Nunca me divertí tanto

Hace unos minutos, cuando Abel salió de la habitación para conseguirle un vaso de agua, se detuvo en el vestíbulo de la mansión. Al levantar la vista, se encontró con el par de ojos carmesíes y brillantes de Marsella en el segundo piso. Ella estaba recostada contra la barandilla, sosteniendo una copa de líquido rojo, del cual estaba seguro que era sangre pura.

—Mi querido hermano, he oído que Ram es estéril —la voz de Marsella era sexy y agradable al oído. Su pregunta naturalmente enfurecería a cualquiera, pero no a Abel, ya que esa era la verdad.

—¿Y cuál es el propósito de este repentino interés, hermana? —preguntó él, intrigado.

—Bueno, porque parece que estás olvidando algo muy importante, hermano —Marsella sonrió maliciosamente, inclinando la cabeza hacia un lado—. Ram puede ser estéril, pero tú no eres un hombre ordinario. Tu sangre tenía propiedades curativas.

Abel soltó una carcajada de deleite. —No te preocupes, ella estará bien.