capitulo 16

Él se levantó de la roca donde estaba sentado y comenzó a caminar lentamente hacia nosotros.

Mis hermanos, tensos, desenvainaron sus espadas, listos para atacar apenas se acercara un poco más.

—Oigan, muchachos… tranquilos. No vengo a pelear. Solo vine a decirles algo muy importante. Así que escuchen… y bajen las espadas —dijo con voz burlona.

—Si das un paso más, te cortaré la maldita cabeza —le respondió Akira, desenvainando su katana con rabia contenida.

El hombre se detuvo al instante.

Nos observó detenidamente, uno por uno, y luego se echó a reír con una mueca desquiciada.

—Saben… ustedes son los últimos humanos vivos en todo el planeta.

Los demás murieron en batalla.

Y a los que fueron esclavizados… los están ejecutando justo ahora.

En unos minutos, la raza humana dejará de existir.

Bueno… con excepción de ustedes... once.

Daichi apretó los dientes con fuerza antes de hablar.

—No importa. Nosotros mataremos a todos y cada uno de ustedes.

Y cuando lo logremos, nunca más se hablará de los suyos.

Ustedes también dejarán de existir.

—¡Jajajaja! Eso fue muy gracioso —dijo el hombre, con una sonrisa torcida—.

Si eso quieren, vayan al portal de la ciudad de las ruinas.

Está cerca del Reino de los Elfos.

Ese portal los llevará directo a nosotros.

—Este será tu fin... y el de tu clan, o lo que sean. ¿Me escuchaste? —respondió Daichi, avanzando un paso.

—Que así sea, entonces. Los esperamos... en el Reino de los Cielos.

Pero díganme algo...

El hombre me señaló con el dedo, deteniéndose frente a mí.

—¿Cómo es posible que sigas vivo… si yo mismo te maté?

Suspiró, negó con la cabeza y se golpeó la frente con el puño, como si no pudiera creerlo.

—Bah… ¿qué estoy diciendo? Apenas tienes poder mágico…

Pero me diste un buen susto, ¿sabes?

Ese maldito caballero... resistió más de diez minutos defendiendo la puerta.

¡Me dio tanta rabia! Por eso su muerte fue lenta y dolorosa.

Apenas podía gritar cuando le arranqué la cabeza. ¡Jajajaja!

No aguanté más.

—¡TE ARREPENTIRÁS POR ESO! ¡Yo te mataré con mis propias manos! —grité, con toda la rabia que tenía en el alma.

—Jajajajaja… Te estaré esperando entonces, nuevo caballero.

Espero que dures más que él.

Y sin decir más, abrió sus alas negras y se elevó, desapareciendo entre las nubes.

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Nos miramos unos segundos, en silencio.

Sabíamos exactamente a dónde debíamos ir: la ciudad de las ruinas.

Quedaba cerca del Reino de los Elfos.

Nos tomaría dos días llegar caminando, así que nos pusimos en marcha de inmediato.

En el camino, atravesamos aldeas destruidas, pueblos abandonados…

Todo lo que aquel hombre había dicho… era verdad.

Ya no quedaba ningún humano con vida.

La raza humana… había sido aniquilada.

Nuestra misión de protegerla… había fracasado.

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Esa noche, acampamos junto a un río.

Pescamos algunos peces, nos bañamos y cocinamos.

Durante la cena, comenzamos a recordar viejos momentos de nuestra infancia.

Todos reían con anécdotas del pasado…

Yo no podía recordar nada de aquello.

Pero mi corazón sabía que todo lo que decían era verdad.

Sabía que yo también había reído así… alguna vez.

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A la mañana siguiente, seguimos caminando hacia nuestro destino:

Matar a los dioses.

Horas después, llegamos finalmente a la entrada de la ciudad de las ruinas.

Una enorme puerta de madera, cubierta por lianas, bloqueaba el paso.

Entre todos arrancamos las lianas, una a una, hasta que la puerta quedó al descubierto.

La empujamos con fuerza...