Jorge la vio empacar silenciosamente su bolsa. Ya se había cambiado a su ropa vieja, aunque él todavía quería verla con su camiseta grande.
—He pedido al conductor que te deje a cierta distancia del albergue —le informó y ella asintió con una sonrisa tenue.
—Gracias.
Algo no estaba bien. Ella no parecía estar bien para él.
Ella tomó el nombre de un hombre... ¿cómo era? Ah, sí. Dorian Maxwell. Preguntó si él lo conocía, luego se limpió la cara y decidió que era hora de irse.
Esta chica ocupaba un lugar especial en su corazón. No quería asustarla con ningún tipo de compromiso pero, en toda honestidad, no quería dejarla ir.
Sin embargo, necesitaba respetar su decisión también.
—Entonces, ¿nos veremos mañana en la oficina? —le preguntó mientras la observaba ponerse sus zapatos.
—Sí, claro. ¿Por qué no?
Desearía poder decirle que ella era importante para él y que quería pasar más tiempo con ella.
Pero no. Aquí estaba la línea.