Nacido para el final

La luna de Solaria brillaba con un fulgor frío esa noche, más brillante de lo habitual, proyectando sombras alargadas sobre los pasillos vacíos de la academia Altamira. El aire estaba cargado de una energía extraña, algo que hacía que los estudiantes más sensibles a la energía estelar se sintieran incómodos. Pero para Raven, esa incomodidad se había vuelto una constante desde la aparición de Zephyr.

Cuatro días habían pasado desde aquel primer encuentro en el club de ocultismo, y las palabras de Zephyr seguían resonando en su mente. Lo que Raven no había previsto era lo que sucedería esa noche.

Estaba solo en su dormitorio cuando escuchó el crujido de la ventana. Un ruido suave, apenas perceptible, pero suficiente para alertarlo. Sus instintos se afilaron inmediatamente. Se levantó de la cama, sintiendo una presencia oscura en el aire, y cuando se giró, lo vio.

Zephyr estaba ahí, imponente, como una sombra que había escapado de las mismas profundidades del cosmos. Su máscara negra, con aquellas grietas iluminadas por un aura púrpura, destellaba en la penumbra de la habitación, y sus ojos, oscuros y penetrantes, estaban fijos en él. Pero no estaba solo.

Delante de Zephyr, atado y arrodillado en el suelo, estaba un joven. Lucian, uno de los chicos más problemáticos del primer ciclo de la academia, el tipo que siempre había estado molestando a los estudiantes más jóvenes, incluyendo a Raven en su día. Lucian era alto y corpulento, con una actitud desafiante que escondía su propia inseguridad. Aunque su arrogancia solía desbordar, en ese momento, no quedaba ni rastro de ella.

Su rostro estaba pálido, y su cuerpo temblaba mientras trataba de moverse, pero las ataduras alrededor de sus muñecas eran demasiado fuertes. Una mordaza cubría su boca, evitando que gritara por ayuda. ¿Por qué a él? Pensó Raven, sintiendo una punzada de incomodidad en su pecho. Lucian nunca había sido alguien fácil de tratar, pero verlo en ese estado despertaba algo en Raven, una mezcla de rabia y compasión.

—Raven... —Zephyr habló, su voz tan suave como amenazante—. Sabía que tarde o temprano tendrías que tomar una decisión.

Raven se quedó inmóvil, su mente girando frenéticamente. No podía apartar los ojos de Lucian, cuya mirada ahora reflejaba puro pánico. No puede estar haciendo esto. No puede usar a alguien así...

—¿Qué diablos crees que estás haciendo, Zephyr? —espetó Raven, su voz tensa. Aunque intentaba mantener la compostura, el terror latente en su pecho era innegable.

Zephyr dio un paso adelante, y la tensión en el aire se hizo aún más palpable. Su sonrisa era apenas visible tras la máscara, pero el brillo malicioso en sus ojos dejaba claro que estaba disfrutando de cada segundo de aquello.

—Estoy aquí para hacer lo que ya sabes que debo hacer —respondió con calma—. Tienes algo que quiero, Raven. Algo que me pertenece. Pero sé que tú no serías tan ingenuo como para entregarlo fácilmente.

El corazón de Raven latía con fuerza. ¿Qué quiere de mí? Su mente volvía una y otra vez a esa pregunta, pero ahora, con Lucian ahí, en el suelo, temblando y siendo utilizado como peón en este macabro juego, todo parecía estar mucho más cerca de desmoronarse.

—No te equivoques —continuó Zephyr, inclinándose levemente hacia Lucian—. No tengo ningún interés en este... insignificante mortal. Es simplemente un medio para un fin.

Lucian intentó gritar, pero la mordaza ahogó cualquier sonido. Raven sintió que su estómago se hundía. El desprecio en la voz de Zephyr era tangible, pero algo más le inquietaba profundamente. Él lo va a matar si no hago algo.

—Sabes bien lo que estoy buscando, ¿verdad? —La voz de Zephyr se hizo más grave—. La energía estelar en este lugar es una fuente que no puedo ignorar. Y tú, Raven... Tú estás justo en el centro de todo. No te imaginas cuán útiles pueden ser tus habilidades para mí. Solo tienes que ceder.

Raven dio un paso hacia Zephyr, su cuerpo vibrando de ira contenida, pero en el fondo, era consciente de que no tenía el control. No aquí. No con Zephyr.

—¿Qué pretendes hacer con toda esa energía? —preguntó finalmente, aunque en el fondo ya temía la respuesta.

—¿No es obvio? —Zephyr se inclinó aún más cerca de Lucian, pasando sus dedos sobre su cabeza, como si acariciara una presa—. Liberar el caos en el torneo. Imagina el pánico, el miedo, la confusión. Toda esa energía fluyendo hacia mí, como un río desbordado. Y luego... consumirla. De todos. Incluyéndote a ti.

El silencio se rompió solo por los jadeos entrecortados de Lucian, quien ahora luchaba desesperadamente, como si su vida dependiera de las siguientes palabras de Raven. Y quizás lo hacía.

Raven sintió la presión de las circunstancias apretándose alrededor de su cuello, como si una soga invisible se estuviera cerrando. ¿Qué hago? ¿Lo dejo morir? ¿Qué puedo hacer realmente?

—Voy a darte una elección, Raven. —Zephyr levantó la mano, y una pequeña esfera de energía púrpura y oscura comenzó a formarse, girando lentamente sobre la cabeza de Lucian—. Si me das lo que quiero, el torneo será solo una distracción menor, y Lucian vivirá para seguir siendo el mismo matón de siempre. Pero si decides oponerte...

La esfera creció un poco más, emitiendo un sonido sibilante que hizo que Raven contuviera la respiración. No podía permitir que Lucian muriera. No así. Pero si cedo... ¿qué me convierte eso a mí?

El dilema se apretaba en su mente como un veneno. No había una respuesta clara, solo el peso de una decisión imposible.

—Elige, Raven. Y elige bien. Porque el tiempo... se está acabando.

El frío en la habitación se intensificó, y el zumbido de la esfera de energía creció. Lucian cerró los ojos, resignado a lo que fuera que viniera. Raven, por su parte, se quedó congelado en su lugar, atrapado entre la vida de Lucian y la destrucción inminente.

Y en ese momento, todo quedó en suspenso.

Época Astral, Año 7635 – Día 5 del Quinto Ciclo (Noche)

El aire se cargó de tensión en el instante en que Raven decidió actuar.

La esfera de energía de Zephyr, flotando amenazante sobre la cabeza de Lucian, emitía un zumbido profundo que hacía vibrar los huesos de cualquiera que la sintiera. Los ojos de Zephyr brillaban con una expectativa oscura, disfrutando del tormento que estaba infligiendo. Pero Raven no podía dejar que las cosas llegaran más lejos.

Con una exhalación profunda, extendió sus brazos hacia adelante, concentrando toda la energía estelar que podía reunir. Sentía su poder resonando dentro de él, en sintonía con el crepúsculo de Solaria, el sol que siempre brillaba en lo más profundo de su ser.

La energía se acumulaba en su pecho, su pulso acelerándose al ritmo de la tensión creciente. Y entonces, la liberó.

Una ráfaga de luz anaranjada, como el fulgor de un sol al atardecer, brotó de sus manos, envolviéndolo en una explosión de poder cálido y ardiente. Era la técnica que había aprendido en secreto, una manifestación de su propia energía estelar, algo que nunca había utilizado en una situación de vida o muerte.

El rayo de energía salió disparado hacia la esfera oscura que Zephyr había conjurado. El impacto fue inmediato. Las dos energías colisionaron en el aire, chisporroteando con una fuerza que sacudió la habitación. El brillo anaranjado del ataque de Raven envolvió la oscuridad púrpura de Zephyr, luchando por dominarla.

Por un instante, pareció que ambas energías iban a neutralizarse mutuamente, pero Raven puso todo lo que tenía en esa última ráfaga. Sus brazos temblaban por el esfuerzo, pero la energía solar prevaleció, disipando la esfera oscura en un estallido de luz.

Zephyr apenas se movió, pero sus ojos se estrecharon detrás de la máscara, denotando una ligera sorpresa.

—Interesante... —murmuró con una mezcla de diversión y desprecio—. Parece que subestimé tu poder.

Antes de que Raven pudiera reaccionar, Zephyr dio un paso adelante y, con un movimiento rápido y preciso, propinó una patada brutal al cuerpo de Lucian, lanzándolo sin piedad hacia Raven. El impacto fue feroz. El cuerpo de Lucian, inerte y desprovisto de cualquier posibilidad de defensa, chocó contra Raven con fuerza, y ambos cayeron al suelo enredados.

Raven se golpeó el costado al caer, sintiendo cómo el aire abandonaba sus pulmones. Pero no era él quien había recibido la peor parte. Lucian, inconsciente, yacía a su lado, con el rostro cubierto de sudor frío. Un leve gemido escapó de su boca, apenas audible, lo que confirmaba que seguía vivo... por ahora.

Con un dolor punzante recorriendo su cuerpo, Raven intentó levantarse, pero su vista se nubló por un momento. Esto no puede estar pasando... no ahora... Pero no tuvo tiempo para procesar el caos. Zephyr no había terminado.

El misterioso hombre se irguió en el centro de la habitación, su presencia imponente como una sombra interminable. Lentamente, extendió la mano, y otra esfera de energía comenzó a formarse. Esta vez, era más pequeña, más concentrada, y su brillo púrpura parecía aún más oscuro, más siniestro.

En cuestión de segundos, la esfera cambió de forma, moldeándose en una delgada y afilada hoja de energía estelar.

—Sabes que esto no es personal, ¿verdad? —dijo Zephyr con una calma inquietante mientras la hoja flotaba en el aire—. Solo es... necesario.

Con un simple gesto de su mano, la navaja de energía se lanzó a través del aire en dirección a Lucian. No hubo vacilación en el ataque, ni misericordia. La navaja volaba con una velocidad mortal, destinada a encontrar su objetivo sin error.

Raven, aún en el suelo, sintió un pánico visceral que le recorrió el cuerpo. ¡No!

El sonido que vino después fue inconfundible. Un chasquido seco, seguido de un silencio que parecía devorar todo lo demás. El filo de la navaja había penetrado en carne... pero en ese instante, la oscuridad se cernió sobre Raven.

La imagen de la navaja quedaba grabada en su mente, pero no había forma de saber qué había ocurrido. El silencio sepulcral que llenó el espacio dejaba una sola pregunta flotando en el aire: ¿quién había sido alcanzado?

Época Astral, Año 7635 – Día 6 del Quinto Ciclo (Mañana)

El sol de la mañana proyectaba sus primeros rayos sobre la academia Altamira, llenando los pasillos con una luz dorada y cálida. Era como si el día anterior no hubiera sido más que una sombra pasajera, y el mundo ahora continuara su curso con normalidad.

Jake caminaba por los corredores, estirándose mientras trataba de despejar el sueño de su mente. Había pasado casi toda la noche supervisando los últimos detalles para el torneo, asegurándose de que todo estuviera listo. A su lado, Sophia bostezaba, también agotada, pero con una sonrisa en el rostro. El trabajo estaba hecho, y el ambiente en la academia estaba cargado de emoción.

—No puedo creer que ya estemos en el día del torneo —dijo Jake, masajeándose la nuca mientras pasaban frente a un grupo de estudiantes que corrían de un lado a otro—. Todo el mundo está como loco con los preparativos.

—Lo sé —respondió Sophia, riendo suavemente—. Pero eso es lo que lo hace emocionante, ¿no? Este es el primer gran evento del año. Además, si todo sale bien, los profesores estarán impresionados.

Jake asintió. Aunque el torneo era una tradición en la academia, algo le había parecido extraño en esta ocasión. Una sensación vaga, pero incómoda, que no había podido sacudirse desde hace varios días. Quizás solo son los nervios, pensó. Después de todo, la competencia era feroz, y los estudiantes más talentosos de todo Solaria participarían.

—¿Te sientes preparado para hoy? —preguntó Sophia, lanzándole una mirada curiosa.

—Supongo que sí —Jake se encogió de hombros—. Pero con todos estos genios alrededor, no sé si tenga muchas posibilidades.

—No seas modesto. —Sophia le dio un suave golpe en el brazo—. Tienes tanto talento como cualquiera de ellos, si no más.

Ambos siguieron caminando por los pasillos abarrotados. Los preparativos estaban en su apogeo: estandartes colgaban de las paredes, los profesores se reunían en el auditorio, y los estudiantes más jóvenes corrían de un lado a otro llevando equipo y decoraciones. Todo parecía estar en su lugar para un día de celebraciones y competencias amistosas.

Pero en algún rincón de su mente, Jake no podía sacudirse la sensación de que algo estaba fuera de lugar. Quizás solo sea el estrés, se dijo a sí mismo, intentando concentrarse en lo que tenía delante. El torneo prometía ser el evento del año, y no quería dejar que una sensación extraña arruinara el día.