capitulo 21: Akira vs el dios de la guerra

Al abrir los ojos, ya estaba en otro lugar.

Un desierto inmenso se extendía hasta donde alcanzaba la vista. No había nadie, solo el calor insoportable del sol y un suelo arenoso que ardía bajo mis pies.

Comencé a caminar durante varios minutos. La garganta se me secaba con rapidez, y mi cuerpo sudaba tanto que la ropa se me pegaba a la piel. El aire quemaba al respirar.

Después de caminar unos minutos más, vi a alguien. Era él...

El mismo sujeto que luchó contra Aiko, Iko y Kurayami.

Como la última vez, llevaba una venda blanca en los ojos. No sabía si podía ver a través de ella, o si simplemente escondía algo... pero claramente sabía que estaba ahí.

-Oye, por fin te encuentro -dijo con tono relajado-. Llevaba un rato buscándote. Pensé que habías muerto por el calor... aunque, bueno, no eres el único por aquí. Tal vez hay otro vagando, pero llegué primero contigo.

Hizo una pausa y luego sonrió.

-Entonces... ¿qué quieres hacer mientras tanto?

-Yo... mmm... pues... ¡Pelear! -gritó de pronto, desenvainando su espada.

Sin pensarlo, saqué mi katana al mismo tiempo.

Nuestras espadas chocaron.

Y al separarnos, ambos quedamos inmóviles, a varios pasos el uno del otro.

Por un instante, no supimos quién había sido herido.

Sentí cómo una línea de sangre se deslizaba por mi hombro hasta el pecho. Había recibido un corte limpio, pero no letal.

Él también había sido herido: una cortada vertical le cruzaba la cara y le había arrancado la venda, dejando expuesto su ojo izquierdo... o lo que quedaba de él. Lo había perdido.

Pero solo se reía.

Una risa tranquila, casi divertida. ¿Era un psicópata?

-Oye, no eres malo... Más me habría gustado pelear contigo que con ese tonto que murió tan fácil -dijo con voz burlona.

Al escuchar eso, la rabia me invadió.

-¡No tendré piedad contigo! ¡Pelea con todo lo que tengas, maldito bastardo!

-¡Que así sea!

¡Habilidad especial: Cien Espadas!

[Cien Espadas: Crea cien círculos mágicos en el aire. De cada uno, una espada se lanza a velocidad extrema hacia el enemigo. Dura 2 minutos. Reposo: 3 minutos.]

No me quedaba otra opción.

-¡Habilidad especial: Velocidad de Rayo!

[Velocidad de Rayo: Cuatro círculos mágicos rodean el cuerpo del portador antes de desaparecer. Otorga velocidad extrema durante 2 minutos. Requiere 1:30 de reposo.]

Las espadas comenzaron a dispararse desde el cielo.

Pero yo era más rápido.

Mi cuerpo se movía como un rayo, esquivando cada hoja de acero. Aún así, cada movimiento consumía mi magia y energía. El cuerpo comenzaba a pesarme más y más.

Me acerqué poco a poco. Cada paso era una victoria.

Cuando estuve a pocos metros, lancé un corte al cuello.

Pero él, con reflejos inhumanos, agarró una de las espadas mágicas que volaban cerca y la usó para contraatacar.

Ambas espadas chocaron violentamente. Retrocedimos.

Fue entonces cuando levanté la vista... y lo entendí.

Cien círculos mágicos flotaban sobre mí.

-No... -susurré.

Él hizo un pequeño gesto con los dedos.

Y lo siguiente que sentí fue dolor.

Dolor por todas partes.

Espadas invisibles comenzaron a atravesar mi cuerpo una tras otra.

Mis piernas cedieron. Mis fuerzas me abandonaban. La sangre brotaba por todos lados.

No podía seguir de pie.

Ya no entendía nada. Todo era confuso. Solo veía su silueta acercarse.

Sacó una de las espadas que me atravesaban.

El dolor fue indescriptible.

-¡Aaaahhh! -grité con todo lo que me quedaba.

Pero él no se detenía.

Su rostro... su sonrisa... disfrutaba verme sufrir.

Terminó de sacar la espada y luego la clavó en mi pecho, directo al corazón.

Mi cuerpo se paralizó.

No pude pronunciar ni una palabra más.

Solo sangre salía de mi boca.

Me estaba ahogando con ella.

Las últimas palabras que escuché de él fueron:

-Él ya está aquí...

Nos está viendo.

Se puso furioso.

¿Quién no lo haría?

Ver morir a tu hermano con tus propios ojos...

Él será mi última presa aquí.

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[Y así cayó Akira, el onceavo héroe. Con valentía, con rabia, pero también con orgullo.]

[Su muerte, aunque cruel y brutal, marcaría el inicio de un cambio. Un fuego se encendía en quien lo estaba observando.]

[Un fuego que, muy pronto... se desataría.]