Capítulo 2: El tiempo que pasó, el tiempo que pasará – Demian Windsor II  

Remia, Isla Rem, Palacio Real - 29 de Junio - Año 512

 

—Eres una belleza, Clio.

Rygal se acercó a ella, quien estaba mirándose al espejo, apoyando sus manos en la cintura de su esposa, con sus dedos deslizándose por la tela suave del vestido azul oscuro pegado al cuerpo que ella estaba usando. Él sólo la vio de espaldas, pero al acercarse y divisar su reflejo en el espejo la encontró lo más parecido a lo que él se esperaba de una diosa.

—No me digas eso, me haces sonrojar —rio ella, su mirada también se quedó posada en el reflejo de ellos—. ¿Recuerdas cuando recién nos casamos? Todavía tengo esa foto guardada, éramos demasiado jóvenes —recordó, con un poco de nostalgia en su voz.

Rygal sonrió al notar ese brillo en sus ojos, él sabía a lo que ella se refería, había visto esa foto en su cartera días atrás. Ella todavía seguía sin saber que él lo había hecho.

—Ey, todavía somos jóvenes, ninguno pasa los treinta y cinco años... Somos jóvenes... Como para tener otro hijo todavía.

Clio se dio la vuelta rápidamente, y lo miró confundida, esperando que lo que había escuchado fuera un error de su parte, y no palabras que hubiesen salido de la boca de Rygal.

—¿Qué pasa, por qué me miras así? ¿Acaso no te gustó la idea? —preguntó él, y esbozó una inaudita sonrisa.

Clio esperaba que todo fuera una broma, porque él estaba actuando demasiado extraño, nunca había dicho algo por el estilo. ¿Pensar en tener otro hijo? Rhys, Demian y Vlas no habían sido planeados. Rhys nació cuando ellos eran adolescentes, decidieron casarse para poder librarse de sus propias familias formando la suya propia, fue un escape necesario, y el punto de inflexión en su relación. Luego vinieron Demian y Vlas, ellos tampoco fueron planeados, ya que la vida de casados se les había vuelto complicada. Clio siempre estaba ocupada con muchas cosas, cuidando a Rhys, estudiando su carrera y encargándose de su trabajo, Rygal casi siempre estaba de viaje y ella pasaba más tiempo sola con Rhys que con él, por eso, cada vez que él volvía a casa, no perdían el tiempo, e intentaban pasar juntos todo lo que podían... Mayormente en la noche, en su habitación. Y entre sus encuentros cada vez que Rygal se encontraba en la casa, sumado a algunos descuidos en base a sus cuidados, ninguno de sus embarazos fue premeditado, y él sólo lo aceptó, porque ella los quería tener, porque serían sus hijos y los iba a poder cuidar gracias a su posición, y él no se negaba a sus pedidos, ya que le gustaba verla feliz. Pero ante tal proposición, totalmente contraria a todo su accionar desde que nació su primer hijo, sólo podía pensar en muchas que ni siquiera se acercaban a la razón verdadera, porque él siempre ocultaba algo detrás de sus intenciones.

«Lo siento, Rygal, pero todavía no confío tanto en ti», pensó Clio.

 —Es que... ¿Por qué de la nada? No te entiendo.

 —Tenemos tres varones... Una pequeña Di Rem es lo único que nos falta, ¿No me lo dijiste cuando nos enteramos del embarazo de Demian? Tu querías una niña, siempre lo has querido.

 —Rygal, veamos... Estoy bien con nuestros niños, yo los amo, no tiene nada que ver que no hayamos tenido una niña, ellos siguen siendo mis hijos, y así estamos bien... Vlas todavía es muy pequeño para ya estar pensando en otro hijo... Además... Hay algo más. —Ella bajó su mirada, no tan preparada de dejarle en claro a él lo que pensaba, aunque ya lo hubiera hecho, y haya intentado ignorarlo por días, pero haberle dicho que lo mataría no fue una broma, y sólo estaban viviendo bajo una situación donde ambos trataban de hacer lo posible para que la bomba no estallara—. No estamos bien, Rygal... Y tú lo sabes, no es un buen momento para pensar algo así.

 —¿No estamos bien? —él preguntó, retóricamente.

 —¿Cuándo me ibas a decir que me estabas engañando? —Ella alzó su mirada, no tan vulnerable como siempre, ante tal pregunta, tenía que estar firme para esperar la respuesta... De la cual ya tenía conocimiento.

 —¿Cómo...? ¿Cómo sabes eso? —Rygal se enredó con sus palabras, entre sorpresa, un poco de nerviosismo, y tensión.

La mirada de Clio sentenció tal declaración, porque ella se daría cuenta al instante si él le mentía... Porque ya lo sabía, no se lo hubiera preguntado si no fuera así.

 —Lo sé hace años, Rygal, no soy estúpida... Tú pasas de viaje en viaje, te vas por semanas, a veces ni siquiera vuelves a dormir a casa, y muchas otras veces he olido tu ropa, y he notado el perfume de mujer que queda impregnado en ella... Quise hacerme la desentendida, la que no sabía, porque quise confiar en ti, y porque tú me juraste cuando estaba embarazada de Vlas que jamás me serías infiel... Supongo que fue una más de tus mentiras, y ya no tiene sentido seguir preocupándose por estas, ya me acostumbré... Si quieres, sígueme siendo infiel, no me molesta, pero al menos sé un poco disimulado con tus engaños... Y déjame de mentirme, no me trates como una tonta, porque no lo soy, hace mucho tiempo dejé de serlo.

 Ella no quería discutir sobre eso, ya estaba cansada de oír el mismo discurso una y otra vez, y antes de permitir respuesta se dio la media vuelta, encontró su pañuelo en la mesa de luz cerca de ella y lo tomó, sus lágrimas se le querían adelantar.

 —Clio... —Él la llamó, cuando ella estuvo a punto de cruzar la puerta—. Francis... Ese es su nombre —dijo.

 «No lo negó», pensó Clio. Pero no quiso darse la vuelta.

 —Fue hace algunos años, pero ya se terminó... Corté con todo —continuó con su declaración.

 —Eso ni siquiera es algo satisfactorio, Rygal... Con sólo saber que sucedió, es suficiente para que me sienta así.

Ella no quería llorar, no de nuevo, después de tanto tiempo, pero nunca podía dejar de lado sus sentimientos, y él terminaba por llevarla hasta el límite... ¿Acaso eso no acabaría jamás?

 —No lo hice para lastimarte, Clio... Sólo pasó, y no pude dejar de hacerlo.

 —Me mentiste esa vez, lloré por ti, creí lo que me dijiste... Consolé tu llanto, ¿Y cómo me pagaste? Siéndome infiel... Una y otra vez... Y no puedo evitar sentirme menos, ¿Por qué? ¿No fui suficiente para ti? ¿No fui una buena esposa? ¿No fui una buena madre para nuestros hijos? ¿Qué pasó Rygal? ¿Por qué? —Sus preguntas se llenaron de reproches al mismo tiempo.

 —No... Todo lo contrario, eres tanto para mí que no puedo hacer nada más que arruinarlo... No puedo estar a tu altura, Clio... No puedo dejar de amarte, no puedo olvidarte, no puedo pensar en otra persona... Sólo te puedo ver a ti, al final de mi vida, tu mirada, tu sonrisa, y la nada, lo que me merezco... Y no aguanto más, Clio... Quiero morir... No te merezco, nunca lo hice... Nunca lo voy a hacer... Y no puedo dejar de hacerte sufrir, está en mí... Todo lo que toco... Lo destruyo... Y tú, tu corazón, tus sentimientos... Tu inocencia... Nada de eso es la excepción.

 Miedo. Soledad. Vida. Muerte. Maldad. Desesperanza... Perdición.

 Los demonios internos de Rygal fueron la conclusión de su monstruosa ambición, aquella que planteó destruir todo lo que significara que él fuera un humano. Dejar de sentir, dejar de amar, soltar tal debilidad que lo ató a ese mundo que lo convirtió en un ser despreciable. Tan cruel como aquella persona que lo arrastró hasta tal infierno, que le quitó a su madre, y una vida feliz, junto a Clio, y sus hijos.

 ¿O fue él mismo quien se llevó a si mismo hasta el infierno? Aceptar la responsabilidad de su propia tragedia no formaba parte de su ser, porque significaría arrepentirse de las decisiones que llegó a tomar, y él quería convencerse de que jamás se equivocó, y de que todo lo que hizo tenía una justificación, de que todo el sufrimiento que le hizo pasar a Clio, los traumas a sus hijos, su frialdad, sus crímenes, sus engaños y mentiras, de que su vida entera era el resultado de aquella decisión que tomó el día de la muerte de su madre, cuando aceptó destruir todo en su camino hasta el fin de sus días, si es que este llegaba, si es que al final, ella no se iba de su lado, porque así se lo prometió hasta el último de sus días. Si es que... Podría volver a decir: «Te amo».

 Él amaba a Clio, ¿Cómo no iba a hacerlo? Si era la mujer de su vida. Un día ella apareció frente a él, tan tímida y tranquila, con una sonrisa que apaciguaba sus días, cuando no estaba en su casa viendo toda la mierda que su padre le hacía pasar a su madre, y a él, cuando intentaba ayudarla. Clio no era alguien más, una de las tantas personas que pasaban frente a él día a día, y lo miraban con extrañeza, entre curiosidad e interés, odiaba ese trato, no le gustaba verse intimidante, le recordaba a lo que su madre sentía cuando veía a su padre, y no quería ser como él.

 Clio estaba rota, tenía el mundo en contra, y no podía hacer nada para escapar de tal destino... No hacía falta pensarlo mucho, él sabía a quien le recordaba, él sabía, que si tenía el poder de hacerlo, debía hacerlo, debía salvar a Clio, y hacerla feliz. Y así fue como la amó, como ella se volvió el centro de su mundo, como antes de volverse un monstruo, tuvo oportunidad de redimir su destino... Pero no quiso, no quiso sentir la salvación de su parte, porque ella no era como él, no caería a ese infierno con tal de tomar su mano, no comprendería su mente, jamás.

 Luego de caer cada vez más profundo, sólo siguió ese camino, intentando alejarla de él, porque al no poder resignarse ante su ambición, ante su deshumanización, no quería lastimarla a ella, no quería volverse su padre. Pero Clio era insistente, ella siempre veía la luz al final del túnel, buscaba la esperanza del mundo que había descubierto gracias a él, creyó que mientras lo amara, podría seguir adelante... Pero el amor no lo era todo, Rygal lo sabía, porque ese amor... Ese amor fue el culpable de su perdición.

 «Sigue ese camino en soledad... Ese destino es sólo para ti». Su madre siempre tuvo la razón, pero Clio no quería ceder, y él no podía dejar de amarla. No habría un final feliz para ninguno de los dos, no habría manera de volver atrás, a esos días donde podían compartir su amor, donde podían disfrutar con su presencia mutua. Ya había cometido hasta el último pecado que lo volvió una persona sin redención, y el día que Clio se fuera de su vida, sería el día en el que ya no tendría nada que perder... Y el último gesto de amor, esa verdadera soledad, lo abrazaría... Hasta el final... El final que quería para él... Ese destino... Sólo para él.

 —No existe justificación... Y nosotros... Ya no volveremos a ser los mismos, Rygal —ella dijo, con resignación, y sus lágrimas brotaron, no pudo seguir aguantándolo más.

 «Mi padre me odia, a veces me lastima adrede, no sé lo que piensa... Pero me siento sola, inhumana, a veces pienso que, si yo no hubiera nacido, todos habrían sido felices».

 «Si tú no hubieses nacido... ¿Qué sería de mí, Clio? Te necesito en mi vida... Quiero ser esa persona que esté a tu lado, para que dejes de sentirte sola... Para que sepas que tu existencia si tiene sentido... Quiero ser tu salvación».

 —Ni siquiera con... ¿Una segunda oportunidad? —él preguntó, recordando que si tuvo el pensamiento de salvarla en el pasado, podría volver a tenerlo, y si ella lo veía en él... Tal vez... Tal vez los diecisiete años que pasaron entre ellos, con tanto que vivieron, podrían ser sólo pasado, y empezarían de nuevo.

Tal vez.

De la nada, el ambiente en la habitación se llenó de una tensión que se vio reflejada en cada palabra, gesto y suspiro de ambos.

Clio sabía que esa pregunta de parte de su esposo le haría sentirse vulnerable de nuevo frente a él, había abierto mil heridas que creía sanadas. Porque él sabía que ella lo amaba, sabía que si tan solo no hubiese sido capaz de darse cuenta de su realidad, ella hubiese aceptado darle una segunda oportunidad, hubiese cometido ese error de nuevo. Sin embargo no podía negar que también logró comprender la profundidad de su dolor. La extraña e insólita franqueza de su parte en torno a dejar salir sus sentimientos había tocado algo en ella, algo que la hizo sentir incluso compasión por él. Aun así, sabía lo que debía hacer y su corazón seguía dándole esa firmeza que necesitaba para sólo pensar en lo más importante de su vida: Sus hijos.

Ella quería asegurarse de sólo una cosa, por eso de manera casi instintiva, lo empujó hacia la cama y se colocó encima suyo, luego de inclinarse un poco, sus labios se encontraron en un largo beso, que entremezcló una inmensa cantidad de emociones salidas de sus corazones. El beso fue cálido, y mutuamente desesperado, tal desesperación que los traía a ambos a la amarga realidad que los envolvía.

Cuando el beso terminó, Clio levantó su mirada, encontrando en el rostro de Rygal una extraña seriedad que fulguró en sus ojos plateados, y que poco a poco difuminó la fragilidad de su propio corazón.

—No eres un buen padre para mis hijos, Rygal, y no quiero que ellos sigan sufriendo tu frialdad... Lo siento, te amo, y realmente esperé ser una salvación para ti, pero ellos son mi vida, mi razón de ser, y lo que más amo en este mundo, no quiero ni puedo lastimarlos... No quiero que tampoco que sigan tu camino... No podría perdonármelo jamás —declaró Clio, con su voz temblando, con la denotación del dolor que le causaba decir eso que ambos sabían, pero que quisieron aceptar... Hasta ese momento.

Sus palabras fueron frías y funcionaron como un golpe al alma de Rygal, a su intento de seguir sintiéndose humano, aun sabiendo que con cada acción suya desde hacía más de quince años iba alejando más y más a su esposa e hijos de sí mismo... Aun sabiendo que era lo que quería, sin saber lo que quería.

Clio se apartó lentamente luego de haberle dejado en claro su postura. Su mirada se fijó en él, cabizbajo, aun sentado en la cama, casi como si una sombra de soledad se apoderara de su figura. Él no levantó su mirada, y Clio no quiso desviarla en ningún momento. Sentirse culpable por lo que había dicho era estúpido, ella sabía que tenía razón y que si tuviera la opción de elegir, siempre elegiría a sus hijos por encima de cualquier persona, fuera Rygal o cualquiera, sin embargo, le daba culpa, claro que se sentía culpable, él era su esposo, la persona a la que había elegido para que estuviera a su lado para siempre, para que la acompañara en su sueño de formar una familia, pero por más que Rygal haya sido todo eso para ella... Ella jamás sería capaz de dejar de lado su amor sólo para salvarlo a él de lo que sea que lo atormentara, si él no fue capaz de bajar al infierno y regresar por el bien de su familia, a ella no le quedaba nada más que soltarle la mano... No podía inmolarse por él, eso significaría perderlo todo.

En el ambiente la tensión era demasiada, cada segundo era un eternidad para ambos. Clio, entre obvias contradicciones y sentimientos razonables no podía siquiera pensar en abandonar la habitación, todavía había algo en ella que la ataba a él. Entre su intento de volver a tomar algo de compostura se paró de nuevo frente al espejo, acomodó su vestido con algo de delicadeza y sonrió, a pesar de que la tristeza invadía su corazón.

De la nada, Rygal alzó su rostro, y las miradas de ambos se encontraron, el silencio entre ellos se volvió sordo. Clio sabía que ese intercambio de miradas era algo más que sólo eso, fue casi como si pudiera leer su corazón y entrar por un instante a una parte de su alma. Luego de ella percatarse de eso, todo sucedió muy rápido y antes de que pudiera dar un paso más, Rygal, con una movimiento inesperado, la tomó de la mano y la jaló de vuelta hacia él. Clio cayó nuevamente sobre su esposo, y su cuerpo quedó inmóvil sobre el suyo. Sus rostros se encontraron a centímetros de nuevo.

Tal vez Clio se sintió resignada, tal vez sintió que por más que amara a sus hijos, había pasado demasiado tiempo amando a Rygal como para sólo dejarlo atrás como si nada... Tal vez vio más allá que ella misma, quiso creer en un futuro feliz, ella no iba a negar que era demasiado optimista, porque luego de tanto sufrimiento, fue muy feliz con ellos a su lado. Ella, todavía era muy inocente, todavía... No conocía la maldad en su totalidad.

Clio posó su mano sobre el pecho de Rygal, esta descansó sobre este un par de minutos, sintiendo cada latido de su corazón. Ella sintió que ese sonido se volvió parte de sí con el pasar de los años, y no pudo evitar querer anhelar que ese corazón en ese momento latiera sólo por ella. El brazo de Rygal ya se había tomado el atrevimiento de rodear su cintura con suavidad. Poco a poco, este accionar dejó de ser suave, y su mano se arraigó a ella, trayéndola cada vez más cerca de él, haciendo que en el mismo movimiento su rostro se acerque al suyo también.

Rygal fue quien se lanzó primero, casi como si en un instante fuese capaz de compartir el insensato deseo de ambos, mezclado con todo lo que sentían y sintieron, entre dolor y necesidad, entre amor y odio, entre un futuro marchito y un pasado irreal, entre un sueño y la realidad... Entre todo eso, se dejaron llevar. El beso que se dieron, que encapsuló miles de sentimientos que compartieron tantos años juntos, fue, ante todo, una despedida.

Clio siempre supo que su necesidad de amor nunca logró resolverse, más cuando jamás se alejó de Rygal, él le dio todo, y eso no iba a poder olvidarlo, tal vez por esa razón se entregó a él en ese momento, aunque con una inmensa angustia en su corazón, sabiendo que después de todo lo que sucediera en esa habitación, no habría marcha atrás.

 

Presente...

 

Remia, Isla Rem, Palacio Real - 20 de Septiembre - Año 526

 

 Rygal rara vez paseaba por los pasillos del palacio, no le gustaba que los empleados o guardias lo vieran deambulando de un lado al otro, mayormente usaba sus poderes para ir de un área a otra sin problemas. Sin embargo, justo al salir de su oficina esa tarde vio algo a través de las ventanas de un pasillo que lo hizo quedarse en ese lugar a observar lo que sucedía justo en uno de los costados de la entrada al palacio.

 «¿Qué hace afuera? Él no sale nunca», pensó Rygal, percatándose de que la persona que trataba de entrar a escondidas por el muro lateral del patio delantero del palacio no era nadie más que su propio hijo, Demian.

 El patio delantero del palacio estaba rodeado por un inmenso muro de unos tres metros de alto, en forma de rectángulo, rodeando toda la fachada del palacio desde una esquina a otra. Hacia adelante eran cerca de cincuenta metros que era recorridos por un pasillo de piedras que comenzaba en el portón de unos centímetros más alto que el muro, este era de un metal de color dorado, en él tenía grabado el emblema de la casa Di Rem en gigante, una corona de color rojo. En el portón comenzaba el pasillo, este se dividía en distintos pasillos que rodeaban los diferentes jardines con figuras de césped. Por estos rondaban los guardias del palacio, miembros de la Guardia Real que fueron derivados a la seguridad del palacio debido a su aptitud. El pasillo central se dividía en dos más unos metros antes de llegar a la puerta del palacio y tomaba distintos caminos, por la izquierda hacia el estacionamiento subterráneo y por derecha hacia la zona de la Guardia Real.

 Demian quería entrar por la parte de la entrada al estacionamiento, vigilando que ningún guardia rondara por esa zona, él sabía que si lo llegaban a ver afuera del palacio irían corriendo a contarle a Rygal, y eso no le convenía, por tal motivo evitó la entrada principal, podría entrar al patio interior del palacio a través de los pasadizos secretos que había conseguido hallar luego de tanto tiempo adentro de ese lugar.

 —Veo a través de tu plan —dijo una voz detrás del chico cuando este logró saltar hacia el otro lado del muro, justo encima de un jardín.

 Tenía pensado esconderse detrás de esa figura gigante de una especie de ángel, o algo parecido.

 —El plan no tenía sentido desde el inicio, creí que me lo dejarías pasar —Demian respondió, sin darse la vuelta. Ya sabía quién era la persona que estaba ahí, su voz era demasiado reconocible.

 —¿Fuiste a visitar a tu madre? —preguntó Rygal, paso tras paso logró colocarse frente a su hijo. Este no alzó su rostro.

 —No me vas a creer si te miento —admitió Demian.

 Rygal se mantuvo parado de brazos cruzados frente a él. En un momento, su hijo levantó su rostro, lo vio extrañamente dichoso, sabía a qué se podía deber, sin embargo, unos días atrás habían tenido esa charla donde ambos se habían puesto de acuerdo sobre la decisión que Demian tomaría, y no iba a negar que le tomó desprevenido tal elección. Probablemente él no pudo sacársela de la cabeza, probablemente el amor que Clio le dio en el pasado llegó a traspasar incluso el daño de su alma, ese que le impedía recordar con claridad su propio pasado. Podía creérselo, las emociones influían en demasía en el funcionamiento del alma. Aunque todo eso podía llegar a costarle caro, no había olvidado que ambos tenían un trato.

 —¿Y cómo te fue? —preguntó Rygal, con curiosidad, elevando una ceja.

 —Eso... —Demian murmuró—. Bien, supongo.

 «Volveré todas las semanas, mamá... Lo prometo», fue lo que le dijo a su madre en un intento de convencerla para que lo dejara irse. Ella no quería, quería quedarse un rato más a su lado, él también, si fuera por él, se hubiese quedado toda la eternidad con ella, pero se lo dejó en claro, eso no dependía ni de él ni de ella y no podía arriesgarse a ser visto por otra persona que lo hubiese conocido en el pasado, o cualquier miembro de su familia que estuviese en la residencia de su clan.

 Antes de irse se fundió en un abrazo con su madre que, a pesar de durar varios minutos, pareció un solo instante, y se quedó con ganas de más, pero con una inmensa satisfacción al saber que ya no iba a tener que imaginar o anhelar sensaciones ni pensamientos, o volver a suponer e intentar recordar emociones. Su madre seguía ahí, esperándolo, estuvo esperándolo por más de diez años, y todo lo que pensó, fue sólo eso, una idea, se quedó en su mente, la realidad era distinta, su madre lo amaba, siempre lo amó. Por esa estaba feliz, por eso se sentía con una dicha inmensa, porque sabía que podría cumplirle esa promesa, y que a pesar de que ese abrazo pareció corto, volvería a la siguiente semana, y sucedería de nuevo, y así cada día, y luego de que su trato con Rygal se cumpliera, podría volver a su lado en su totalidad. Y ya no se separaría de ella jamás.

 —Ya veo, entonces asumo que ya te libraste de todas las dudas que tenías en torno a ella, ¿No es así? —preguntó Rygal, aunque con algo de obviedad que casi transforma su pregunta en una aseveración.

 —Lo hice... Ella... —antes de decirlo, esbozó una sonrisa—: Ella es todo lo que quise que fuera, y más.

 —Lo es... Claro que lo es —asintió Rygal.

 —¿Por qué? —Demian preguntó, de la nada.

 —¿Por qué... Qué? —Rygal preguntó de nuevo.

 —Ella me dijo que tú la lastimaste, que le hiciste mucho daño en el pasado, que... Le ocultaste que seguía con vida, que ella sufrió mucho por eso, y que a pesar de que te amó con toda su alma, tu no hiciste más que destruírsela en pedazos, ¿Por le qué hiciste eso a ella? No entra en mi mente el hecho de que hayas hecho sufrir a una persona tan pura como ella, ¿Por qué? —Demian preguntó, su mirada demandaba respuestas más que nunca, y aunque ni siquiera se sentía molesto, no pudo evitar poner un rostro que hacia parecerlo.

 —¿Tú también me vas a reprochar actitudes de hace más de diez años? —preguntó Rygal.

 —Diez años, diez años hacen desde que «morí», ¿Y luego? No son sólo diez años, Rygal, ha sido más que eso, y lo sabes —respondió Demian, contundente. Rygal asintió ligeramente, casi en concordancia, pero con un rostro serio—. Y no voy a reprocharte nada, yo no estuve en ese lapso de tiempo, no sé qué sucedió entre ustedes en su totalidad y siento que debiste tener tus razones para actuar así con ella, sin embargo, no importa lo que haya sucedido en el pasado, me importa lo que sucederá desde ahora, desde que regresé.

 —¿Te importa eso? ¿Y qué tanto? —Rygal le dio una mirada de reojo, su pregunta obviamente llegaba con segundas intenciones.

 Su hijo lo notó, y antes de responder se dio la vuelta, al enfilar hacia la entrada del palacio oyó los pasos de su padre detrás suyo. Obviamente él estaría pendiente de la respuesta, y no lo dejaría escapar si antes no se la daba... Entonces, lo hizo:

 —Sé que tenemos un trato, Rygal, sé que... En este momento soy tu arma más importante, más que Cole inclusive, sé que soy la clave para vencer a Rhys Windsor, pero a pesar de saber todo eso, también sé cuál es mi lugar, y es a su lado... Yo terminaré el trabajo que me has encargado, pero luego de eso. —Se dio la vuelta, y casi como si fuera un espejo, en el rostro de su padre vio la misma expresión que sabía que tenía en el suyo. Determinación—. Luego de eso volveré con mi madre... Y no volveré a estar de tu lado de nuevo... Nunca más —aseguró.

 —Entendido —Rygal asintió, mientras una sonrisa sagaz se trazaba en su rostro.

 Demian se dio la vuelta de nuevo y entró al palacio, cerrando la puerta detrás suyo. Rygal no se movió de su posición, en su lugar, sólo alzó su mirada hacia el cielo que se teñía de un color ocre brillante al caer la tarde. Suspiró hondo, justo una leve brisa sopló en ese instante y voló su cabello un poco. Luego, sonrió.

 —Vaya, Clio... Mira los hijos que has criado... Ellos darían su vida por ti... Después de todo, ese es el plan que teníamos, ¿No es así?

 

Días después...

 

Fons, Ash, Palacio Real - 25 de Septiembre - Año 526

 

 Ashley se encontraba en un balcón del palacio, este daba hacia el patio trasero, un extenso terreno con cientos de jardines divididos en cubículos, cada uno con distintas flores autóctonas, la decoración era bonita, estatus y fuentes inmensas que se extendían por los pasillos y esquinas. A veces el palacio abría su puerta a visitantes en días festivos, y ese jardín era uno de los lugares más visitados, y con razón.

 Con su mirada perdida en el horizonte y su mente en cualquier otro lugar que no fuera su cuerpo, Ashley no notó que su hermano se encontraba detrás de ella, llamándola casi a los gritos.

 —¡Ash!

 Ese grito casi la hace saltar de su lugar. Al darse la vuelta divisó la figura de su hermano mirándola con extrañeza, aunque también distinguió la curiosidad en su mirada.

 —Perdón, estaba perdida en mis pensamientos, no me percate de que estabas aquí —declaró Ashley, volviendo su mirada hacia adelante luego de que su hermano se apoyara en el borde del balcón justo a su lado.

 —Últimamente veo a mi hermana demasiado distraída, parece que siempre tienes otra cosa en la mente, y sabes, desde mi oficina se puede ver todo el patio trasero, eso incluye estos balcones... Te he visto con la mirada perdida, con el rostro melancólico mientras esbozas una débil sonrisa, casi como si esperaras algo, o recordaras algo... ¿Qué te ha estado pasando, princesa? —preguntó Lee, algo preocupado, pero intentó sonar confortante, tampoco quería hacerla sentir mal.

 —¿Qué dices, Lee? —Ashley rio—. No me ha pasado nada, ¿Qué podría pasarme?

 —No lo sé, muchas cosas, desde ese día en el que tuvimos esa charla he notado tu cambio de actitud, ¿Tiene algo que ver con que hayas vuelto a salir con James? —preguntó el príncipe.

 —Lee, por favor, ¿Qué dices? No volví a salir con él —Ashley negó, sacudiendo su cabeza.

 —¿Segura? ¿A dónde vas todas las noches entonces? ¿Crees que no me entero que sales?

—Claro que lo sé, pero no es «salir» con él, sólo nos vemos casualmente, no puedo estar en una relación hoy en día, ya te lo dije esa vez, te lo vuelvo a repetir; no puedo tomar cualquier decisión procurando que sea un intento, ya no puedo fallar —Ashley respondió, rememorando esas palabras que dijo meses atrás.

—Eres tan obstinada como papá, creo que no cabe duda de que eres su hija... Pero ya te lo dije, tú no tienes un destino marcado, algo que impida que tomes tus propias decisiones, y aunque treinta años de tu vida fueron ese ida y vuelta que te llevó a tener ese pensamiento en primer lugar, no significa que todo eso se terminará de un día para el otro, y todavía tienes toda una vida por delante, el pasado ya es pasado, y no harás nada para cambiarlo, no vale la pena arrepentirse.

El discurso de su hermano la hizo sentir con la necesidad de encontrar respuesta a esa pregunta de su parte, porque él realmente tenía cosas de las cuales arrepentirse, y por una u otra razón, no lo hacía.

—Lee, si pudieras vivir tu vida de nuevo... ¿Qué cambiarías? —preguntó.

Lee se sorprendí por la pregunta, él sabía que era raro que Ashley le planteara algo así, casi nunca hablaban sobre sus sentimientos, a pesar de lo unidos que eran, podía contar con los dedos de una mano los momentos en los que sucedió eso, de igual manera, sabía que había una razón detrás de la cuestión de su hermana.

Se cruzó de brazos y se tomó unos momentos para reflexionar su respuesta, quería ser lógico, aunque obviamente no iba a poder impedir que sus sentimientos invadieran su razonamiento. Casi instintivamente pensó en su herencia, en las decisiones que habría tomado si hubiese sabido el camino que debía recorrer para llegar a ser el rey que era en ese momento. Tanto como lo intrincado de su moralidad y de sus deseos, o el sentimiento de ahogarse de poder inevitablemente. Sin embargo, eso iba a pasar sí o sí, y aunque su mente hubiese estado preparada para tal camino, nada habría hecho que pudiera tomar otra decisión, porque obligado o no, ser rey era su deseo, y su responsabilidad. Por esa razón su pensamiento tomó otro rumbo, uno más íntimo, aquel que lo conducía hasta ese recuerdo en el que se encontraba el rostro de aquella mujer que había amado con todo su alma, aquello que perdió en la guerra junto con una parte de sí que jamás logró ni lograría volver a recuperar. Obviamente su mente rápidamente le recordó a Diane.

—Creo que habría hecho hasta lo imposible para proteger eso que era importante para mí —respondió luego de unos minutos, con un tono de voz tanto melancólico como introspectivo—. Tal vez podría haberla salvado a ella de su trágico destino.

Ashley notó la tristeza en la mirada y las palabras de su hermano. Ella casi no conoció a Diane, justo fue en ese etapa en la cual ella y su hermano se llevaban mal, sin embargo, la vio y hasta habló con ella un par de veces, ella era muy linda y modesta, siempre creyó que era mucho para lo imbécil y egocéntrico que era su hermano en esa época. Su muerte realmente fue un suceso trágico, porque ella no pasaba los veinte años, era apenas una chica que no había vivido nada, y todo se le fue arrebatado en un instante. Tal vez por eso comprendía la postura de su hermano en cuanto a la guerra, o en cuanto a la vida... Él jamás haría aquello que le hicieron a Diane, y al mismo tiempo, él no volvería a perder todo lo que amó otra vez.

Además de lo que recodó de Diane, por un momento también sintió que incluso ella había vivido casi lo mismo que su hermano. La relación de Lee con Diane, aunque obviamente con sus diferencias, no estaba tan alejada de lo que le sucedió a ella con Demian. Por percatarse de eso se sintió con el valor de contarle a su hermano por primera vez esa estaca de su pasado que todavía seguía clavada en su corazón. Suspiró, y en voz baja, comenzó a hablar:

—Demian... Él era el hermano menor de Rhys Windsor, era unos años más joven que yo, cuando yo era una adolescente él era un niño de primaria, pero, incluso sabiendo eso, y todo lo que significaba... No sé cómo explicarlo, pero... Lo amé de una manera que nunca había amado a otra persona.

Lee se quedó en silencio luego de escuchar el inicio de la historia de su hermana, dejándole vía libre a que hablara el tiempo que fuera necesario.

—Él era un chico un poco complicado, tal vez no tenía un peso inmenso sobre sus hombros como Rhys, él era más sencillo en ese sentido, a pesar de todo lo que se guardaba para sí mismo, aun así, había algo en él que hacía que todo lo demás pareciera tan insignificante, y con su presencia realmente me hizo feliz, muchas veces, encontré en él una luz que duró poco tiempo, porque se apagó luego de que lo perdí... Siempre supe que era imposible, aunque no tenía una razón clara, tal vez porque era demasiado mayor para él, o tal vez porque nuestras vidas nunca estuvieron destinadas a cruzarse más allá de ese punto... O tal vez sólo porque él destino es demasiado cruel y le dio un trágico final inmerecido... No lo sé, no me quiero poner a pensar en eso, porque realmente duele... Duele recordarlo, duele pensar su final, duele saber que jamás volveré a reencontrarme con él... Duele mucho... —ella continuó.

Lee la escuchó con atención, en un momento se permitió apoyar su mano en el hombro de ella. Aunque nunca había conocido a Demian personalmente, entendía lo que significaba amar a alguien que no podías tener. Alguien que no regresaría.

—El amor siempre deja cicatrices, Ash, pero también nos da felicidad, nos da voluntad, sé que me he hecho fuerte gracias al amor... Quizás, algún día, puedas encontrar un camino donde los recuerdos de lo que él significó para ti no duelan tanto, y si él fue importante para ti, entonces siempre tendrá un lugar en tu corazón, aunque nunca regrese.

—Puede ser... Aunque, no lo sé, a veces me siento culpable, Lee... Sé que haberme enamorado suyo fue un inmenso error, yo era mayor que él, y él apenas estaba comenzando a entender la vida... Siempre me quedará la espina clavada de no saber si fui el motivo de todo lo que le sucedió, me pregunto si lo confundí, si fui egoísta al permitir que mis sentimientos por él crecieran hasta ese punto... Eso me ha torturado por mucho tiempo, yo jamás supe si todo lo que él sintió por mí era realmente tan real como lo que yo sentía por él.

—Ashley, ¿Puedes parar? —Ella lo miró, sorprendida por la extraña pregunta de su hermano. Esta había sido algo demandante, aunque solemne al mismo tiempo—. Ambos eran jóvenes, o sea, sí, él era un niño, pero tú también lo eras, no puedes pretender ser la culpable de esos sentimientos que tuviste en ese entonces, el amor no es algo que se pueda controlar, y menos cuando somos tan inocentes, y se vuelve una necesidad.

—Ahora que lo dices, puede que haya sido así. —Ashley no sintió que eso sosegara esa extraña sensación que tenía en el pecho, pero hasta cierto punto podía pensar que era lo más lógico que alguien podría decirle—. Gracias, hermano —continuó, esbozando una ligera sonrisa—. Supongo que nunca lo había visto de esa forma.

Lee notó en las palabras de su hermana cierta tristeza, cierto dolor. Eso causó que se interesara en ese sentimiento que ella parecía no querer dejar salir, parecía atrapada en esa cárcel que le impedía avanzar, sabía que esa era la razón por la cual ella se sentía estancada, y a su vez también sabía que la única forma de que ella dejara atrás esa sensación era desahogándose de una vez por todas, entonces le hizo esa pregunta, abriendo una puerta que nadie había abierto antes en el corazón de Ashley: 

—¿Quién te hizo tanto daño, Ashley? —preguntó Lee, aun con su tono solemne, quería darle lugar a que ella se sintiera cómoda con su presencia, lo suficiente para que no intentara escapar de esa pregunta.

 

Ashley suspiró justo luego de oír esa pregunta, dirigió su mirada hacia el horizonte de nuevo y se quedó en silencio unos momentos. Nunca había hablado de su pasado con su hermano, con nadie en realidad. Pero en ese momento más que nunca algo en la presencia de su hermano, le dio el valor que nunca había tenido para hacerlo, la hizo sentir más segura que nunca... Entonces, sin pensarlo demasiado, temiendo a arrepentirse luego... Comenzó:

—Supongo que todo empezó con mamá —confesó en voz baja, su garganta ligeramente tembló, aunque sabía que podía controlar sus emociones, nada aseguraba que no rompiera en llanto de la nada. Lee frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada, sólo le permitió continuar—: Ella nunca estuvo para mí, pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la casa, y cuando estaba, era... No lo sé, distante, fría... Yo era invisible para ella, o insignificante... Ella nunca me abrazó, nunca me dijo que estaba orgullosa de mí... Nunca me dijo que me amaba... Todo lo que yo hacía para llamar su atención parecía no importarle para nada. —Tragó saliva al notar que en su garganta se formó un nudo, recordar esos momentos siempre la hacían sentirse así. La mano de su hermano en su hombro funcionó como consuelo, y continuó—: Por eso empecé a buscar esa aprobación en otras personas, personas que no siempre me conocían realmente, ni yo a ellas, pero que me daban algo que creía necesitar... El primero fue Rhys... —Ashley rio, negando con la cabeza—. Era tan seguro de sí mismo, tan inalcanzable, era todo lo que yo quería ser, y quería que me viera, porque cada vez que hablaba de mí, él me hacía sentir vista, me hacía sentir importante, pero nunca fue genuino... Él nunca me vio de la forma en que yo lo veía... Y eso... Eso me dolió mucho... Y me sentí así por muchos años.

Lee inclinó su cabeza ligeramente luego de que ella parara unos momentos, notó como su pecho subió y bajó rápidamente, se percató de que ella estaba tomando aire, por lo que su confesión seguiría.

—Después vino Jake... Él era diferente a Rhys, pero en el fondo, lo que él me daba y lo que yo buscaba era lo mismo... Lastimosamente me enamoré de alguien que nunca podría amarme como yo quería... De nuevo —paró, como si estuviera usando todas sus fuerzas para seguir, cada tanto, tenía que recobrarlas—. Cada vez que buscaba amor, terminaba más lastimada que antes. —Se quedó en silencio por un momento, y luego de dar algunos suspiros, se permitió darle una mirada a su hermano—. Y entonces llegó a Demian... Él no era como ellos, no intentaba ser algo que no era, ni tampoco creía que no podía escapar de su destino, él no tenía grandes ambiciones, él no estaba roto por dentro... Y era un niño, sí, era un detalle que realmente importaba, pero su honestidad, su vulnerabilidad y su carisma me hicieron darme cuenta de lo que realmente quería, de lo que realmente buscaba en alguien más... No necesitaba que me aprobara o que me enalteciera, no necesitaba demostrarle nada a nadie... Sólo necesitaba a alguien que simplemente estuviera allí, siendo él mismo, sin pretensiones, acompañando mi camino, mientras yo a su vez acompañaba el suyo... Pero al final... Eso tampoco funcionó.

Lee asimiló las palabras de su hermana poco a poco, plantando el silencio en el ambiente de nuevo... Luego de unos minutos, finalmente habló, con su voz suavizada, en calma, casi intentando dejarle un tono cariñoso.

—Ash, linda... No puedes culparte por buscar lo que tú madre nunca te dio, sabiendo que eso era su responsabilidad... Todos necesitamos amor, y a veces, cuando no lo encontramos en el lugar que debe estar, lo buscamos en los lugares equivocados, adentrándonos a un mundo que desconocemos, un mundo oscuro y doloroso, un mundo al cual no pertenecemos... Pero nada de eso significa que no merezcas encontrarlo, o que tu vida no ya no tenga remedio y te hayas estancado perpetuamente, nada de eso significa que debas ser infeliz hasta el final de tus días... Ese no es tu destino, ese no es el destino de nadie.

Ashley lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien realmente entendía su dolor. Lee, su hermano menor, quien jamás creyó que lograría hacerlo, había llegado, de alguna u otra forma, a ese rincón de su corazón donde había escondido todos esos sentimientos por tanto tiempo. Y aunque sabía que a pesar de todo lo que su hermano le había dicho, ese dolor cargaba tantos años que iba a ser imposible comenzar a sentirse mejor de un momento a otro. Obviamente seguiría pensando en Demian, seguiría pensando en su vida, en su pasado y en lo que no hizo, en las oportunidades que desperdició, y en lo mucho que debía cargar, hacía tiempo. Pero incluso con todo eso, ella había asumido tomar tales responsabilidades desde ese instante en su vida en el cual dejó atrás su pasado, había aceptado ser quien era, ser Ashley Crown... Eso no iba a cambiar, nada cambiaría... Y viviría con eso el resto de su vida.

—Gracias, príncipe engreído, realmente me hizo bien hablar de esto contigo. —Ashley se dio la media vuelta y caminó hacia su hermano. Sin avisar, le dio un fuerte abrazo.

Lee no se sorprendió, se lo vino venir, por eso, sólo se limitó a devolverle el abrazo con la misma fuerza, pasando sus brazos por la espalda de su hermana, llevándola a él un poco más.

—Por nada, princesa... Siempre estaré para ti, puedes contar conmigo para lo que sea —él aseguró.

—Lo sé... Claro que lo sé... Te amo, hermano.

—Y yo a ti... Te amo, hermana.