11) No tienen nada de malo...

Abrí los ojos lentamente, despertando de un sueño profundo para encontrarme en otro, este más tangible. Aún me costaba creer quién era, o más bien, quiénes componían mi familia. Por un momento, pensé que todo había sido una fantasía, pero al ver a la pequeña y adorable Luna descansando sobre mi pecho, me di cuenta de que esta era mi maravillosa realidad.

Con cuidado, traté de levantarme sin hacer ruido, para no despertarla. Sin embargo, en el instante en que nuestros cuerpos se separaron, Luna se estremeció y abrió los ojos con un parpadeo adormilado. Pensé que se despertaría por mi culpa, pero en lugar de eso, me dio una pequeño lamida a la piel de mi pecho y se acurrucó en mi almohada, volviendo a dormirse. Esta niña siempre logra sorprenderme.

Eché un vistazo a la cama de Hermione y, como era de esperar, ya estaba vacía. Ella solía levantarse primero, aunque normalmente se tomaba su tiempo para despertarnos, a menos que tuviera prisa por su rutina matutina o algo más la mantuviera ocupada.

Sin mucho más que hacer en la habitación, cubrí a Luna con las sábanas y salí en dirección a la cocina, donde seguramente estarían mis madres. Al llegar, me encontré con mamá Jean lavando los platos de la cena de anoche. Algo peculiar de ella era que, aunque mamá Pan y mamá Bella podían usar magia para limpiar todo en un instante, mamá Jean prefería, de vez en cuando, lavar a mano. Recordé que, en algunas ocasiones, mis otras madres se unían a ella, y terminaban todas riendo y mojadas, antes de desaparecer en su habitación durante un buen rato. Oh... creo que ya entiendo por qué salían tan sonrientes.

Riuz: "Buenos días, mama" —Dije acercándome para abrazarla desde atrás, prácticamente, abrazando su trasero. A pesar del incidente de la otra vez con mama Bella, parece que no aprendí mi lección y estoy haciendo otra estupidez de forma involuntaria. Solo espero que no se enoje.

Jean: "¡Riuz!" —exclamó, algo sorprendida mientras se volteaba, pero sin molestarse— "Te has despertado temprano."

Riuz: "Sí, ¿qué hay para desayunar?" —pregunté con curiosidad, ya que el hambre comenzaba a hacerse notar.

Jean: "El desayuno aún no esta listo. Pan está buscando frutas en el invernadero para hacer un licuado. Y estamos esperando a Bella y Hermione, que se despertaron enérgicas y están practicando magia en el patio" —Me explicó, pero pronto su mirada pareció volverse seria 

Riuz: "¿Que pasa Ma?" Pregunté algo preocupado por la seriedad de mi mamá, perecía como si estuviera pensando en algo.

Jean: "¿Luna sigue dormida?" —preguntó, todavía con esa mirada pensativa.

Riuz: "Sí, creo que tardara un poco mas en volver a despertarse"

Mamá Jean asintió y, sin decirme más, me tomó suavemente y me sentó en la mesada de la cocina. Luego, fue hacia la puerta que daba al patio, la cerró con llave y corrió las cortinas. Cuando volvió hacia mí, su altura ya era más acorde a la mía, por mi posición. Me puse un poco nervioso, lo que no pasó desapercibido para ella.

Jean: "Tranquilo" —dijo con una sonrisa tierna y comprensiva— "No te asustes. ¿Recuerdas lo que hablamos ayer? Que íbamos a enseñarte algunas cosas nuevas, pero que no debías preocuparte."

Asentí con la cabeza, todavía algo inquieto, pero confiaba en ella, así que traté de relajarme.

Jean: "Quiero que sepas que todo lo que hago es para tu bien" —añadió con suavidad.

Riuz: "Sí, mami" —respondí, algo más calmado.

Jean: "Qué niño lindo tengo" —me sonrió y se acercó para darme un fugaz beso en los labios antes de pasar su mano sobre mi cabeza y jugar con mi pelo.

Me puse rojo al instante. Puede que mi madre acabara de darme un beso casto, pero eso estaba alborotando mi corazón, parecía que estaba punto de salirse. Además, la serpiente en mis pantalones pareció resucitar de entre los muertos. No podía creer que con mi edad esta cosa sea tan activa para salir a la luz ante el mas mínimo estimulo. No sabía como mirar a mi madre a los ojos, era un degenerado, que se esforzaba por cruzar sus piernas para ocultar su erección y actuar natural a pesar de estar varios tonos mas rojos que lo normal.

Jean: "Tranquilo," —dijo mi madre, notando mi inquietud. Aunque ella también tenia el corazón a mil por lo sucedido, sabía que quedarse a darle demasiadas vueltas no ayudaría a resolver nada ni lo haría mas fácil. Tenía que seguir adelante, a pesar de que sentía que estaba corrompiendo a su hijo. "¿Te gustó lo que hizo mamá?"

Asentí sin pensar, y al instante me arrepentí. Si en algún momento había intentado disimular, ahora todo había quedado al descubierto. Cerré los ojos, esperando su respuesta, pero lo que sentí fueron caricias tranquilizadoras en mi brazo y el tono suave de su voz.

Jean: "No tienes que avergonzarte, es solo un beso, todo está bien," —dijo mi madre con tranquilidad, aunque en su interior se llamaba a si misma de forma horribles.— "Lo que pasó no es grave, es normal. Podríamos tener otro y no pasaría nada malo" —Dijo antes de acercarse nuevamente para besar mis labios por menos de un segundo como la vez anterior—"¿Ves?"

Riuz: "S-sí..." —respondí con la voz temblorosa, recibiendo otro ataque de emociones, sintiéndome culpable. Mi madre, en toda su santidad, me trataba como un ángel, un niño inocente y yo estaba disfrutando de esto de una forma perversa.

Jean: "¿Qué te parece si seguimos hasta que te relajes? Así verás que no hay nada malo" —sugirió mi madre con una sonrisa reconfortante.

Sus palabras me emocionaron y asustaron al mismo tiempo. No podía creer que fuera tan buena conmigo... no merece tener un hijo como yo. Estaba a punto de rechazarla porque sabía que no estaba bien aprovecharme de mi madre, pero ella ya había empezado y recibí varios besitos consecutivos... en mis cachetes... en mi nariz... en mis labios...

Pico tras pico... con cada momento que pasaba, me resultaba imposible reunir la fuerza necesaria para detenerla; me sentía como si estuviera en un paraíso del que no quería escapar.Era consciente de que esto no estaba bien; mi madre solo intentaba cuidar de mí, pero ignoraba el daño que me estaba causando.Una intensa llama de pasión ardía en mi interior, pero no podía expresarla completamente, ella no podia saberlo. Esa frustración, que mi madre no podía conocer, se acumulaba y sabía que, en algún momento, tendría que liberarla por mi cuenta.

Todo se complicó cuando sus labios se encontraron con los míos y no se separaron; simplemente permanecieron allí. Me sentía atrapado, debatiéndome entre dejar que ese momento continuara y disfrutarlo mientras pudiera, a pesar de que eventualmente podría causarme dolor, pues empezaba a sentir un deseo hacia mi amable y bondadosa madre, o juntar fuerzas para separarnos. Pero en ese instante, algo sucedió que me hizo abrir los ojos.

Las manos de mi madre, que inicialmente estaban sobre mis rodillas, se movieron hacia mi espalda, acercándome un poco más a ella. En ese instante, sentí algo entrar en mi boca, abriéndose paso entre mis dientes y comenzando a jugar con mi lengua. Casi me atraganté ante la avalancha de sensaciones que experimentaba; un estremecimiento de placer me recorrió, mientras trataba de comprender lo que estaba sucediendo.

¡¿Mi madre acababa de meterme la lengua?! No podía creerlo, especialmente porque su lengua estaba jugueteando con la mía, dejando mi mente en blanco.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué mi madre estaba haciendo esto? Esto ya no era el puro e inocente cuidado de una madre a su hijo, esto ya era... ¡¿Mamá Jean es una pervertida?! No podía ser verdad, ¿A ella le gustaban estas cosas? Bueno, eso explicaría por qué soy un pervertido natural... no, espera, mamá Jean no tiene relación de sangre conmigo, así que no heredé su perversión. ¿Acaso me la transmitió por wifi o algo así?

No podía creerlo. Mi propia madre tenía deseos por mí, o quizás había algo en mí que despertaba su perversión. Estaba tan emocionado. No veía ningún problema en esta situación; no ofrecería resistencia. Si eso era lo que mi madre quería, estaba dispuesto a dejar que hiciera lo que quisiera conmigo para hacerla feliz... no era que yo también lo deseara... bueno, tal vez un poquito. La idea de lo que podría suceder me emocionaba. Si ambos éramos unos pervertidos, podríamos disfrutar de esto como nunca antes; sería la situación ideal.

No... no está bien. Esta situación puede parecer genial para mí o para Jean, pero ¿a qué costo? Si mis hermanas o mis madres se enteraran de esto, todo se iría a la mierda. Aunque probablemente me considerarían inocente, eso no me haría feliz. Mamá Jean seguramente terminaría en... bueno, en una cárcel común; Azkaban no es para muggles. Lo peor es que no puedo imaginar la expresión de mis madres al ver a Jean como un monstruo, ni cómo se sentirían al verse entre ellas, llenas de odio o tristeza. Ellas realmente se aman demasiado. Si su relación llegara a romperse por esto, estoy seguro de que algo dentro de ellas moriría para siempre. No puedo aceptarlo; no puedo verlas sufrir así.

Una lágrima cayó de mi ojo al imaginar las consecuencias de esto y al pensar que no podía disfrutar de esta oportunidad tan hermosa.

No, no permitiré que esto suceda. Aunque sea lo que más deseo y algo que me traiga absoluta felicidad, no dejaré que mi felicidad arruine a mi familia. Una vez que termine este beso, tendré que dejarle claro a mi amiga que no puede repetirse. Tal vez tenga que revelar que sé más de lo que debería, pero incluso si eso levanta sospechas sobre mí, lo aceptaré gustosamente si con eso puedo asegurar la felicidad de mi familia.

Estaba pensando en cómo decírselo a mi mamá al notar que estaba a punto de separarse de mí, sin saber cómo mirarla a los ojos. Pero de repente, un sonido me tensó como la cuerda de un arco. La manija de la puerta sonó y, ni un segundo después de que vi que no se abría, un hechizo fue recitado, abriéndola. Mamá Pan había vuelto con las frutas.

Me quedé paralizado, observando cómo mamá Jean se separaba de mí, con una pequeña hilera de saliva aún conectada entre nuestros labios. Me limpié lo más rápido posible, pero eso solo me hacía parecer más sospechoso.

Pan: "¿Qué está pasando aquí?" —preguntó, aunque no con un tono interrogatorio; era más bien una pequeña curiosidad, sin ninguna sospecha.

Riuz: "¡Nada!" —respondí casi instantáneamente, dándome cuenta de lo increíblemente sospechoso que sonaba, deseando poder abofetearme a mí mismo.

Jean: "No pasa nada, solo le estaba enseñando a Riuz que los besos no tienen nada de malo," —Dijo, limpiándose la saliva de los labios.

Me quedé con la boca abierta ante la respuesta de mi mama, con una expresión de absoluta incredulidad. Mierda, ¿acaso no podía mentir? Ahora todo se complicaba aún más; ¿cómo íbamos a ocultar lo nuestro? Piensa, piensa, piensa...

Pan abrió los ojos con comprensión al notar los gestos de Jean, sintiéndose un poco mal por haber interrumpido, pero se recompuso rápidamente. Se acercó a la cocina, dejando las frutas, y luego caminó hacia mí.

Pan: "Jean tiene razón, los besos no tienen nada de malo." —asintió antes de acercarse y...

Ella plantó sus labios contra los míos por un instante, como lo hizo Jean al principio, pero luego movió la nariz como si hubiera olfateado algo; decidí ignorar esa parte. Me quedé congelado, sintiendo que había entrado en cortocircuito debido a lo que acababa de suceder. Estuve a punto de cuestionar si mamá Pan también era una pervertida o si solo tenía suerte con madres amorosas, pero una voz me sorprendió, impidiéndome hacerlo.

Luna: "¡Buenos días!" —dijo la pequeña, restregándose los ojos con la mano.

Jean: "Buenos días, cariño. Vamos a tener licuado de frutas para desayunar." —respondió, moviéndose rápidamente para bloquear la vista de Luna.

Estaba asustado, esperando que Luna no hubiera visto nada, y nervioso por cómo las cosas se estaban complicando rápidamente esa mañana. En ese momento, noté la mirada de mi mamá fijada en mis pantalones y cómo levantaba su varita una vez más. No me había dado cuenta, pero, con esos besos de Jean, especialmente cuando metió la lengua, me había corrido en mis pantalones, lo que me mortificó.

Pan: "No te preocupes, nadie tiene que descubrir este pequeño accidente." —dijo mi madre con una sonrisa que combinaba amabilidad y camaradería, moviendo su varita para hacer desaparecer la mancha de humedad de mis pantalones.

Mamá Pan me ayudó a bajar de la mesa y me empujó suavemente hacia Luna, quien vino a abrazarme mientras se desperezaba. Yo la abracé, reflexionando sobre todo lo que había ocurrido y cómo enfrentar la situación. Justo en ese momento, la puerta se abrió una vez más y mamá Bella y Hermione entraron a la cocina, completamente sudadas por su entrenamiento.

...

Una vez que todos estuvimos limpios y sentados en la mesa, comenzó el desayuno, pero yo no podía estar tranquilo. Intercambié miradas con mamá Pan y mamá Jean, quienes me respondían con sonrisas amables, lo que solo incrementaba el conflicto en mi interior. Me debatía sobre qué debía hacer, hasta que sentí un dedo punzante atacando mis costillas.

Hermione: "Ey, ¿qué te pasa?" —preguntó con comida aún en la boca. Sabía de modales, pero estando entre nosotros casi no los usaba.

Riuz: "¡Nada, nada!" —respondí, aun nervioso.

Hermione: "Mientes."

Riuz: "No miento," —contesté. No podía revelar nada hasta que supiera qué hacer.

Hermione: "Lo haces, y no debe ser así." —dijo entrecerrando los ojos y apoyando su mano en mí.— "Sabes que no me gusta que me mientas."

Riuz: "Te digo que no te miento. Solo estoy un poco más confundido de lo normal. Fue un sueño profundo," —seguí insistiendo.

Hermione: "Más te vale. Sabes que no te permito ocultarme cosas. Incluso si cagas de colores, tienes que decírmelo... c-a-d-a c-o-l-o-r." —dijo con gran seriedad, aunque sin insistir más en el tema.

Vaya, como había demostrado antes, Hermione tenía una gran habilidad para hacerte perderte tus pensamientos sin problemas. Al escucharla, ya ni siquiera tenía ganas de pensar en lo que había pasado... creo que le agradezco por eso; me estaba consumiendo. Miré a mis madres una vez más, quienes también parecían haber estado hablando entre ellas, pero había algo que nos impidió oírlas. Las tres me observaban con expresiones que desconocía, pero con sonrisas en sus rostros.

Al final del desayuno, pensé que tendría tiempo para reflexionar sobre todo esto, pero mis madres, luego de hablar un poco entre ellas, se dirigieron a nosotros.

Pan: "Hermione, Luna, vengan. Vamos de paseo y a que nos cuiden el cabello, conmigo y mamá Bella. Jean tiene que hacer algunas cosas relacionadas con su trabajo, Riuz, tú puedes ayudarla."

Ante esas palabras, me quedé congelado. Hermione sospechaba, porque si iban al salón de belleza o algo así, no había razón para que no me llevaran también, como en ocaciones anteriores. Pero luego recordó lo que había pasado ayer y pensó que estaba castigado o algo así. Así que se encogió de hombros y caminó hacia mamá Pan. Luna tampoco tuvo muchos problemas. Mamá Pan y mis hermanas salieron de la casa, dejándonos a Jean, Bella y a mí.

Mamá Bella se acercó a mí un momento y dijo:

Bella: "Me enteré de que Pan y Jean empezaron a enseñarte sobre los besos, y yo no quiero quedarme atrás." —Dijo antes de colocar sus labios contra los míos y luego separarse, caminando hacia la puerta y saliendo de la casa también.

Mi mente estaba en blanco; estaba tan aturdido que ni siquiera me di cuenta cuando mamá Jean tomó mi mano y me llevó caminando hacia su habitación.