"Como les digo, cuando matamos a uno de esos tales héroes, él tenía en su corazón una de esas gemas que encerraban la esencia de la diosa Vitae."
"¿Será que... ellos son?"
"Cuando partimos a la mitad a uno de ellos, él se regeneró por completo de nuevo; cuando le quitamos el corazón a ese héroe, él no se regeneró."
"Lo que significa que se murió."
"Ya veo. Debemos matar a esos héroes atacando al corazón o, si no, arrancándoselos."
"Yo no me ensuciaré mis dulces manos con esa asquerosa sangre, pero sí me gustaría verlos sufrir de dolor."
"Lo más fácil es quemarlos hasta que sus huesos se conviertan en polvo para que nunca más se puedan regenerar y así no se podrán meter en nuestros caminos."
"Lo mejor es convertirlos en piedra a cada uno para toda la eternidad. ¿Qué opinan?"
"Solamente haré lo mejor para mi pueblo. No haré lo mismo que nuestros antepasados, que comenzaron esa tonta guerra civil y casi nos llevan a nuestro fin."
"Tranquilo, Dios del viento. Como nosotros, los primeros fundadores, no cometeremos esos errores."
"Tomen la mejor decisión porque cualquier decisión para mí será la mejor. ¿Por qué? Porque soy el dios de la suerte. ¡La suerte me sonríe! Jajajaja."
"Yo, como líder, tomo la decisión de matar a esos héroes. Les daremos cacería. Lo mejor es que nosotros, los líderes, los matemos. No podemos dejarnos llevar por las apariencias; deben ser muy fuertes. Así que les ordeno que los busquen y los maten lo más rápido posible."
[En ese momento, las diez personas que estaban sentadas se pusieron de pie y, así como llegaron al lugar, se fueron sin decir ninguna palabra más.]
¿Qué pasó de nuevo? Me desmayé... ¿dónde estoy? Siento pasto por todo mi cuerpo... Ah, verdad, debo salir de esa grieta y ayudar a mi hermano.
"¡Her... hermano! ¿Qué te pasó? ¿Por qué no despiertas, hermano? ¿Qué te hicieron? ¡Hermano!"
Escuchaba una voz gritando mientras abría mis ojos y, cuando terminé de hablar, pude ver cómo Ken sujetaba a Iko con fuerza mientras lloraba desconsoladamente. No podía creer lo que veía... Iko estaba muerto, este estaba muerto mientras que Aiko lo abrazaba con fuerza.
"¡Iko, ¿por qué te quedaste a pelear? ¿Por qué no te lanzaste con nosotros?"
Draekon se acercó a Aiko para apartarlo de este, pero él no dejaba de sujetarlo con fuerza; no lo quería soltar para nada.
"Déjalo ya, Ken. Él no te puede responder. Él no regresará. Déjalo ya, por... por favor... ya no más."
Todos en ese momento estaban llorando, no podían creer que uno de nosotros acababa de morir.
No podíamos creer que Iko había fallecido. Después de un rato, mi hermano Daichi se fue de la ciudad y, cuando regresó, nos dijo que necesitaba que saliéramos del reino de los humanos.
Él hizo un gran hueco frente a un gran árbol que estaba en una colina, desde donde se veía todo el reino de los humanos en llamas. Mi hermano metió ahí a Iko y así tapó el hueco donde enterraron a Iko. Enfrente de su tumba, enterró una espada y se arrodilló frente a esta mientras lloraba y gritaba su nombre.
"Hermanos, sé que podemos morir en cualquier momento porque esto es una guerra que debemos terminar para que nadie más muera ni salga herido. Nosotros traeremos la paz a este mundo. La muerte de Iko no será en vano, ni la de nadie. Y tal vez también otro de nosotros pueda morir en el intento, pero esta será la tumba de nosotros, la tumba de nuestra familia. Aunque nuestro cuerpo no esté enterrado aquí, esta espada será el símbolo de cada uno de nosotros."
En ese momento, todos nosotros gritamos con un "sí" a todo pulmón, jurando que acabaríamos con esta tonta guerra, aunque muramos en el intento.