capitulo 8

Los gritos de los soldados que se habían quedado me despertaron al día siguiente.

¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo? ¿Están atacando?—

Salí corriendo hacia afuera para ver qué pasaba, pero al frente de todo el caos estaba Daichi.

Él estaba parado frente a todos los que estaban dispuestos a luchar.

No sabía lo que estaba pasando, pero por el caos me estaba haciendo la idea de que el enemigo ya estaba cerca o ya estaba atacando. Un soldado se me acerca y me da una espada para que pelee.

Al agarrarla, este se va sin decir nada, gritando a todos que se fueran a sus puestos de batalla.

Daichi gritaba unas palabras a los soldados reunidos en la salida del castillo para darles ánimos antes de pelear.

Todos, al escuchar las palabras de Daichi, gritaron con fuerza y salieron corriendo con todas sus fuerzas.

Para llegar a su punto de encuentro y no dejar que las tropas enemigas entren al castillo.

Comenzamos a pelear, venciendo uno a uno a los enemigos. Pero en un momento, los enemigos gritaron que sacaran al dragón.

Todos quedaron impactados al escuchar un rugido.

Ellos no podían creer lo que escuchaban; temblaban de miedo.

En ese momento, detrás de las colinas que se miraban de lejos en el paisaje, salió un gran dragón rojo, mientras que en su espalda montaba un hombre que tenía vendados los ojos y un hacha en la mano. Este saltó, apenas estaba arriba del castillo, cayendo al suelo sin ningún dolor ni fractura en los huesos.

Todos se preguntaban quién era ese hombre que acababa de llegar.

Todos atacaron a la vez al hombre que acababa de llegar.

El hombre parecía no ser de ninguna raza que conociera; no era de la raza de los ángeles, ni de las hadas, ni de ninguna otra raza. En ese momento, él, con su hacha, cortó por la mitad, con un solo movimiento, a todos los que le fueron a atacar.

Iko salió por la espalda de este y, con un ataque rápido, cortó la espalda del hombre, pero no le hizo nada; el corte fue como si la espada no le hubiera hecho nada.

"¿Quién demonios ataca a sus enemigos por la espalda?" —preguntó el hombre.

"Yo, ¿acaso hay que pedirles permiso o qué?" —respondió Iko.

"Tú no tienes honor, maldito humano."

El hombre agarró el brazo de Iko con fuerza y lo alzó en el aire por un momento, y a la vez lo bajó con fuerza, haciendo que se golpeara fuertemente contra el suelo.

Este lo volvió a alzar y continuó una y otra vez haciendo lo mismo.

"Eres débil, humano; no mereces ni mi misericordia. Hoy mueres por mi mano. Debes estar agradecido, al menos por esto, humano."

Al escuchar lo que dijo el hombre con el hacha, Iko intenta agarrar su espada mientras seguía siendo azotado una y otra vez contra el suelo.

Pero el hombre paró por un momento a sentir la presencia de otra persona, y, aprovechando que él lo había soltado, Iko comienza a arrastrarse para agarrar su espada. Pero él de nuevo lo agarra, pero esta vez de una pierna.

"¡Maldito, suéltame!"

"Ya comenzaste a rogar por tu vida; estás demorado"

Con un giro rápido, este lanza a Iko contra la pared del castillo, haciendo que, por el golpe, este se desmayara.

El hombre siente de nuevo la presencia de alguien, pero al voltear no vio a nadie. Sin embargo, por un pequeño descuido, alguien lo ataca con un ataque mágico, haciendo que sus pies se congelaran.