Capítulo 40: Conversación con Esmeralda

Un golpe en la puerta me sorprendió.

—¿Sí? —dije sin entenderme.

—El desayuno está listo.

¿Cómo? Al parecer ya era de día. Revisé el celular para consultar la hora, este no respondía, se apagó. Por eso no sonó la alarma. Esperé que el indicador de que estaba cargando apareciera para poder levantarme.

Me sentía con más energía que nunca. Descendí casi corriendo a la cocina. Olía a homelet de huevo y pan tostado. Una extraña sensación me envolvió. Me sentí atraído por la sensación de que todo estaba bien, de que era un nuevo y soleado día. Aunque en el fondo sabía que no era tan sencillo olvidar.

—Buenos días —ofrecí.

—Buenos días —sonrió Esmeralda contagiada por el día.

Me senté donde supuse me correspondía. Cuando trajo el pan tostado, más bien, el pan quemado, sentí algo de alegría. Era extraño estar contento por un pan quemado.

—Los siento, no pensé que la tostadora fuera tan rápida. No suelo usarla mucho.

—Están bien así.

—Si deseas puedo preparar otros.

—No es necesario, me gustan así —omití información.

—¿Seguro? —se preocupó.

—Sí, así está bien.

Se rindió y se acomodó frente a mí. Ante el silencio surgió una pregunta por mi mente.

—¿Hasta qué hora dijiste que trabajas? —inicié mis dudas.

—De ocho a ocho, en turnos de doce horas. A veces me toca de día y otras de noche. Aunque me quedo más tiempo, para ayudar a mi amigo en un caso, más bien él me ayuda, pero el caso es dirigido por él.

—¿El caso de mi familia? —me atreví a preguntar

—Sí… —se lamentó.

—Tengo entendido que a gente cercana a otros no puede tener el caso que de alguna manera les relaciona, por temas de intereses personales o emocionales. ¿Ya no es así?

—Estás en lo cierto. Trabajo extraoficialmente, además mi caso está relacionado con el tuyo de alguna manera. Como antes te dije, buscábamos algún indicio de que tu abuelo estuviera relacionado con la mafia, y esa fuera la razón de asesinato.

Sus ojos cambiaron, se tornaron grises a pesar de seguir teniendo el tono verde agua claro.

—Aun no entiendo, ¿una mafia? No es eso solo de películas. ¿No es algo así como un cartel de drogas?

—Exacto, es real y es en parte como dices. Es un grupo jerarquizado a nivel nacional el que investigo, al igual que varias otras oficinas. No solo va en el tema de la venta de drogas ilegales a nivel país, sino que con el traspaso internacional de drogas en masa a países que aún no la legalizan, también con la venta de armas de fuego sin protocolizar ni permisos oficiales, la venta de menores y los delitos de guante blanco.

—¿Todo eso está relacionado con mis abuelos?

—No es tan así. Más bien encontramos que tu abuelo tenía una red de contactos de varias personas involucradas en los casos. Si bien eso no implica que sea culpable, está en una posición en la que se le considera sospechoso. También existe el hecho de unas denuncias que hizo a ciertas personas consideradas peligrosas. Pudo inducir a un estado en donde surgieron diferencia de intereses. Pese a que todo esto es hipotético, la probabilidad de que su muerte haya sido por mera coincidencia es poco realista.

Sus palabras eran duras de asimilar. Mi abuelo fue asesinado por probabilidades. No. Por drogas, probablemente. Probablemente por dinero, puede ser. Puede ser que por nada. ¿¡No!?

¿Mi Familia también estaba involucrada? ¿Mi papá? ¿Mi Mamá? ¿Mi hermano? ¿¡Mi hermana!? ¿¡Estaban involucrado en la venta de drogas!? ¿¡O fueron asesinados por probabilidad!? ¿¡Por azar!? ¿Me dispararon porque tenía diferentes intereses? Al parecer.

Las palabras de esmeralda me molestaban. Sabía bien que ella no tenía la culpa, pero no lo asimilaba.

Así es, a alguien hay que culpar.

“¿Y si soy yo el que tuvo la culpa?”.

Una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Eso me dijo.

“¿Y si es por mí que todos están muertos?”.

Sentí un vacío en mi estómago.

“Es mi culpa. ¿Yo los asesiné?”.

Estoy tenso.

“El mismo lo dijo, que fue mi culpa. ¿No?”.

Pero, ¿Por qué? Me dijo que tuve la culpa de su desgracia.

“¿Yo lo cause? ¿Yo cause todo? ¿Yo soy el culpable? ¿Yo debí haber muerto? ¿Todo es mi culpa?”.

Ni siquiera recuerdo de quien hablaba. ¿Perdí parte de mi memoria?

“¡Recuerda! ¿Quién era ella? ¡De quien mierda hablaba! ¡Era su culpa!”.

¿Si la hubiera matado no hubiera pasado esto? ¿Matar? ¿Asesinar? Es demasiado extremo. ¿¡El tipo los mato!? ¿Yo igual los maté?

“Por venganza, los tengo que matar a todos los culpables. Debo que asesinar a todos los culpables. A todos. No importa quien sea. No puedo dejar a los culpables vivos”.

“Matar, asesinar”.

Matar, asesinar.

Matar…

—¿Absalon?

La voz de Esmeralda me devolvió a la realidad.

Ella continuó hablando, pero deje de prestar atención. Mis manos se soltaron del pantalón y volvieron a tomar la taza de té como si nada hubiera pasado por mi mente.

—¿No se supone que la venta de drogas de manera legalizada, había provocado que los que la vendían y los narcos perdieran toda oportunidad de continuar con el negocio? —continué la conversación desviándome del tema.

—Algo así, solo sucedió es en la superficie. En realidad, siempre hay un trasfondo. No debería decir esto con total seguridad, pero se supone que todo comenzó para que la droga, al ser un instrumento tan grande a nivel de negocios fuera controlada por unos pocos, que se vuelven ricos por la misma venta de las drogas legales e ilegales. Es conocido que las empresas que crean y proveen pastillas, medicamentos y drogas de entretención como el éxtasis reducido, son las mismas que distribuyen las que no están aprobadas como la cocaína, el LSD y otras que provocan mayor adicción. Como la ley de la venta regularizada de drogas tiene demasiados espacios vacíos que se pueden aprovechar, no es posible para el sistema judicial otorgar un correcto funcionamiento al momento de declarar un juicio en contra de la venta ilegal, aunque nosotros les otorguemos todo a favor.

—¿Entonces que legalizaran las drogas no fue bueno?

—Lo fue, en parte muchos carteles quedaron destrozados y los narcos de a poco perdieron el poder. Eso en parte nos ayudó, ya que era un dolor de cabeza los incontables casos que teníamos que prever. Sin embargo, ese poder fue monopolizado por los que conocen de leyes y que ya estaban en altos cargos. El problema es que están tan organizados que tienen hasta un sistema de jerarquía el cual no nos permite llegar al fondo del problema.

—Me suena haberlo escuchado.

—Se basan en una red de números. En total son 7. Los 6 son los que la venden a un precio comercial como un mercado negro, los famosos camellos. Los 5 son los que les reparten a los 6, solo distribuyen, funcionan como barrera y mensajería, para que no puedan encontrar a los de arriba. Los 4 son los que les otorgan el dinero y la droga a los 6, se sabe que funcionan como farmacólogos o empresarios que saben de estrategias financieras, estos se reparten equitativamente en sectores. Los 3 son los vigilantes de que todo funcione correcto a nivel de comunas y se encargan de establecer vínculos con instituciones políticas y económicas locales, se cree con firmeza que hay de estos inmersos en los poderes del estado. Los 2 otorgan créditos y ayudan con el transporte y la correcta distribución en todos los niveles, incluso a nivel internacional. Hay un par en cada región, pero usan a los de niveles inferiores para pasar desapercibidos. Por lo que es difícil dar con ellos, son casi como fantasmas. Lo único que se sabe es que deben estar entre los más ricos del país, pero eso es fácil de ocultar llevando una vida tranquila sin lujos. Finalmente se rumorea de los 1. Nadie sabe que son o de que se encargan, se llegó a la conclusión de que son alrededor de 5 personas. Y de que con gran probabilidad se encargan de los negocios a nivel país. Se cree que concentran tanto poder que tienen la capacidad de influencia en la mayor parte del país.

—¿Es eso posible?

—Es una posibilidad. Considerando que en cada nivel se sube, es en extrema cantera al anterior; en tema de poder, se cree que estas personas pertenecen a los altos cargos del país. Sin embargo, nadie sabe con exactitud cuáles.

—Y los 7 —pregunté para confirmar mis dudas.

—Son los consumidores. Algunos les dicen ganado.

—Cruel.

—Son los que consumen sin pensar en nada más que consumir. Piensan que como son ellos los que se hacen daño propio a cambio de pasarla bien, no importa. Pero eso piensa millones de personas que la consumen, volviéndola el negocio más ingente que existe.

—Nunca lo consideré así.

—Es complicado hacerlo —hizo una pausa y fijó su mirada en mí—. ¿No consumes verdad?

—No, no lo hago y la verdad tampoco me llama la atención.

Los ojos de esmeralda se volvieron a ablandar, brillaban igual que una gema, puede que fuera por el sol, solo estaba claro que su cambio se reflejaba en sus ojos.

—¡Se me hace tarde! —se dio cuenta.

—Son recién las… —fui a mirar la hora en el reloj.

—Ya son casi las ocho —se preocupó Esmeralda—. Ya me tengo que ir, perdón que te deje desayunando solo.

Con todo el tiempo del mundo, desayuné sin apuro. Ya era mi turno de irme

Dusty no fue, tal como sospechaba. Pensaba devolverme al departamento, pero el inspector me llamó para que asistiera a la sesión de la psicóloga. Fue algo similar a la anterior, solo que esta vez profundizó en cómo me sentía yo, traté de hacerle fácil su trabajo así que respondí con sinceridad a todo, omitiendo algunas cosas que solo yo podía saber, ella solo escuchaba. Tampoco tenía mucho que oír, era lo normal considerando mi situación.

Pasé la tarde con Vania. A ella se le hacía cada vez más sencillo estudiar, aprendía demasiado rápido, le dejé un libro de ejercicios que tomé de mi casillero para que los realizara dentro de la semana. A cambio ella me enseñó a recibir golpes, un entrenamiento nada favorable para mí.

Antes de irme recibí una llamada. Era de Melaine. No quería contestar, me noté nervioso y la mirada fija de Vania no ayudaba en nada.

—¿Hola?

¿Por qué lo hice sonar como pregunta?

—Absalon, ¿qué tal? ¿Estas ocupado?

Por alguna razón me giré a Vania, como si esperara que ella me diera la respuesta.

—No, estoy completamente libre.

Ahora pensara que no hago nada.

—Acabo de terminar de entrenar —alcancé a decir antes de su respuesta.

Ahora voy a sonar engreído. Mátenme.

—No te quitaré mucho tiempo, era para avisarte de que el tío Philip quiere verte.

—¿A mí?

Idiota, claro que a mí.

—Sí, me pidió contactarte para ver cuando podías venir, dijo que tenía algunas cosas que mostrarte. Pidió que, en lo posible fuera mañana, aunque si estas muy ocupado cualquier día de la semana estaba bien.

—Mañana está bien.

Un silencio se produjo; fue un segundo, un segundo que se sintió eterno. ¿Esperaba que dijera otra cosa, o quería que la mencionara?

—Le avisaré entonces, nos vemos.

—Está bien, Adiós.

Cortó. Me quedé revisando el celular.

¿Nos vemos? Significa que ella también estará allá.

—Estás rojo —Vania, que me observó sin discreción en toda la conversación, comentó sin más.

—¡¿Qué dices?!

—Mm… ¿Quién era?

—Una amiga.

—Amiga.

Su sonrisa me provocaba. ¿En qué momento nos volvimos tan relajados?

—Concéntrate en tu libro.

—Lo que digas. Antes, déjame decirte que sigues rojo.

—¡Silencio!

Busqué un espejo para verme, pero al no encontrar ninguno me di la vuelta.

—Que tierno —soltó una carcajada.

—Agarraste demasiada confianza como para molestarme así.

Normalmente se la pasa callada y mirando feo, advertirla así era refrescante. Era una parte que estaba seguro de que mucha gente no conocía, por el solo hecho de la primera impresión de su personalidad. Quizás siempre ha sido así, solo que se necesita intercambiar un par de palabras con ella.

Me frunció el ceño con un desagrado irónico y volvió su mirada al libro. Hizo que estaba continuando los ejercicios de matemática, pero conocía sus pensamientos. No pude evitar sonreír.

—¿De qué te ríes? —me amenazó con el lápiz.

—De ti —le sonreí.

Sin mirarnos nos entendimos. Antes de alcanzar a decir algo llegó su padre, marcando la hora de irme.

Al llegar a casa me encontré a Esmeralda dormida en el sillón. Frente a ella el computador prendido. En la pantalla aparecían varias pestañas abiertas, entre ellas una lista con varios nombres y a un lado un tipo rapado con una cicatriz en diagonal sobre la nariz, intenté no recordar nada, me dio escalofríos. Cerré la laptop para evadir la tarjeta de identificación que lo mostraba.

No sabía si despertarla, así que simplemente busqué una manta de los muebles del segundo piso y se la permití.

—Gracias.

Al parecer estaba despierta o algo así.

Su apagada voz, me compadeció.