Sunny había estado observando a Aries caminar de un lado a otro desde el diván dentro de uno de los salones en la mansión prohibida. Estaba masticando sus golosinas que había tomado del palacio interior para pasar el tiempo, pero ver a Aries caminar nerviosamente en círculos la estaba mareando.
—Abuelita, estás mareando a Sunny —dijo Sunny después de otro minuto observando a Aries.
Aries se detuvo, mirando hacia la niña sentada en el largo diván. Exhaló un suspiro agudo, marchó hacia Sunny y dejó caer su trasero al lado de la niña.
—Siento que perderé la razón, Sunny —expresó Aries con una respiración profunda, pasando sus dedos por su cabello—. ¿Cómo puede suceder esto? Le di un amuleto que lo protegería. Debería estar bien.
—Abuelita, ¿no confías en tu propio hechizo? —preguntó Sunny con simple curiosidad.
—Yo… —Aries miró de nuevo a la niña, con ojos llenos de amargura e incertidumbre—. ... Marsella dijo que sería efectivo.
—Entonces, ten la seguridad.