—Abel hacía a Aries todo el día hasta bien entrada la noche como si la estuviera castigando. Tenía tanta energía de sobra, y solo cuando ella literalmente le rogaba que descansara él reconsideraba. Debido a su energía aparentemente infinita en su unión, Aries se quedó dormida al instante.
—Ella no sabía lo que había sucedido y se desmayó mientras recuperaba el aliento. Cuando llegó la medianoche, la sequedad de su garganta la despertó. Un tenue gemido se escapó de sus labios cerrados, moviéndose, solo para darse cuenta de que todavía estaba confinada en sus brazos.
—Aries miró hacia atrás. Abel la abrazaba por detrás, sus fuertes brazos la envolvían con seguridad. Cuando se movió ligeramente, sus nervios se tensaron al darse cuenta de que él no se había retirado.