capitulo 21: Akira vs el dios de la guerra

Al abrir los ojos, ya estaba en otro lugar, en un desierto inmenso que, a simple vista, no mostraba a nadie, solo el sol caliente que me acompañaba y un suelo arenoso.

Comencé a caminar por varios minutos, con el gran calor que hacía; mi garganta comenzaba a secarse y a pedir agua.

Mi cuerpo sudaba tanto que ya estaba muy pegajoso.

Al seguir caminando unos cuatro minutos más, me encontré con el sujeto que luchó contra Aiko, Iko y kurayami. Este, como la última vez, llevaba una venda blanca en los ojos.

No sabía si podía ver con esta o si era que sus ojos eran muy sensibles a la luz del sol, pero ya sabía que estaba allí y comenzó a hablar.

"Oye, por fin te encuentro. Llevo un rato buscándote. Me causaste un poco de estrés; pensé que habías muerto por el calor... aunque, bueno, no eres el único aquí. Debe haber otro también dando vueltas por acá, pero tal vez llegué un poco más tarde."

"Bueno, entonces... ¿Qué quieres hacer mientras tanto?"

"Yo... mmm... pues... ¡Pelear!"

Y así sacó su espada de su vaina y rápidamente me atacó, pero yo también saqué mi katana de mi vaina, atacando a la vez.

Así nos atacamos y cada uno quedó más adelante del otro. Después de que nuestras espadas se chocarán, no sabíamos quién caería primero tras ese ataque rápido.

Mi cuerpo comenzó a abrirse.

La herida que me hizo la cortada no era muy grande ni muy profunda; era una pequeña herida en mi hombro hasta mi pecho, pero esta no alcanzó a tocar mi corazón.

La de él era una cortada vertical en la cara; esta le quitó la venda de los ojos y, a la vez, perdió el ojo izquierdo por la cortada.

Este apenas se reía; no le causaba ninguna ira, estaba feliz.

No sabía por qué me preguntaba si acaso era un maldito psicópata.

"Oye, no haces nada. Más me habría gustado haber luchado contigo en vez de ese tonto que murió muy fácil."

En ese momento la Rabia me invadió al escuchar esas palabras.

"¡No tendré piedad contigo! ¡Pelea con todo lo que tengas, maldito bastardo!"

"¡Que así sea! ¡Habilidad especial: cien espadas!"

[La habilidad especial "cien espadas" es una habilidad que crea cien círculos mágicos, y cada uno de estos lanza una espada hacia su enemigo con una velocidad tan rápida que cualquier persona común moriría sin ni siquiera poder responder al ataque. Esta habilidad dura unos dos minutos activa y tres de descanso.]

No tenía más opciones que también utilizar mi habilidad especial.

"¡Habilidad especial: velocidad de rayo!"

[La habilidad especial "velocidad de rayo" es una habilidad que crea cuatro enormes círculos mágicos que rodean todo el cuerpo de Akira y que después se desvanecen.]

[Para finalizar la activación de su habilidad, le da a su portador una alta velocidad, pero esta habilidad solo puede durar unos dos minutos como máximo y necesita un reposo de un minuto y medio.]

Y así, el hombre me comenzaba a atacarme con su habilidad, pero gracias a la mía, mi cuerpo era mucho más veloz. Sin embargo, a la vez, mi cuerpo se agotaba rápidamente, ya que cada segundo que pasaba, mi habilidad consumía mucha magia.

El hombre me ataca una y otra vez, pero poco a poco me acerco más a él, hasta el punto de poder estar lo más cerca posible para cortarle el cuello con mi katana.

Pero él agarra una de las espadas que salían de los círculos mágicos y me contraataca.

Gracias a mi velocidad, ataco primero y, así, con un movimiento rápido, nuestras espadas chocaron, haciendo que ambos retrocedieramos. Pero, por alguna razón, sentía mi cuerpo pesado.

No lo había notado hasta que miré hacia el cielo; había cien círculos mágicos.

Al mirar hacia donde estaba él, con sus dedos hizo una pequeña señal, y de repente sentí la sensación de que mi cuerpo estaba siendo traspasado.

Todo mi cuerpo se sentía pesado. Había caído en su juego.

Mi error había sido darle un poco de tiempo para que pudiera crear todos los círculos mágicos sobre mí.

Mi cuerpo comenzaba a balancearse, no podía seguir de pie.

Ya había perdido mucha sangre; las heridas eran muchas.

Ya ni sabía qué estaba pasando; solo podía ver a alguien acercarse poco a poco hasta que sacó una de las espadas que atravesaban mi cuerpo.

No pude aguantar más el dolor.

Grité y grité para que parara, pero él no se detenía.

Por culpa de la sangre, no podía verlo bien, pero su rostro reflejaba una sonrisa, como si mis gritos le dieran felicidad.

Solo podía escuchar su risa hasta que terminó de sacar la espada de mi cuerpo y así la volvió a clavar dentro de mí, pero esta vez estaba en mi corazón.

No podía ni siquiera pronunciar una palabra más; la sangre que salía por mi boca era demasiada.

Me ahogaba con mi propia sangre.

Solo podía escuchar unas últimas palabras de él diciéndome:

"Él ya está aquí, nos está viendo. Él se puso furioso ¿quién no?, se pone furioso viento como su hermano muere a manos de alguien; él será mi última presa aquí"