capitulo 11

La batalla se desataba con una ferocidad que nunca había imaginado. Thalor se lanzó contra nosotros; por un momento resonó en el aire el grito desgarrador de Rin. La vi caer al suelo; su pierna derecha había sido cortada, y en un instante fue lanzada hacia la grieta por Daichi.

El miedo y las dudas se apoderaron de mí. No sabía por qué Daichi estaba lanzando a todos mis hermanos hacia la grieta.

Daichi, a su vez, estaba consumido por la rabia, un torbellino de emociones que lo llevaban a atacar a Thalor sin piedad, pero todo parecía ser en vano.

"¡Desgraciado! ¡Te voy a matar! ¡Aaaaah!"

Mientras Daichi peleaba con Thalor, Kurayami venía hacia donde estaba yo. Él me extendió su brazo para ayudarme a ponerme de pie; mis heridas ya se habían sanado sin darme cuenta. Él me pasó su espada y me dijo que teníamos que unir fuerzas para derrotar a los dos hombres y al momento agarró otra que estába en el suelo llena de sangre.

De inmediato, comenzamos a luchar contra Draekon. La presión era inmensa, y yo sentía cómo la fatiga comenzaba a pesar en mis extremidades. Aiko, que ya estaba luchando desde hacía rato, sabía que faltaba poco para que no pudiera seguir el ritmo.

La angustia en su voz me llenó de preocupación. Sabía que debía actuar rápido, pero Draekon era astuto y esquivaba nuestros ataques con una agilidad sorprendente, y aún no había usado la espada que había invocado gracias a su habilidad especial. Cada movimiento que hacía parecía burlarse de nuestros esfuerzos.

La batalla se tornó más oscura. Daichi seguía luchando con Thalor, pero el destino no se mostraba amable. La espada de Daichi se rompió en un instante, y vi cómo Thalor le atravesaba el abdomen sin piedad alguna. La escena se detuvo en mi mente, como un cuadro que no podía borrar.

"¡Ken! ¡Rápido, córtale la cabeza a este Dios inmediatamente! ¡Vamos!"

El grito de Daichi resonó en mí, pero el horror se intensificó cuando vi a Ken caer ante Draekon, quien lo desarmó con un movimiento rápido. La impotencia me invadió. No podía creer que mis hermanos no pudieran hacer nada contra ellos.

La desesperación se apoderaba de mí mientras Aiko caía al suelo, ya agotado por la pelea, pero en unos segundos se volvió a levantar mientras agarraba su espada con fuerza.

Con cada golpe que recibía Daichi de Thalor, este tampoco dejaba de golpear su cuerpo.

La sonrisa de Thalor era aterradora, y cada golpe que recibía Daichi lo dejaba cada vez más aturdido.

Kurayami, en un arrebato de rabia, se lanzó contra Draekon para cortarle la garganta, pero este, al ver el momento, utilizó su espada invocada contra Kurayami. Aunque este paró la espada de Draekon con la suya, esta comenzaba a quebrarse poco a poco.

Yo, sin poder quedarme más tiempo parado haciendo nada, corrí hacia donde estaban Aiko y Kurayami y los empujé hacia el borde de la grieta para que se salvaran del golpe de la espada de Draekon. Al momento, llegó Daichi y Ken; nosotros nos quedamos en el borde de la grieta.

Y cuando todos bajaron la guardia por un momento, los empujé para que así ellos cuatro se salvaran cayendo a lo profundo de esta, donde ya habían caído todos nuestros hermanos antes.