel, donde, según Rygal, residía su familia, el clan Windsor, y junto a ellos, Clio, su madre.

 Una loca idea pasó por su cabeza al asimilar tal detalle, una idea que incluso su padre había desaprobado días atrás, pero que él mismo no vio precipitada si es que por algún motivo esos sueños seguían presentándose en su mente. 

 «Lo haré bajo mi propia consideración», pensó. Y su propia consideración era, dentro de todo, un poco de ese conjunto de deseos que, aunque pertenecían a su alma y corazón, no sabía de donde venían; entre los que se encontraban anhelos como querer saber qué sucedió once años atrás, o antes inclusive; querer saber si ellos todavía lo recordaban, de si volver sería el camino que debería tomar para recordar ese pasado difuso... De querer saber si su madre aún seguía amándolo como al parecer lo amó antes de que se lo declarara muerto y perdiera la memoria.

 Desde los catorce años, cuando despertó luego de pasar dos años en coma en consecuencia a su accidente, prácticamente fue nacer de nuevo, y se sintió ajeno a ese mundo en el cual terminó por despertar, rodeado de la realeza, de los lujos de la élite y de una figura superior que denotaba influencia ante todos, como lo era Rygal. Se creó una propia forma de ser y de tratar con ellos, sentirse ajeno a ese mundo lo volvía algo alienado, con una arraigada mezquindad que alejó a todas las personas que quisieron ayudarlo en ese proceso de recuperación. En consecuencia a ese accionar, se confinó en su habitación por mucho tiempo, tal vez años, y entre su soledad y su desconocimiento, tanto como su sentimiento de verse como un forastero, su mente fue su única compañía, su mente y sus sueños, sus recuerdos, anhelos y deseos, así como sus pesadillas y miedos. Sacó tantas conclusiones que se hizo una idea de lo que fue incluso antes de que Rygal le dejara en claro su identidad, y lo vio como un padre luego de percatarse al mirarse frente al espejo, que poseía su misma mirada. Pero aunque Rygal jamás lo trató a él como sí trató a Cole cuando se hizo cargo suyo, nunca tuvo la sensación de que realmente él lo viera como su hijo, porque al mismo tiempo veía como Ryder trataba a los suyos, y no era nada parecido, pero tampoco hizo nada para que no fuera así, porque aunque Rygal fuese su padre, y él no lo viera como uno, prácticamente era lo único que tenía, y de tal manera, permitió que él fuera el único que decidiera por él en su vida, como pago por salvarlo, por hacerlo fuerte y, aunque lo hizo a su manera para nada convencional, criarlo. 

 No era sólo ese sentido de encontrar una figura paterna en su vida lo que dividía esas emociones que lo llevaban a grandes dilemas existenciales, porque a Ryder no era el único al que veía tratar con sus hijos, también veía a Yndra, su esposa, y en ella veía a una madre ser cariñosa y cálida, protectora y maternal, y cada vez que lo hacía, sentía un vacío en su pecho, y ninguna emoción era capaz de al menos llenarlo, y él la quería hallar. Incluso antes de comenzar a soñar con su madre y conocer su nombre e identidad él ya anhelaba saber sí ella existía, porque por más que Rygal fuera la única figura paterna de su vida, él no pudo haber salido de la nada, y Rygal sí tenía una esposa, y otros hijos, no era algo que desconocía, ni algo que pretendía ignorar, por más de que se lo tuviera que proponer para sostener ante el mundo que enfrentaba y del cual se sentía ajeno la forma de ser que había adoptado para que este no lo sobrepasara... Eso fue, más que nada, una gran enseñanza de Rygal.

 Escuchó el nombre de su madre por primera vez a sus dieciocho años, Rygal le había prometido que le contaría todo su pasado cuando él estuviese preparado, y ese día sucedió. Aunque en realidad, sólo le pidió respuestas al paradero de su madre, en ese momento era lo único que quería saber. Y supo de ella, y al saber de ella, todo hizo sentido en su corazón, y aunque ese vacío que sentía en su pecho no había desaparecido, tenía motivos para hallar una sensación capaz de satisfacer su búsqueda. Pasaron años con la idea de su madre en su cabeza, intentando hacer de ella una figura contemplativa en su mente, pero nada ayudaba, porque no sabía nada de Clio Windsor, no hasta que tuvo ese primer sueño. Ese día despertó de una manera distinta a la cual venía haciendo hacía ocho años. Se sentó en su cama, y casi inconscientemente, sonrió, mientras su corazón no paraba de latir. Porque ella existía, y esa idea suya, no era un idea equivocada, ella era lo que siempre quiso que fuera, aun sin conocerla, aun sin recordarla, desde ese instante, no podría olvidar su rostro jamás.

 «Tal vez», pensó, apoyándose más fuerte en el muro del balcón. Con un impulso, se paró en este.

 Miró hacia atrás, asegurándose que no hubiese nadie cerca, Rygal no se podía enterar que iba a hacer eso. Y con la seguridad de que era el único que se encontraba en esa parte del palacio... Se lanzó por este, y segundos antes de tocar el suelo, alzó vuelo en dirección a Remia... Al lugar que años atrás funcionó su hogar, y la clave de su pasado.

 

Después...

 

Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 20 de Septiembre - Año 526

 

 Clio se despertaba todas la mañanas temprano, no hacía mucho en la casa, pero le gustaba pasar la mayoría de la mañana regando y cuidando el jardín trasero de la mansión de su familia. Este era inmenso, se extendía hasta más allá de los límites del terreno, casi llegando al río que rodeaba Crystel, en la periferia de la ciudad.

 La mañana ya se acababa, y mientras regaba la última parte del jardín, la más cercana a la entrada a la casa, sintió, extrañamente, una sensación de estar siendo vigilada. Ella no utilizaba en demasía su energía, de hecho, sabía apenas usarla a un nivel básico, Rygal en el pasado le había enseñado lo justo y necesario como para que ella pudiera defenderse, pero hacía demasiado tiempo no ponía en práctica sus habilidades, por lo que, fuera lo que fuera esa sensación, rogó que no estuviera en peligro, porque tal vez no iba a poder hacer nada para defenderse, a menos que su hijo lo supiera al instante, y llegara a protegerla, aunque seguramente estaba siendo demasiado optimista. En la casa no había nadie, por lo que, fuera lo que fuera, estaba convencida de que no iba a tener escapatoria.

 —¿Quién anda ahí? —preguntó, dejando la regadera en el suelo, mientras lentamente daba paso tras paso hacia atrás, en dirección a la puerta de entrada.

 Nadie respondió, pero la sensación seguía ahí. No quiso sentirse cobarde ante lo que sea que fuera eso que la estaba acosando. Frenó sus pasos hacia atrás y en un arranque de valor volvió a caminar en dirección al jardín, adentrándose en los rosales. Justo en el medio de dos de ellos, que se separaban en rosas blancas y rosadas, había un banco de madera decorado con una enredadera púrpura, a este banco también lo rodeaba una especie sendero de piedras que se extendía por cada uno de los estrechos de los rosales, como pequeños caminos que se abrían por un laberinto.

 Clio se acercó al banco, y se apoyó en la barandilla de este, pensaba utilizar el metal que unía cada madera para crear un arma si por alguna razón alguien se le aparecía en ese instante, no era muy buena peleando con armas, no era muy buena peleando en general, pero podía darse maña, por lo que ya estaba preparada para reaccionar, a cualquier cosa que se le apareciera en frente.

 Mientras apretaba más fuerte el metal al mismo tiempo que activaba su energía, el crujido de unos pasos sobre la piedra del sendero resonó detrás de ella, y en lugar de darle más valor para que tomara ese metal e hiciera el arma que tenía pensado, la hizo detenerse. Su corazón latió más rápido, como si un presentimiento, contrario al que estaba sintiendo desde el inicio, se apoderara de ella. Se giró lentamente, con algo de miedo, pero de curiosidad también, y al hacerlo, el aire pareció detenerse. Justo frente a ella, de pie, bajo el arco de rosas que marcaba la entrada al jardín, estaba un chico que conocía demasiado bien, y que al mismo tiempo, a pesar de que nunca pudo olvidar ese rostro, no reconocía del todo.

Él era... ¿Él era? Era él... Sí... Era Demian.

El mundo a su alrededor se volvió difuso. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba comprender lo que veía, con un intenso estremecimiento que paralizó su cuerpo entero. Su hijo, al que había llorado cada noche durante once años, estaba allí, vivo. Sus labios temblaron al intentar pronunciar su nombre, pero el nudo en su garganta no la dejó.

Demian dio un paso hacia ella, con unos movimientos sutiles y cautelosos, como si temiera asustarla, después de todo, él sabía que ella creía que él estaba muerto, y ese pensamiento de que ella reaccionara de una forma inesperada aun lo invadía. Sin embargo, a pesar de que había perdido la memoria ocho años atrás, los sueños difusos que identificaba como recuerdos, aquellos que le mostraban a una mujer cálida, hermosa y sonriente, poseedora de esos brazos que lo habían sostenido con amor y devoción en el pasado, lo guiaron hasta ese momento. Mientras tanto, seguía observándola con una mezcla de duda y anhelo en su corazón, buscando en su bello rostro algún indicio de que era bienvenido... Otra vez.

—Madre, ¿Eres tú? —finalmente murmuró una pregunta, y aunque su voz se tornó ronca, en realidad junto a esas palabras cargaba una intensa emoción contenida en su pecho.

Esa sola pregunta rompió todas las barreras que Clio había construido en su corazón durante la última década. Dio unos pasos tambaleantes hacia el lugar en el cual ese chico estaba parado, pero antes de que pudiera siquiera pensarlo, comenzó a correr hacía él, con sus brazos, que como un gesto inconsciente proveniente de ese amor que tan feliz la hizo en el pasado, ya tenía extendidos. Lo abrazó con una fuerza desesperada, arraigándose al chico en demasía, como si temiera que pudiera desaparecer de nuevo.

—¡Demian! ¡Demian, eres tú! —declaró, entre sollozos, hundiendo su rostro en el pecho de su hijo, mientras las lágrimas caían sin control.

Su cuerpo temblaba, incapaz de contener la mezcla de alegría, sorpresa, culpa y nostalgia.

Demian titubeó antes de rodearla con sus brazos, permitiendo que esa sensación olvidada pero que tanto anheló como lo era la calidez del abrazo de una madre, lo envolviera de nuevo. Cerró los ojos y se permitió por un instante olvidar su confusión y sus dudas, se permitió olvidar la inseguridad que había causado en él tantos pensamientos intrusivos, o lo dicho por su padre... Olvidó todo en un instante. En ese abrazo, sintió una chispa de lo que había perdido, y el amor incondicional que tanto había añorado. Con ese abrazo, se sintió amado por su madre de nuevo... Luego de ocho años, por fin.

—¿Todavía me amas, mamá? —preguntó, con sus palabras atrapadas en un susurro.

Su voz tembló cuando la vulnerabilidad de su corazón denotó su verdadero estado, el de un niño perdido que lo único que había querido por mucho tiempo era reencontrarse con su madre.

Clio se apartó apenas lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Sus manos temblorosas acariciaron el rostro de su hijo, ese rostro que ya no era el mismo rostro tierno y pequeño que alguna vez tuvo entre estas, pero que seguía siendo tan reconocible como hermoso, era Demian, todas sus dudas se habían despejado, y aunque en los gestos de su rostro poco a poco se iban trazando las líneas que el tiempo y el sufrimiento habían dejado en él... Se sintió con la osadía suficiente para poco a poco irlas borrando con su pulgar... El llanto de su hijo fue lo que mucho tiempo atrás la hizo estremecer, pero en ese momento, más que nunca, no podía hacerla más feliz... Él había vuelto, y ella, estaba ahí para consolarlo. Once años después.

—Siempre te he amado, Demian... Nunca dejé de hacerlo, ni un solo día de mi vida, ni un solo momento de estos once años. —Su voz se quebró, y con su firme mirada haciendo de guía, la honestidad se convirtió en una amorosa sonrisa. A pesar de su felicidad, la culpa comenzó a asomarse en sus ojos verdes, acompañando también ese amor inmenso que juró sentir por él por la eternidad—. Perdóname, hijo mío... Perdóname por no haber podido protegerte, por haberte perdido... Perdóname por estos once años en los que no pude estar a tu lado, perdóname por todo... Yo, nunca dejé de sufrir por tu partida, yo... Creí que no te volvería a ver jamás.

Demian negó con la cabeza, sus ojos se llenaron de una emoción que no sabía cómo nombrar. Esa emoción que buscó para rellenar el vacío que sintió en su corazón por años... Pero aunque esa sensación no tenía nombre, la pudo hallar, en ella, en ella y en todo lo que soñó... En Clio... La pudo hallar en su mamá.

—No importa, mamá... Estoy aquí ahora, volví, y tú estás aquí también... Eso es lo único que importa —aseguró, y esbozó una sonrisa que ocupó su rostro de par en par.

Con un nuevo abrazo, el viento sopló con suavidad, empujando, además del cabello de ambos, las rosas blancas que los rodeaban a ambos. Clio siempre asumió que para ella el significado de estas eran la de la pureza del alma, y no se equivocó cuando se percató de que terminaron siendo testigos del reencuentro con su hijo. El ser más puro que alguna vez conoció.

 

Más tarde...

 

 El ambiente en el jardín se impregnó de una calma melancólica luego de la emoción inicial del reencuentro. Ambos, Clio y Demian, se encontraban sentados en el banco de madera que se encontraba a la mitad del sendero que recorría desde la entrada hasta el final del primer rosal. El silencio entre ellos no era incómodo, en realidad se sintió como una pausa cargada de emociones que sobrevino luego de la explosión inicial, y que funcionó como puente para que las palabras volvieran a tomar forma lentamente.

Clio, con los ojos aún húmedos y las manos entrelazadas sobre su regazo, fue la primera en hablar:

—No sabes cuántas noches pasé rezando por un milagro, Demian... Aunque realmente creí que habías muerto, y el mundo entero me lo hizo saber, a pesar de eso una parte de mí siempre quiso creer que no era verdad... Pero, cuando los días se volvieron años, empecé a pensar que quizás era una cruel fantasía de mi mente, y sólo me resigné, me resigné a sufrir eternamente por aquello que nunca iba a poder ser, y ese sufrimiento me destrozó por dentro, yo... Me perdí, sin ti y tus hermanos, no supe qué hacer. —Sus labios temblaron palabra a palabra—. ¿Qué fue lo que sucedió contigo, cariño?

Demian se inclinó hacia adelante, con un ligero movimiento consiguió ver un poco del rostro de su madre, pero luego de entrelazar sus manos, bajó su miraba al suelo.

—Fue un accidente, mamá... No recuerdo mucho realmente, sólo fragmentos... Una caída, un sonido que aturdió mi mente dándole entrada al dolor, y luego de eso, nada más... Cuando desperté, estaba en un lugar desconocido, rodeado de extraños... Me dijeron que sabían quién era, pero yo no podía recordarlo, de hecho, no podía recordar nada —paró, su tono de voz era bajo, se encontraba cargado de una mezcla de culpa y tristeza. Su mirada siguió fija en el suelo—. Lo único que me quedaba eran mis sueños, algunas imágenes borrosas de alguien... Tú, mamá... Pero no sabía cómo encontrarte.

—Todos creímos que habías muerto, Demian... Tuvimos tu funeral, y debí sospecharlo, porque tu ataúd estaba cerrado... Pasaron muchas cosas luego de ese día, pero entre todo lo que pasó, sólo puedo recordar la reacción de Rhys... Él nunca se pudo recuperar de haberte perdido siendo apenas un adolescente, no quiso aceptarlo, hasta que... Hasta que ya no había vuelta atrás, y luego de ver tu ataúd ser cubierto por tierra, el mundo de todos se rompió, nos resignamos a la cruda realidad, esa de que te habíamos perdido. —Clio se llevó una mano a su boca, tratando de contener un sollozo, ya que su voz se quebró apenas mencionó a Rhys, el peso de muchas emociones se terminó evidenciando en cada palabra.

Demian levantó la vista al escuchar ese nombre. El mismo nombre que había escuchado tantas veces de parte de Rygal. Quien, según su padre, era la pieza más importante de su pasado, incluso más que su madre, y tal vez tuvo razón, porque hasta ella se lo hizo saber.

—Rhys... Aun no lo recuerdo de todo, pero por lo que pude deducir de lo que he escuchado suyo, y de unos pocos flashes en mi memoria, ¿Él era fuerte, cierto? Era... No lo sé, ¿Yo lo admiraba, no es así?

Clio sonrió débilmente, sus ojos de la nada reflejaron una profunda tristeza. Si tan solo Rhys estuviese presente en ese momento, tal vez las cosas serían más claras para Demian. Tal vez, serían más claras para todos.

—Rhys es fuerte, sí... Y también lo admirabas mucho, él poseía una inmensa fortaleza y carisma, era algo así como tu modelo a seguir, tu héroe, y te amaba con su vida... Aunque, estoy segura de que todavía lo hace... Aun así, ni esa fortaleza ni ese carisma fueron suficientes para consolar su pena luego de tu partida, y todo ese dolor, le terminó costando caro... Él quiso tomar la carga de protegernos a todos, y luego de no poder hacerlo contigo, creo que eso terminó por romper algo dentro de él.

Demian asintió, ligeramente. Así que Rhys sí fue importante en su vida, tanto como él en la suya, podía entender a lo que Rygal se refería, ya que aunque lo que su madre le había revelado no descubría nada, era suficiente con saber qué a su hermano le afectó igual o peor su supuesta muerte. 

—Así que admiré a Rhys —murmuró.

—Sí, mucho... Querías ser como él cuando eras un niño —respondió su madre, con una suave risa nostálgica.

—Pero... Él no es el único, ¿Cierto? También está Vlas, de él sólo recuerdo una cosa, y es que era un bebé cuando todo pasó. —Su voz se suavizó al intentar recordar a su otro hermano.

Los ojos de Clio se iluminaron ligeramente al escuchar el nombre de su hijo menor, aunque la tristeza que sintió también por Rhys no la abandonó del todo.

—Vlas... Vlas siempre fue un niño muy dulce, tan lleno de vida... Él tenía seis años cuando todo pasó, fue un golpe muy duro para un niño de su edad, y junto a lo que sucedió contigo, luego llegó la partida de Rhys, y yo... Entre tanta tristeza y soledad, no supe cómo actuar con él, e injustamente lo dejé afrontar todo en soledad, creo que el vacío lo marcó profundamente también... Siempre sentí que lo dejé solo, a su suerte, incluso cuando no tuve otra opción, pero no fue justo para él, no se merecía ese trato, no se merecía que su madre ignorara todo lo que sentía... Me porté muy mal con él, cometí muchos errores, y estoy arrepentida por eso. —Su voz palpitó, y con esa sensación de arrepentimiento asediando su alma, bajó su mirada—. Es triste saber que muchas veces lo veo en mis sueños, riendo, corriendo por este mismo jardín, con ustedes, a todos, juntos, tan felices... Pero cuando despierto, lo único que siento es el vacío de no haber estado ahí para él, ni para Rhys, ni para ti... Y la soledad me invade, sé que me lo merezco, pero es un tormento inmenso, que duró más de diez años.

Demian notó el dolor en las palabras de su madre, y algo dentro de él se estremeció.

—Parece que cada uno de ustedes cargó con una parte de ese dolor que mi partida les dejó, aunque a su manera, pero lo hicieron igual —dijo Demian, con un suave tono de voz, intentando darle algo de consuelo a su madre con sus palabras—. ¿Ellos saben cómo te sientes con respecto a todo eso, mamá?

—No... no lo saben... No he tenido el valor de decírselo... Rhys... Él siempre fue muy comprensivo conmigo, saber que siento eso sólo haría actuar protector, y yo no podría aguantarlo, porque por más que me lo diga él, sé que no me lo merezco... Y Vlas, él ya ha sufrido demasiado, tampoco puedo hacerlo. —Clio negó con su cabeza. Su mirada se fijó en las rosas. En ese instante se llevó una mano al pecho, como intentando sosegar el dolor que esos arrepentimientos le causaban—. Y contigo, Demian... Quizás temía que si tú volvías no pudieras entenderme, y a su vez, que ellos lo vieran de esa manera también, no lo sé... La culpa me ha carcomido por mucho tiempo, ha hecho estragos en mi mente y corazón, y en consecuencia a tantos miedos e inseguridades, tomé pésimas decisiones en mi vida.

—Yo te hubiese perdonado, mamá... De hecho, yo realmente no creo que tú tengas la culpa... Nadie la tiene. —Demian apoyó su mano en el hombro de su madre, suavemente. Ella apenas alzó su mirada, sus ojos verdes fulguraban algo de felicidad.

—Mi amor, sabía que tú me dirías eso, Demian... Sabía que, siempre serás conmigo ese pequeño niño tan amoroso que me hizo sentir la madre más orgullosa del mundo —dijo Clio, emocionada.

—Mamá... Tú, en algún momento; ¿Creíste que yo no sería el mismo? —Demian frunció el ceño, sintiendo como un nudo se formaba en su garganta.

Clio no quitó la mirada de él, y notó como poco a poco sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Muchas veces imaginé que si tu regresabas, no serías el mismo Demian que perdí... Pero eran sólo miedos infundados por mí misma, miedos que querían excusar la sensación que tenía de fallar de nuevo con mis hijos, por lo que lo único que puedo decir ahora, cariño... Es que tú sigues siendo mi hijo querido, el mismo bebé que me hizo llorar de felicidad cuando lo tuve por primera vez en mis brazos, el mismo niño que me hacía reír a carcajadas con sus ocurrencias, el mismo chico que me hizo enamorarme cada día más de esa personalidad hermosa, pura y alegre, ese eres tú, Demian. —Clio tomó las manos de su hijo entre las suyas, y las apretó con fuerza, regalándole su calor—. Y no importa cuánto tiempo pase, si cambiaste o no, para mí siempre serás mi niño... Siempre serás Demian Windsor.

La carga emocional que llevaban las palabras de su madre golpeó a Demian con fuerza. Momento a momento, todo lo que quiso escuchar seguía llegando a él, y no hacía nada más que hacer latir su corazón más y más rápido, eso era más que suficiente para sentir que ella no se había olvidado suyo, que todavía la amaba. Era más que suficiente para llenar el vacío en su pecho, para sentir que la necesidad de una figura materna en su vida había sido satisfecha. Con esa intensa sensación de alegría y amor en su corazón, cerró sus ojos, y de una vez por todas dejó que las lágrimas que había aguantado en todo momento cayeran, dejando paso a su llanto.

—He soñado con escuchar eso toda mi vida —murmuró—. Pensé que nunca lo haría, mamá... Te amo.

 Clio sonrió, y lo envolvió en sus brazos. El: «Te amo» que jamás creyó volver a oír llegó a sus oídos impensablemente, y nada podía hacerla sentir más feliz que eso. El silencio volvió a envolverlos, y el ambiente se llenó de comprensión, y de un amor que, aunque herido y casi perdido, seguía siendo inquebrantable.

 Demian pareció recobrar algo de calma luego de unos minutos, pero el silencio de Clio, cargado de un significado que no le dejó en claro nada, lo inquietó profundamente. Finalmente, fue él mismo quien rompió el silencio:

—Mamá, hay algo más que debes saber —dijo Demian, con algo de cautela. Su mirada se volvió a fijar en las rosas frente a él. No podía mirar a su madre al mismo tiempo que le decía eso.

—¿Qué es, mi amor? Puedes decírmelo. —Clio inclinó un poco su cabeza, intentando acaparar la vista de su hijo. Este de la nada se había tornado serio, eso la hizo interesarse mucho en lo que él tenía para decir.

Demian respiró hondo antes de continuar.

—Cuando desperté luego el accidente, no estaba solo —paró, justo al instante en el cual desvió su mirada hacia su madre. Vio con detalle el gesto de confusión que ella hizo al oírlo—. Fue él quien me encontró.

—¿Él? ¿Quién es «él»? —Clio sacudió su cabeza, confundida.

 —Mi padre, mamá... Rygal Di Rem —respondió Demian.

Las palabras le cayeron como un balde de agua helada a Clio. Su respiración se detuvo por un momento, y sus ojos se abrieron de la sorpresa.

—¿Rygal? —preguntó de nuevo, con la incredulidad plasmada en su rostro. ¿No había escuchado ese nombre, cierto? Tenía que ser un error.

—Sí, fue él quien me salvó... Al parecer me encontró luego de mi accidente, me cuidó, y me dijo quién era realmente, me contó sobre ti, y mis hermanos —explicó Demian.

Clio se puso de pie, dio un par de pasos hacia el medio del camino, mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Su pecho subía y bajaba rápidamente, su ansiedad parecía quererla matar, como si cada palabra que Demian había dejado fuera una puñalada en su corazón.

—No... No puede ser, Rygal no era... Rygal no es así... Él no es un hombre compasivo o atento, no con ustedes, no con nadie, ¿Qué me estás diciendo, Demian? —Clio se negó a creerlo.

—Lo entiendo, mamá... Sé que para ti puede ser chocante, y que tal vez con ustedes él fue alguien frío y distante... Pero conmigo no, fue diferente.

Clio se volvió hacia su hijo, su rostro, además de llenarse de confusión, comenzó a dejar ver una sensación de dolor plasmada en su recelosa mirada.

—¿Diferente? ¿Cómo puede ser diferente? Rygal, ese hombre nos hizo tanto daño, Demian... Nos rompió de tantas maneras que aún siento dolor por cada cosa que hizo, me hizo sufrir, a mí, a ti, a tus hermanos... Él... —Su voz se quebró y no pudo continuar. Se llevó una mano al pecho, intentando calmar su agitada respiración.

—Mamá, no estoy tratando de justificar lo que él te hizo, pero te estoy contando lo que hizo por mí... Cuando me encontró, yo no sabía quién era, por lo que él podría haberme dejado, podría haber ignorado que yo era su hijo, no contarme nada de mi pasado, dejarme a la deriva... Pero no lo hizo, mamá, él me cuidó, me dio un hogar... Y lo más importante, me dio una identidad, gracias a él es que sé que soy Demian Windsor, y por ese motivo también estoy aquí, a tu lado. —Demian se levantó del banco y se acercó lentamente a ella.

Clio negó con su cabeza, dio varios pasos atrás. No quería ser injusta con su hijo, no luego de todo lo que le había dejado en claro, pero todo lo que él le estaba revelando, era demasiado como para sólo asumirlo porque sí. Por más que Demian le diera mil motivos, por más que fueran argumentos irrefutables. No podía, sólo no podía. Además de todo, pensó por mucho tiempo que la persona que le había arrebatado a Demian de su vida era Rygal, eso fue lo que quebrantó de una vez por todas su relación, y el amor que le profesó por casi veinte años, y luego de todo eso, ¿Qué podía pensar? ¿Qué realmente había hecho Rygal entonces? Ese hombre que siempre pensó que fue, no era, le ocultó una parte de su vida así como sí nada, la hizo sufrir en vano. ¿En qué cabeza cabía ocultarle a una madre desesperada y destrozada que su hijo estaba vivo? Eso era más cruel que cualquier cosa que pudiese haber hecho, ya que, si realmente lo hubiese asesinado, como ella siempre creyó, era eso, y nada más, no podía tomar otra posición ante su accionar que no fuera odiarlo por el resto de su vida, y podía no sentirse tan confundida ante lo que sentía por él, pero, en ese momento, ya todo había perdido sentido, y ese mundo que se había venido abajo once años atrás con la muerte de Demian y su revelación como asesino, ¿Qué había significado? ¿Por qué él se había colgado es estatus de villano en su vida? Ella sabía que él le había dicho que la quería alejar de su vida, pero pudiendo haberlo hecho de tantas formas, ¿Por qué así? No podía dejar de preguntarse lo mismo, una y otra vez.

—¿Por qué? —murmuró, casi para sí misma—. ¿Por qué haría algo así?

—Tal vez... Porque en algún rincón de su corazón, también sintió culpa de lo que me sucedió... Tal vez se dio cuenta que había fallado contigo, y con Rhys y Vlas... Por lo que vio una oportunidad de redimirse.

Clio cerró los ojos, apretando sus puños con fuerza. Sus pensamientos eran un torbellino. ¿Cómo reconciliar la imagen del hombre cruel que había soportado durante años con el hombre que ahora describía su hijo? ¿Cómo procesar que Rygal había sido capaz de algo bueno, algo noble, cuando ella sólo había conocido su lado más oscuro? Nada de lo que pasó por once años cabía en un rompecabezas como el que Demian planteaba, nada, era imposible siquiera pensar una vez en la que él dejó ver por lo menos una pisca de tal personalidad. Era tan extraño y confuso, era inclusive injusto, porque sí él lo supo todo el tiempo, y su misión era no sentirse tan culpable ante el dolor que le causó a su propia familia, ¿Por qué no sólo contárselo a ella, y permitir que todos reconstruyeran y sanaran sus corazones juntos?

—No sé qué sentir... —Clio admitió—. No sé si odiarlo aún más por salvarte mientras seguía destruyendo mi vida... O si debería agradecerle por hacer que regresaras a mí.

—No necesitas decidir ahora, mamá, yo sólo quería que supieras la verdad.... No espero que cambies lo que sientes por él, únicamente quiero que entiendas que, de alguna u otra manera, ese hombre también me dio algo que pensé que nunca recuperaría, tu amor, y mi pasado —declaró Demian.

Clio lo miró con lágrimas en los ojos, su corazón dividido entre el resentimiento hacia Rygal y el alivio de tener a su hijo frente a ella no dejaba paso a nada de tranquilidad. Finalmente, extendió una mano temblorosa hacia Demian, quien la tomó con cuidado.

—Eres todo lo que importa ahora, Demian... Lo demás... Lo demás lo resolveré con el tiempo —aseguró.

Demian asintió, apretando suavemente la mano de su madre. Él sabía que, además de su pasado, la personalidad de Rygal era algo que ambos debían tomar con pinzas, y de diferentes puntos de vista. Sabía que con ellos, su madre y hermanos, no había actuado de la misma manera que actuó con él, al menos, esos ochos años que siguieron a su accidente, ya que no podía hacer memoria de al menos un recuerdo aislado que le dejara en claro cómo era su padre con él en el pasado. No quería hacerse el desentendido tampoco, ya que si Clio dejó en claro que nunca demostró nada con nadie, él también entraba en ese grupo, y ese ataque de paternidad que le dio después de que despertara no fue más que una excepción a la regla de su vida y relaciones. Estaba seguro de que ese Rygal que conocía no era el verdadero Rygal, ya que, además, ni siquiera su propia madre sabía quién era el verdadero Rygal. Y a él sólo le quedaba tomar un posición por alguno de los dos, y no quería ser injusto con ella, para nada, pero terminar decantándose por su padre no era una decisión que dependiera totalmente de él y de sus sentimientos, había tantas cosas en juego que, ni siquiera podía comenzar a pensar si realmente valía la pena... Y entre todo eso, se encontraba inclusive el reencuentro con su hermano, que se daría tarde o temprano, y tal vez, no tan pacífico como el que sí tuvo con su madre.

Por otro lado, el jardín se difuminó lentamente a través de los ojos de Clio, sumergiéndola en una oleada de recuerdos que de la nada su mente decidió traer a colación.

 

Veinticuatro años atrás...

 

Remia, Isla Rem, Palacio Real - 20 de Diciembre - Año 502

 

 Rygal y Clio se encontraban sentados en un sillón de madera ubicado en ese inmenso salón iluminado por la luz del sol de la mañana invernal que se adentraba por el techo de cristal, este lugar pertenecía a la parte trasera de su casa.

Clio, adentrándose en los días finales de su embarazo, estaba comiendo algunos chocolates que Rygal le había traído desde Filii Dei luego de un viaje. Para su sorpresa, Rygal, con una suave sonrisa apareciéndose en su rostro, abruptamente se arrodilló a su lado, y con cierto cuidado, tomó la pequeña mano de su esposa entre las suyas. Sus ojos, llenos de una amor y admiración, parecían analizar a detalle cada pequeño trazo de ese bello rostro .

—¿Sabes, Clio? —dijo, en voz baja, su tono se vio cargado de un afecto casi increíble viniendo de su parte—. A veces pienso que no merezco todo esto, ¿Cuántos años han pasado? Al inicio jamás creí que te tendría a ti, ni a Rhys... Ni al pequeño que viene en camino.

Clio rio suavemente, y el gesto de confusión inicial desapareció de su rostro cuando este se suavizó, la nunca antes vista ternura viniendo de parte de Rygal le derritió el corazón.

—¿Cuándo te volviste tan sentimental, Rygal? —preguntó Clio, y con su mano libre consiguió acariciar con ternura la mejilla de su esposo.

—Desde que me di cuenta de lo frágil que siempre fue mi felicidad. —Rygal la miró con intensidad, no quería dejar de admirar el rostro de Clio, todavía tenía que guardárselo en su memoria—. Clio, con todo lo que he hecho en mi vida, tal vez tal declaración que haré te parezca audaz, o una mentira, y claro que puedes tomarlo como quieras, aun así, yo no quiero guardarme el sentimiento que este escenario me acaba de despertar... Por eso te digo, Clio... Te juro que haré todo lo que esté en mis manos, e incluso más, para proteger a nuestra familia... A ti, a Rhys, y a Demian... Sin importar lo que me cueste, o lo que tenga que dejar atrás... Porque si de eso depende tu felicidad, también dependerá la mía.

Clio inclinó su cabeza, y con una mezcla de amor y sorpresa dando vueltas por su corazón, observó el rostro inaudito de su esposo. Nunca lo había visto tan emocional antes, tal vez aquella vez que le pidió casamiento, o cuando tuvieron su primera vez, situaciones demasiado específicas, pero a su vez muy especiales y significativas, para ella, más que nada. Aun así, por mucho que amara ver ese lado tan efímero de Rygal, había algo en la declaración de su esposo que, además de conmoverla, la preocupaba al mismo tiempo.

—No necesitas prometerme eso, Rygal, con que estés a nuestro lado es suficiente... Con que nos dejes en claro que nos amas, basta.

—Entonces será así, Clio —dijo él.

A pesar de su aparente seguridad, Clio se percató de que algo en sus ojos dejó entrever un leve destello de incertidumbre, como si realmente no estuviera tan seguro de su propia seguridad. No es que ella no confiara en su palabra, ni mucho menos, pero no adoraba la mentira, y a pesar de que esta no le causara enojo, si la lastimaba mucho, y odiaba esa sensación de tristeza y despojo que dejaba en ella. Clamaba con todas sus ansias que Rygal no le estuviera mintiendo en ese momento, en realidad, clamaba que jamás le hubiese mentido, aun sabiendo que eso era imposible, por muchas cosas que pasaron con ellos desde hacía siete años, pero que, luego de todo, decidió ignorar, porque sostener una familia no se le tornaba para nada fácil si le carcomía la duda con cada accionar de su esposo. Por esa razón, en ese momento, decidió dejar de lado su preocupación, nada denotaba que fuera como ella pensaba, y prefería confiar en Rygal, de algún que otro modo él también se lo merecía.

—¿Crees que será como Rhys? —preguntó Rygal, llevando una mano al vientre de Clio—. Igual a ti.

Ella sonrió, y colocó su mano sobre la de él.

—¿Demian? No lo sé... Aunque Rhys no es igual a mí, bueno, sólo en apariencia, porque somos muy distintos en cuanto a personalidad, de hecho, es más parecido a ti en ese sentido... Pero no lo sé, si él llegara a ser como tú, estoy segura de que tendrá una inmensa fortaleza.

—Si llegara a ser como tú, será el alma más pura que jamás haya existido —Rygal rio suavemente, dejando, aunque casi indistinguible, un leve temblor en su voz—. Eres mi mundo, Clio... Todo lo que hago y haré, siempre será por ti.

 

Presente...

 

Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 20 de Septiembre - Año 526

 

Clio volvió en sí luego de que su recuerdo se desvaneciera en su mente, haciéndola apreciar de nuevo el jardín de rosas que la rodeaba, y a su hijo a su lado.

Con ese pequeño instante en el cual recordó esa interacción con su esposo tantos años atrás se dio cuenta de que ella no fue capaz de notarlo en ese entonces, pero en el presente, al revivir ese momento, pudo darse cuenta de que el amor de Rygal en esa instancia de su vida era real, y tenía mucho miedo de demostrarlo, de ahí su actitud algo retraída y su voz palpitante. Sin embargo, todo lo que él sintió por ella, y le dejó en claro esa tarde, más tarde se transformó en algo oscuro y doloroso, que le hizo añicos el alma.

Clio dejó escapar un suspiro al sentir un ligero vuelco en su corazón, sus manos se apretaron contra su pecho. La nostalgia, el dolor y el amor, que sintió, y que aunque no quisiera aceptar, muy en el fondo de su alma aun sentía, se mezclaron en su interior como un torbellino. Rygal, ese hombre tan enigmático que hizo eco de tantos recuerdos dolorosos en su mente, fue alguien amoroso que alguna vez la había mirado como si fuera su todo, pero esa persona había desaparecido hacía tanto tiempo que pareció desvanecerse poco a poco como arena en sus manos, ni siquiera podía asegurar que todo haya sido así como ella lo divisó en su recuerdo, y que en realidad, esos recuerdos que hicieron presencia en su mente no fueron más que un sueño distante que ella anheló soñar, y que nunca sucedió.

—Madre... —La voz de Demian la devolvió al presente. Él se acercó a ella, observándola con preocupación luego de notar esa extrañeza en su rostro—. ¿Estás bien?

—Es irónico, Demian... Es irónico pensar que hubo un tiempo en el que tu padre era todo lo que alguna vez soñé, no sé cuándo todo cambió, fue tan abrupto que nunca estuve preparada. —Clio alzó su mirada hacia él, y esbozó una sonrisa que entremezcló tristeza y amor.

—¿Quieres hablar de eso? —preguntó Demian, con algo de intriga, más intentó no sonar demasiado atrevido, tampoco quería que ella se sintiera presionada.

—Tal vez otro día, hijo. —Ella negó ligeramente con su cabeza—. No tengo la mente preparada para recordar esas instancias del pasado en este momento, no soy capaz.

—Está bien —Demian asintió, con comprensión—. Por cierto. —Rápidamente cambió de tema cuando recordó algo más—. Hay algo más que necesito saber —paró, cuando al apreciar el rostro confundido de su madre quiso hacerlo con cautela, y en su mente buscó las palabras adecuadas—. ¿Qué sabes de Ashley? —preguntó, al fin.

Clio se congeló por un instante, la pregunta la había tomado por sorpresa. Con sus recorrió el rostro de Demian de arriba a abajo, intentando comprender por qué su hijo mencionaba justo el nombre de esa chica.

—¿Ashley Crown, cierto? ¿Por qué preguntas por ella? —preguntó, entrecerrando sus ojos, obviamente repleta de curiosidad

—No sé muy bien por qué realmente, pero su rostro aparece en mis sueños... No con claridad como el tuyo, pero sé que significa algo, porque es con la única aparte de ti con quien he soñado. —Demian bajó su mirada y justo encontró el suelo, sus manos se tornaron inquietas y comenzó a jugar con sus dedos—. Sé que no pude haber soñado con ella sin que hubiese un significado detrás, algo importante... Y cuando decidí buscar respuestas sobre mi pasado, ella se convirtió en una de mis razones, y quiero saber qué pasó con ella, qué tipo de relación tenía conmigo.

—Ashley... —Clio repitió su nombre, esbozando una leve sonrisa nostálgica—. Ella era la mejor amiga de Rhys, se conocieron al Rhys entrar a secundaria, se hicieron inseparables casi al instante, tenían casi la misma edad y compartían una conexión especial, esta era tan fuerte que todos creíamos que había algo más allá que una sólo amistad entre ellos. —paró, y volvió su mirada a su hijo—. Pero tú, Demian... Tú la adorabas de una manera diferente.

—¿Yo? Pero... Ella era mayor que yo, ¿Cierto? —preguntó.

Ciertamente ya lo sabía, en su sueño se podía entrever que le sacaba un par de años, si él era un niño y ella una adolescente, la diferencia seguro era amplia, más aún luego de enterarse que ella era la mejor amiga de su hermano, eso dejaba en claro muchas otras cosas también.

—Sí, siete años mayor... Tú eras un niño, y ella una adolescente, pero eso no impidió que te cautivaras por ella desde el primer momento en el que la viste, siempre hablabas de ella, y cuando estaba a tu lado intentabas llamar su atención de cualquier manera, creo que ella siempre lo vio como algo adorable.

—¿Entonces ella no reaccionaba mal?

—Ashley siempre fue amable y cálida contigo, Demian, siempre me dejó en claro que eras un niño encantador, y todo lo que le decías la hacía sentir muy bien. —Clio lo miró con ternura, su mente sólo traía a colación la imagen de ese Demian niño, de todo lo que perdió en el pasado—. Pero cuando confirmamos tu muerte... —apenas pudo decirlo, su voz disminuyó gradualmente—. Ashley sufrió mucho, tu partida le afectó demasiado, Rhys me dijo que estuvo días encerrada en su habitación sin salir, sin ir al colegio, sin hablar con nadie, incluso con él o su madre... Ella sentía algo por ti, Demian, quién sabe lo que era, o cómo lo tomaba, pero algo es seguro, nadie sufriría tanto por una pérdida si no fuese así.

Demian se quedó en silencio, asimilando las palabras de su madre. Había algo en la idea de saber que podría haber significado algo para Ashley, por más insignificante y remoto que pudiera ser, que lo hacía sentir extrañamente aliviado, tanto como si lo hubiese estado esperando por mucho tiempo, así como la sensación que su madre le hizo sentir. Pero incluso más desconocida.

—¿Dónde está ahora? —preguntó Demian, finalmente, rompiendo el silencio.

—Después de que nuestros caminos se separaran en consecuencia a todo lo que ocurrió con nuestra familia perdí contacto con ella, sé que luego de graduarse se mudó a Fons, y sé que allí conoció su verdadero origen, y ahora es la princesa de Fons, pero más allá de eso, no puedo decirte mucho, Rhys sabe más de ella.

—Sí, es casi lo mismo que pude enterarme yo —Demian asintió ligeramente, y unos momentos luego de estar pensativo, alzó su mirada—. Tengo que encontrarla, mamá... Necesito saber si lo que siento por ella es real o sólo es una memoria inclusa que me da otra versión de la realidad, necesito saber también, qué signifiqué para ella

—Demian, sé ella fue importante para tu hermano y para ti, tanto como ustedes para ella, pero si decides buscarla debes estar preparado para lo que encuentres... Todo eso sucedió hace más diez años, y el tiempo cambia a las personas, y lo que una vez fue... Puede que ya no sea igual —dijo Clio, con algo de preocupación invadiendo su rostro. Incluso sintió que se estaba hablando a sí mismo, todo lo que se había enterado de Rygal había sacudido su corazón y muchas emociones distintas hicieron presencia en su alma.

 —No lo sé mamá, no creo que eso sea así, tengo un presentimiento —aseguró el chico.

 —¿Qué tipo de presentimiento? —Clio lo miró confundida.

—En realidad se basa en un vivencia, ya que, sabes que perdí la memoria, y aunque he tenido varias lagunas mentales que hacen que ciertos recuerdos no concluyan del todo en mi mente, lo que sucedió contigo fue una excepción, más no la única vez que me pasó... Hay algo que siempre recordé de Ashley, incluso cuando no sabía quién era ni qué significaba para mí —explicó Demian, volviendo a bajar su mirada. Paró para tragar saliva, y traer a su mente ese recuerdo que tanto tiempo lo había tenido confundido—. Fue un día, hace muchos años, yo era sólo un niño, pero creo que todo lo que ocurrió quedó grabado en mí de alguna manera.

—¿Qué ocurrió, Demian? —Clio inclinó la cabeza hacia su hijo, intrigada.

—No recuerdo muy bien el contexto asi que voy a obviar detalles, pero lo que sucede es que había un grupo de chicos mayores en el palacio, me di cuenta que había pasado en la zona de las habitaciones de invitados del segundo piso ya que las visité para comprobar la veracidad de mi recuerdo, supongo que has estado ahí, sabes que hay un pasillo escondido que separa las del ala este con las del ala oeste... Ocurre que no sé por qué, pero ese día ellos estaban metiéndose con Ashley, ella era una chica joven en ese tiempo, y ellos parecían mayores, intentaron sobrepasarse con ella, y aunque yo era mucho más pequeño y más débil que ellos, no pude quedarme quieto.

—¿Qué hiciste?

—Me enfrenté a ellos. —Demian esbozó una sonrisa—. Fue estúpido, lo sé, de hecho me dieron una paliza, pero no fue muy importante en ese momento, supongo que sólo nació en mí el sentimiento de querer protegerla, aun sabiendo que no iba a poder hacer mucho.

—Bueno, en realidad siempre fuiste un chico muy valiente, haber actuado así era algo propio de ti —Clio recordó, con algo de ternura en su voz.

—Tal vez, no lo sé... Lo que sí sé es que luego de eso no recuerdo mucho, todo se vuelve borroso, de la nada, me encuentro semidormido en una habitación casi a oscuras, con mi cabeza recostada en su regazo mientras ella tarareaba una canción de la cual no recuerdo muy bien su melodía, sin embargo, entre un sueño y la realidad, apenas conseguí abrir mis ojos a medias para lograr apreciar su rostro, sólo para que luego ella lo acerque al mío, y me diera un suave beso en los labios... Luego sólo vuelvo a dormir, no sin antes oír algunas palabras de su parte —contó el chico.

Demian apenas esbozó una sonrisa, casi indistinguible para su madre, que tuvo que inclinarse ligeramente hacia él porque la curiosidad la carcomía.

—¿Qué dijo? —preguntó, intrigada.

—«Lo nuestro es imposible, Demian... Pero si tú me amas, ¿Qué puedo hacer para evitarlo?» —respondió Demian, y las palabras que rememoró en su mente parecieron trasladarlo a ese instante que siempre revivía en sus sueños. Levemente con la yema de sus dedos tocó sus labios, queriendo sentir la sensación de ese beso de nuevo.

—Bueno... Eso es... Inesperado. —Clio rápidamente desvió la mirada, intentando disimular su rubor, enredada en una risa nerviosa—. Pero si te soy sincera, también es muy bonito.

—¿Bonito? —Demian preguntó, mirándola con gracia, confundido por su reacción

—Demian, Ashley tuvo una vida complicada cuando vivía en Remia, y lo más cercano a la felicidad que ella conocía era el tiempo que pasaba con Rhys y sus amigos, a su vez, al conocer a Rhys, te conoció a ti, y también disfrutaba pasar tiempo contigo... Sé que de alguna u otra manera, también fuiste una parte de su felicidad, y eso la hizo decirte tales palabras ese día, ya que no te lo habría dicho si no hubiese sentido algo especial por ti, o al menos creer que te lo merecías... Estoy segura de que Ashley, a pesar de lo que sentía por tu hermano y las barreras que existían entre ustedes... Llegó a amarte, Demian —aseguro Clio, regalándole un cálida sonrisa a su hijo.

Demian bajó su mirada de nuevo, ciertamente conforme con todo lo que su madre le había dicho. La figura de Ashley en su mente no era algo más allá que sólo ese recuerdo aislado, no era nada prácticamente, y vivió de ese recuerdo imaginando posibilidades infinitas por muchos años. Inclusive, logró enamorarse de una chica en su adolescencia, ella era muy linda, y tenía su edad, la veía en el palacio seguido, al parecer ella era la hija de un miembro de la Guardia Real y siempre llevaba comida a su padre en horas de trabajo.

La conoció cuando ella lo encontró escondido en la zona de depósito donde guardaban las armas y armaduras, ella estaba en busca de su padre. «¿Qué haces aquí?», le preguntó con curiosidad, él sólo le respondió que quería estar solo y ese lugar era perfecto para ello. En ese momento ella pareció haberse olvidado que estaba buscando a su padre y se sentó a su lado, él realmente quería estar solo, sin embargo, no hizo nada para evitar que ella se quedara ahí con él. Al principio estuvo en silencio por varios minutos, hasta que de la nada le preguntó su nombre: «Demian», respondió él... Ella se llamaba Rose, según ella, el nombre de su fallecida madre, quien era miembro del pequeño ejército que el rey había enviado a la Guerra de Fons, ella murió en batalla. Ella le contó su vida en el largo rato que estuvo a su lado, él no dijo ni una sola palabra, sólo escuchó su historia, aunque pretendiendo algo desinterés, no del todo. Ella se fue cuando recibió una llamada de su padre, y él ni siquiera se despidió.

Ella volvió al otro día, y él ya estaba ahí, volvieron a tener un encuentro, donde esta vez fue él quien tomó la iniciativa. Le contó algo de su vida, lo que recordaba hasta ese momento, exceptuando detalles como que era el príncipe o algo que la hiciera deducirlo, no quería que ella supiera eso, no iba a negar que tenía miedo de su reacción. Ella no quiso indagar mucho en los vacíos que dejaba en su historia, sólo lo escuchó en silencio como él hizo el día anterior. Al final del encuentro del día ella se despidió de él luego de haber escuchado su historias sin acotaciones, esta vez... Él la saludó: «Hasta mañana», le dijo, y así comenzó todo.

 Los encuentros pasaron de ser en la zona de deposito a la del patio exterior que se encontraba en la planta baja del palacio, apenas cruzando la entrada principal. Él fue quien se encargó de que los guardias de esa zona le permitieran el acceso, ya que era un lugar que sólo podían recorrerlo los residentes del palacio. Desde ese momento supo más de ella; tenía tres hermanos, dos mayores y uno menor, ella era la tercera y la única hija, además, residían en Rem en consecuencia al trabajo de su padre, y su sueño era estudiar medicina. No iba a negar que si se ponía a pensar, podía esperarse todo lo que ella le decía, ella vivía una vida normal, como una chica de su edad, con sueños y ambiciones como cualquiera, y que probablemente lograría alcanzar. Ella no tenía que preocuparse por un pasado el cual no recordaba, o por un futuro tan imprevisible como el funcionamiento de su mente en base a sus recuerdos. Ella no tendría que preocuparse por quién era quién en su vida, por rostros sin nombre que rondaban por los vestigios de una mente tan vacía como un corazón que se encerraba en la frialdad.

 «¿Y tu familia?», ella preguntó uno de los días. Él hizo lo posible para crearse la historia más verosímil posible, como que su madre y hermanos vivían del otro lado del océano, en el país, mientras él vivía en la isla con su padre, que trabajaba para el rey. Se había vuelto bueno mintiendo debido a que siempre tenía que hacerlo, ocultando bajo una máscara de indiferencia una cruel crisis de identidad que volvía su alma vacía, y sus sentimientos insignificantes para sí mismo. Tal vez fue eso lo que hizo que poco a poco comenzara a interesarse en Rose, tanto en ella como en su historia, y sus deseos, y sus pensamientos, principalmente, los que ella tenía de él. Sin embargo, todo ese interés se vino abajo con el primer sueño que tuvo de Ashley, y luego vino recordar ese beso, o sus palabras, y proyectar en el rostro de Rose, el de Ashley. Quiso ir más allá, un día la beso, y a ella no le molestó, sólo le siguió el juego. Poco a poco todo comenzó a escalar, pasaron de un jardín a su habitación, y de su habitación, a enredarse entre las sábanas. Él no quería ser injusto con ella, para nada, pero buscaba en tantas sensaciones al menos una que le hiciera sentir lo mismo que ese sueño, buscaba en la realidad, tal vez una mentira, tal vez una verdad.

Sentir era complicado, y buscarlo era doloroso, le pasaba lo mismo con cada nuevo recuerdo del cual quería asegurarse su veracidad, intentando sosegar esa ruin sensación de su alma que clamaba aferrarse a que ese sueño no convalidaba su realidad, esos sueños entre los que se encontraban los recuerdos de su madre o los de su padre. No encontraba una sola forma de revivirlos, y era lo único que quería. Y eso lo hacía sufrir. Lo que pasó con Rose fue su primera decepción, y aunque actuara como un insensible, no lo era, por lo que tuvo el valor suficiente de terminar con ella antes de que la pudiera lastimar. No la volvió a ver de nuevo, seguramente porque nunca volvió a ese lugar en el cual se encontraron por primera vez.

 —Eso es una declaración que realmente resolvería muchos de mis dilemas, pero mamá, aunque tú lo asegures, si no viene de su parte, siempre tendré esa duda —explicó Demian.

 —¿De su parte? —preguntó Clio, entendiendo a qué se refería su hijo.

 —Tendré que regresar en algún momento, y con eso regresará parte de mi pasado, varios sentimientos inconclusos a los cuales deberé darles conclusión... Entre ellos está incluido lo que sentí por Ashley, o ella sintió por mí —respondió el chico.

 —O sea que... ¿Esto no es seguro? —preguntó Clio, algo insegura.

 —¿Esto? No, no lo es... Tengo un trato con Rygal... No podré volver hasta que Rhys lo haga primero —reveló Demian.

 —¿Rhys? ¿Él qué tiene que ver en todo esto? —Clio sacudió un poco su cabeza, estaba confundida, claro que lo estaba, y sabía por donde se venía el tema, incluso se sorprendió de que Demian tardara tanto en decírselo. De Rygal nunca se podía esperar nada bueno—. ¿Acaso tú...?

 —Soy un arma, mamá... Y eso es algo de lo que realmente no puedo escapar, soy un arma al haber nacido en esta familia, y eso también es algo que, tal vez no quieras aceptar, pero que sabes... Soy un arma al servicio de Rygal, al menos hasta que él termine la guerra que tiene con Rhys. —A Demian lo invadió la seriedad.

 Él sabía que decirle todo eso a su madre le rompería el corazón, lo confirmó aun más cuando supo lo que ella pensaba de Rygal, y todo el daño que él le había causado. Pero así era su realidad, ese era el trato que había hecho con Rygal, él no le había dado ese poder en vano, y sabía que a pesar de que era su padre y cuidó de él, siempre lo hizo esperando un beneficio... Él también sabía de lo que Rygal era capaz, claro que lo sabía. No entendía muy bien el conflicto principal entre Rygal y Rhys, sabía que era trascendente en su familia, tal vez también lo fue en su vida, y era la llave a su pasado, como lo pensó ese día. Si tenía que pelear esa guerra para descubrirlo, lo haría, del bando que fuera, y lastimosamente para su madre, el bando que más le convenía era el bando que más poder le daba... El de Rygal. Y no podía traicionarlo, porque si lo hacía, ahí sí vería la verdadera cara de su padre.

 —Debí saberlo. —Clio se inclinó en el banco, sus manos llegaron a su rostro mientras más arrollaba su cuerpo—. Debí saberlo, Rygal es un monstruo. 

 —Mamá... Esto tiene que quedar entre tú y yo, y no te estoy pidiendo que lo hagas porque no quiero que nadie sepa que volví, si te soy sincero; no hay nada en este mundo que quiera más que volver a sentir cada sensación que sentí en el pasado, revivir esa vida que he perdido, volver a ser ese Demian que siento está muy dentro de mí, pero no puedo porque esos tiempos ya se acabaron y haga lo que haga estos diez años que pasaron en mi ausencia cambiaron mucho las cosas, y ya no me puedo resguardar en una falsa imagen de recuerdos perdidos, hoy en día sólo quiero mantenerme a salvo, para poder seguir viniendo a visitarte... Sé que si sigo las órdenes de Rygal, podré hacerlo, esa es la principal condición de nuestro trato.

 —Un trato —Clio musitó, aun en la posición que había tomado luego de la declaración de su hijo—. Fue capaz de colocarme como condición para tenerte en su palma... Al final, no estaba tan equivocada con todo lo que dije de él al inicio —añadió—. Él no cambió, él no cambiará jamás.

 —Las personas no cambian... Madre —aseguró Demian—. Las circunstancias nos acorralan, hacen que tengamos que fingir, que tengamos que mentir, nos hacen formar un caparazón para evitar expresar sentimientos, o emociones, pero al final, siempre volvemos a lo mismo, al inicio, a sentir lo que sentimos desde el primer momento en el que dimos un suspiro en esta vida... Muy en el fondo siempre seremos los mismos... Las personas no cambian. —Volteó su mirada hacia su madre, encontró en su mirada cierto brillo, y sonrió—. Las personas no quieren cambiar.